martes, 16 de abril de 2013

MÁS DEL AGUAMARINA.







            Resultó ser  justamente lo que me esperaba: Una jaula sino de oro, sí  al menos de plata. El hotel Aguamarina de Menorca, situado en  Arenal d`en Castell  es un buen hotel al que para llegar a oro, según mi  modesta opinión del primer día, le faltan dos cosas muy simples: Un secador de pelo en el baño para las señoras, y conexión gratuita a Wifi. Aún con ello, aunque de oro, seguiría siendo una jaula, porque está en el culo de la isla: Una cala preciosa con playa bonita, pero  que en esta época del año está solitario y prácticamente incomunicado con el mundo menorquín. Aquí sólo llega un autobús por la mañana y otro por la tarde, que lo más lejos que llevan al viajero es a Mahón, la capital de la isla, que está a 17 kilómetros. Claro que allí hay combinación para ir a otros sitios, pero siempre es una jodienda.



            Como haber, sí que hay conexión a Internet, si  por ejemplo, se pagan cuatro euros por tres horas. A mí  me parece toda una “racanería” pensando que en cualquier lugar público de la Península lo ofrecen gratuito como gentileza de la casa a los clientes, especialmente los hoteles.



            Lo que voy a decir  quizás no lo viera así si no tuviera roto mi tobillo derecho y  pudiera como en  otras ocasiones, alquilar un coche sin conductor. De todos modos vale como advertencia para los que no lo alquilen y tampoco estén dispuestos a gastarse un montón de euros en las excursiones que aquí programan: Si con el paso de los días no descubro algo que me haga cambiar de opinión, os aseguro que este es un lugar al que no  he de volver,  ni recomendaré  a nadie para viajes con el Inserso. Más no dejo de  reconocer que en plena época veraniega esto será completamente distinto, porque abrirá toda la urbanización que ahora dormita como los lirones.



            Supongo que la isla es preciosa. Desde el avión se la veía  plana y verde, con la costa norte dentada de formas caprichosas con  calas de  playas  sugestivas.



            En el viaje desde el aeropuerto  al hotel me sorprendieron dos cosas: La gran cantidad de vacas pastando en los prados, y los  muchos y largos “morios” que separan unas fincas de otras, y que aquí  se conocen con el nombre de “pared seca”.Ambas cosas me recordaron los campos de mi pueblo en mi juventud, salvo estas inmensas planicies que no existen en mi tierra.



            Pues no. O al menos, generalmente no. Los caballeros no suelen tener barrigas enormes como las señoras.  (Escucha, Lines).  Aquí los hay con estómagos enormes. Tan enormes que supongo que hay muchos que  desde hace años no se han visto la colilla, si no es con la ayuda de un espejo.  Pero no son barrigas. Y aunque algunos  tengan que abrocharse la hebilla del cinturón  a la altura del “pirulí”,  ¿os imagináis cuantas satisfacciones de esta vida  han disfrutado antes de llegar a ello? Seguramente que litros y más litros de cerveza alternados con lechazos de Castilla…



            De todas formas no llega al diez por ciento de  hombres  gordos sobre las mujeres.  Como no me queda otro remedio más que permanecer horas en esta divertida recepción del hotel, me está sobrando tiempo para comprobarlo. ¡Y hay cada “escuchimizado” emparejado con cada  oronda! Anoche escuché decir a una que no podía dormir con su hombre porque como ella pesaba tanto, y tan poco él,  ella se hundía en la cama, él se le rodaba encima, y le eras imposible soportarle una noche entera en semejante posición.



                                                     Jesús González ©

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