domingo, 3 de febrero de 2013

LA NIETA DEL SEÑOR LINH





Pues mira lo que inventé: Resulta que en el Club de Lectura venimos a leer aproximadamente un libro  al mes. Luego nos reunimos en la Biblioteca Municipal, y bajo la dirección de Samuel Sánchez de Movelllan que es nuestro bibliotecario, comentamos la obra leída.

            Yo al día siguiente, o a lo sumo al otro, no me recuerdo prácticamente de nada de la novela.  Y en la tertulia de comentarios, me quedo con la boca abierta escuchando a los demás, que son capaces hasta de saber con motivo de qué, llevaba la protagonista las bragas en la mano.

            Hoy me inventé esto de hacer el comentario por escrito, porque si se me olvida para el día señalado, cojo el papel, y lo leo.

            La novelita se lee en un “pis pás.”  Es muy corta y de una narrativa sencilla, pero sabe mantener el interés.  A lo mejor un poco reiterativa  por el excesivo celo del viejo señor Linh, por su nieta. Aunque tanpoco es tanto teniendo en cuenta la situación. Que debe joder un rato encontrarte en un país extraño con el cielo arriba, la tierra abajo, una nieta de meses en los brazos, y sin conocer ni una palabra del idioma del país que estás pisando.

            A mi me fastidiaron bastante los compatriotas del señor Linh que estaban en su misma situación, y se mofaban de él.  También me molestó que los empleados de aquella casa de refugiados no pusieran el cuidado suficiente en atender al bebé, pues por muy bien que pudiera hacerlo el abuelo, no era lo suficiente.

            Menos mal que encontró a un  señor gordo y fumador  que se ocupó de ayudarle a vestirla. Era un tío cojonudo el señor gordo que sin mediar palabra alguna, (bueno, palabras si mediaron, pero como si no, porque el otro no entendía ni papa), logró hacerle feliz por unos instantes, y además, “feliz entre comillas”, porque aquella felicidad no podía ser mucha, teniendo en cuenta todo lo que el viejo había dejado atrás.  Además esta felicidad del encuentro de los dos hombres, fue gracias a la muerte de la mujer del tiovivo, que si la señora no estira  la pata, el señor gordo no va  al banco aquél a meditar su viudez, y no se  encuentra con el chino de marras.    

             También me repateó un poco las tripas la coño intérprete de las narices, llamando “tío” al pobre viejo. Vamos, como si fuera un colega de ella con el que cada día se fumara un porro.  Si Philippe  Claudel que es el autor del  libro y  el inventor del personaje le llamaba señor Linh, no sé porqué ella tenía que tratarle con menos respeto.

            Al final me recordé de Alfred Hitchcok y su película Psicosis.  La propaganda del estreno decía en aquellos tiempos con grandes  titulares: “No cuente a nadie el final de la película.”  La reacción popular fue lo contrario: ¿Has visto Sicosis? – No. – Pues la madre, era él.  También  a mí me entran ganas de hacer un comentario a las risas de sus malvados compatriotas, pero me aguanto.

                                                      J. González ©

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola "hermosura”.
Veo que Claudel te conquistó y viviste esa historia como algo tuyo. Podemos llamarle escritor, con todas las de la ley, a quien despierta las emociones y te lleva con ella, sintiéndola, recreándote en un escenario que se viste también de nuestra realidad. Me gustaron estas pocas páginas, definiendo detalles y sentimientos en un escenario con dos personajes.
Abrazo.