martes, 5 de febrero de 2013

QUERIDO ABUELO, I



Querido abuelo:

Espero que estés bien. Yo tuve catarro; mamá dice que son virus, pero debieron pelearse entre ellos porque salieron espachurrados por mi nariz en forma de mocos. No pude ir al cole, así que hice en casa los dos trabajos sobre el horizonte y la escalera.

Sigo aprendiendo a tocar el tambor en la escuela de música folclórica, ensayo en casa y me dicen en todos que ya se saben de memoria cada retoque de “Río verde”. Me gusta tocar y notar como las baquetas se mueven casi solas, como tiemblan en mi mano y consigo tonos diferentes que se unen a las panderetas, a las gaitas, a las voces. ¿Sabes?, es un instrumento que se adapta a todos los demás, el tambor es el mejor amigo de todos ellos. Lo fastidioso es que pesa bastante.

Me han confeccionado un traje de Montañés auténtico, se parece a esa foto que tienes de mi bisabuelo, pero no me quise poner el pañuelo de cuadros en la frente. No iba bien con mi pelo pelirrojo.

El día de la cabalgata de los Reyes Magos, el grupo de la asociación Raíces Barquereñas, al que pertenezco, (dijo mamá que estuvieron cosiendo a toda prisa para terminar los trajes), acompañamos en todo el recorrido a la escena del Misterio y tocamos todo el tiempo. También va una niña compañera de mi curso en el cole, toca la pandereta. Es muy lista y guapa; empezamos juntos las clases de folclore. Ahora hay bastantes niñas en el grupo.

La Cabalgata de Reyes se ve diferente al participar en ella, todo cambia de colores y tamaños. Ves a los reyes muy cerca, a los caballos que pasean con los pajes y que casi los puedes tocar, cantas villancicos y la gente te felicita y admiran tanto colorido y alegría. La alegría se nota, ¿nunca te lo dije?, es como si te vistieras con ella por dentro, te hace temblar de emoción, te acaricia la cara, te da brillo a los ojos, te hace saltar y reír, hace cosquillas por dentro. Mamá dice que cuando te enamoras parecen mariposas revoloteando por el interior del cuerpo, así que igual tengo algo de enamorado, no sé; bueno, si sé, pero no te lo voy a contar que me da vergüenza y “ella” no querría que lo dijera.

Fuimos a recibir a los Reyes Magos al muelle. Desembarcaron de un barco que se llama “PEÑIL”, después de navegar unas cuantas horas para llegar hasta aquí; deben de ser muy mágicos porque no se marearon nada. Se subieron a las tres carrozas más grandes y bonitas que iban colocadas sobre unos tractores grandísimos y con unas ruedas inmensas, eran más del doble de altas que yo. Participaban muchas carrozas que también venían de los pueblos de este Ayuntamiento, ocupaban desde el puente Nuevo hasta el de la Maza. Algunas llevaban niños vestidos de pastores que tiraban caramelos, otras llevaban hasta ovejas, algunas portaban regalos envueltos en papeles de brillantes colores...

Había una carroza que parecía una cocina antigua, como esa que tenías tú en la casa vieja del pueblo. Le colgaban del techo chorizos, jamones, y hombres y mujeres vestidos con ropas de las de antes, pero de “antes, antes”, jugaban a las cartas en una mesa de madera; otros personajes freían tortos de maíz, boronos y cosas del matacillo, con fuegos y aceite de verdad. Había un grupo muy grande de montañeses vestidos iguales, se veían mucho con las faldas rojas y camisas blancas, repartían chocolate caliente y bizcochos; otros repartían sonrisas. El grupo de cornetas y tambores se vistieron de pajes musicales y daban un concierto o pasacalles a la vez que caminaban, tocaron sones diferentes de otras veces, emocionaba oírlos. Que te conste que nuestro grupo de montañeses y marineros de gala, también lo hacíamos...

Lo que más me gustó fueron los caballos; preciosos, de patas finas y cuerpo esbelto, brillantes, trotando lento y levantándose sobre las patas traseras y también el sonido de sus cascos sobre la carretera que parecían castañuelas ¡eran inmensos!; cuando sea mayor quiero saber cuantas razas de caballos hay. ¿Güelito, me ayudarás a aprenderlo? Los Reyes dejaron regalos a todos los de casa. Me encanta la Navidad.

Pues verás “güelito”, ese día, fui yo quien llevó el ritmo con el tambor delante del Belén y de los Reyes Magos en la plaza Mayor, mientras los del grupo cantaban y tocaban villancicos de hace muchos, muchos años, y lo hice bien. Me aplaudieron, bueno, nos aplaudieron a todos. Tocaron antes los cornetas y tambores, colocados en formación y estaban muy formales, a pesar de que algunos eran mayorísimos, casi tanto como tú.

Bueno abuelo, otro día te cuento más cosas. Intentaré escribirte de vez en cuando y hoy, empezaré a firmar diferente, porque ya soy mayor.

Un abrazo tan fuerte como el que dan las raíces a la tierra.



H.

P.D. Otro abrazo de mis hermanos.


Ángeles Sánchez Gandarillas ©
Febrero de 2013

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