Resultó
ser justamente lo que me esperaba: Una
jaula sino de oro, sí al menos de plata.
El hotel Aguamarina de Menorca, situado en
Arenal d`en Castell es un buen
hotel al que para llegar a oro, según mi modesta opinión del primer día, le faltan dos
cosas muy simples: Un secador de pelo en el baño para las señoras, y conexión
gratuita a Wifi. Aún con ello, aunque de oro, seguiría siendo una jaula, porque
está en el culo de la isla: Una cala preciosa con playa bonita, pero que en esta época del año está solitario y
prácticamente incomunicado con el mundo menorquín. Aquí sólo llega un autobús
por la mañana y otro por la tarde, que lo más lejos que llevan al viajero es a
Mahón, la capital de la isla, que está a 17 kilómetros. Claro que allí hay
combinación para ir a otros sitios, pero siempre es una jodienda.
Como
haber, sí que hay conexión a Internet, si
por ejemplo, se pagan cuatro euros por tres horas. A mí me parece toda una “racanería” pensando que
en cualquier lugar público de la Península lo ofrecen gratuito como gentileza
de la casa a los clientes, especialmente los hoteles.
Lo
que voy a decir quizás no lo viera así
si no tuviera roto mi tobillo derecho y
pudiera como en otras ocasiones,
alquilar un coche sin conductor. De todos modos vale como advertencia para los
que no lo alquilen y tampoco estén dispuestos a gastarse un montón de euros en
las excursiones que aquí programan: Si con el paso de los días no descubro algo
que me haga cambiar de opinión, os aseguro que este es un lugar al que no he de volver, ni recomendaré
a nadie para viajes con el Inserso. Más no dejo de reconocer que en plena época veraniega esto
será completamente distinto, porque abrirá toda la urbanización que ahora
dormita como los lirones.
Supongo
que la isla es preciosa. Desde el avión se la veía plana y verde, con la costa norte dentada de
formas caprichosas con calas de playas
sugestivas.
En
el viaje desde el aeropuerto al hotel me
sorprendieron dos cosas: La gran cantidad de vacas pastando en los prados, y
los muchos y largos “morios” que separan
unas fincas de otras, y que aquí se
conocen con el nombre de “pared seca”.Ambas cosas me recordaron los campos de
mi pueblo en mi juventud, salvo estas inmensas planicies que no existen en mi
tierra.
Pues
no. O al menos, generalmente no. Los caballeros no suelen tener barrigas
enormes como las señoras. (Escucha,
Lines). Aquí los hay con estómagos
enormes. Tan enormes que supongo que hay muchos que desde hace años no se han visto la colilla,
si no es con la ayuda de un espejo. Pero
no son barrigas. Y aunque algunos tengan
que abrocharse la hebilla del cinturón a
la altura del “pirulí”, ¿os imagináis
cuantas satisfacciones de esta vida han
disfrutado antes de llegar a ello? Seguramente que litros y más litros de
cerveza alternados con lechazos de Castilla…
De
todas formas no llega al diez por ciento de
hombres gordos sobre las
mujeres. Como no me queda otro remedio
más que permanecer horas en esta divertida recepción del hotel, me está
sobrando tiempo para comprobarlo. ¡Y hay cada “escuchimizado” emparejado con
cada oronda! Anoche escuché decir a una
que no podía dormir con su hombre porque como ella pesaba tanto, y tan poco
él, ella se hundía en la cama, él se le
rodaba encima, y le eras imposible soportarle una noche entera en semejante
posición.
Jesús González ©
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