martes, 28 de mayo de 2013

TOTALMENTE DE ACUERDO.




            Lo leí no hace  mucho tiempo. Pero no sé donde lo leí.  En un periódico seguro que no, porque los periódicos, aparte de deportes y las mentiras que a diario nos cuentan los políticos, no suelen traer más que la fecha, y las necrológicas de los que se fueron de este mundo aburridos  de tanto esperar a que metieran de una  vez en la cárcel al Bárcenas de los papeles, o en su defecto le concedieran la cruz al mérito del Sufrimiento Contable.  Pero ni una cosa, ni otra. Estarán esperando a que  el asunto prescriba.  Pero pobre de ti miserable parado, si te  pillan robando un pan para dar de comer  al crío que se te muere de hambre, porque casi seguro que ese  mismo día vas de cabeza a la cárcel con las dos manos esposadas a la espalda.

            Lo leería en Internet. Los que escriben aquí no suelen estar sometidos a las órdenes del pensamiento del periódico de turno,  ni tiemblan por temor al verse en la calle con la disculpa de un reajuste.   Por poder,  lo que leí bien pudiera haber venido en cualquiera de los periódicos más radicales del mundo, porque la cosa nada tiene que ver con las “piadosas” mentiras  que nos cuentan los que están en el machito, con la “sana y única” intención de tranquilizar nuestros sobresaltos,  ni  con el aluvión de sobresaltos  con que la oposición pretende que nos echemos todos a la calle. Lo que ocurre es que los periódicos no suelen perder el tiempo ni  el papel en cosas como estas.

            Ignoro si fue un sicólogo o si fue un siquiatra, porque también ignoro donde termina la labor del uno para empezar  la del otro. Pero creo que fue poniéndoles  a sus alumnos un ejemplo de lo más gráfico, de como evitar las depresiones. Lo hizo comparando el peso de la mente   con el peso  físico. Tomó un vaso lleno de agua, se le ofreció a un muchacho pidiéndole le levantara a la altura de su cabeza, y le preguntó si lo encontraba pesado. Cuando ambos estuvieron de acuerdo en que no pesaba, le sugirió mantuviera el vaso dos minutos en aquella posición. Después un minuto más, y luego otro, y otro, y otro más. Cuando el muchacho  empezó a sentir auténtico cansancio, le pidió que dejara el vaso sobre la mesa para que sintiera totalmente aliviado su  brazo derecho.

            Lo mismo ocurre con las preocupaciones.   

            Lo malo no es lo grandes que puedan ser, sino el mantenerlas continuamente en nuestro pensamiento, porque llega el momento que es imposible  soportar la carga, y caeremos con ella. Los pensamientos desagradables muchas veces no se deben  o pueden olvidar, pero sí aparcar. Hay que evitar que de continuo graviten sobre nuestra mente, porque  la que pueden dañar.

                     Jesús González ©

1 comentario:

María dijo...

¿Por qué siempre das en el clavo?
Un abrazo
María