domingo, 5 de mayo de 2013

CADA LOCO CON SU TEMA...




            Y el mío es la edad.  No es que la locura me haga viejo. Tampoco es que la  vejez me vuelva loco.  Es que una vez llegado a viejo, (la palabra anciano, me da un poco de repelús), siento así,  como  la necesidad de escribir para aquellos que no lo aceptan, o para quienes viendo que la cosa no lleva remedio, se abandonan esperando el fin.



            También sé que difícilmente leerán esto los viejos, viejos, porque tanto los que se revelan como los que se abandonan, no suelen leer. Los primeros por la mala leche que debe crear el desesperarse ante lo inevitable, y los segundos por la falta de leche, (ni mala ni buena), a que debe conducir el abandono. 



            Ya sé que no es nuevo el tema, ni los consejos que yo pueda dar a nadie. Que son viejos los  dichos  de morir con las botas puestas, o de pié como los árboles.  Pero a pesar de ello, llegada la edad, hay muchos  que se olvidan de  “dichos” y refranes, y se vuelven incapaces para disfrutar con el canto de un mirlo en primavera o con una sonrosada puesta de sol tras los Picos de Europa cuando llega el otoño. Y estos son disfrutes que no debemos permitir que desaparezcan..



            Pienso que para mantenerse lo primordial es no perder la actividad. Hay que moverse y trabajar en  cosas que nos sean agradables, y cuando uno se quede sin fuerzas o estímulos para  esas cosas, hay que poner la ilusión en otras que estén a nuestro alcance. Y cuando falten las fuerzas para actividades físicas, ejercitar las mentales, que al fin  y al cabo  el intelecto es lo fundamental para el real disfrute de la existencia.  



            La lectura  es para mí el principal entretenimiento. Pero sé que no a todo el mundo le gusta leer, (aunque estoy seguro que  a muchos que no leen, les gustaría hacerlo si empezaran por cosas  afines sus propios gustos).



             Sé  también que el pensamiento es una máquina que ni de dormidos suele descansar. Sé que con la edad, hasta las pesadillas  de la adolescencia regresan para  fastidiarnos las noches. Y que son preferibles las pesadillas a los insomnios porque durante ellos, todo lo vemos más oscuro que la propia noche. El secreto para no verlo tan negro, no es más que un juego mano a mano con el propio pensamiento. Consiste en rechazar los fantasmas  que nos visitan, y recrearnos con sucesos placenteros ya vividos,  o con   fantasías creadas a nuestro antojo.  

 Os aseguro que es fácil ganar la batalla a los fantasmas de la noche si se pone empeño en ello…
                           
        Jesús González ©                                                       

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