martes, 5 de febrero de 2013

ENTRE DAVID Y JORGE...




       
     Estuve en Tenerife, y como siempre que voy, me acerqué a saludar a mi viejo amigo David. David no debe llamarse David, porque David es un indio de la India, y además de ser indio es también hindú. (Al menos, durante muchos años vi en su comercio imágenes de los dioses Brahma, Shiva y Vishnu). Lo que ocurre  es que los nombres indios, por lo que tienen de difíciles, entorpecen  las  conversaciones comerciales, y cuando se instalan en un país se encasquetan nombres del lugar.  Por eso tiene un hermano llamado Ricardo y otro Carlos, que tampoco se llaman así. De la familia, solo Renhu, que tiene el comercio  en el Puerto de la Cruz por encima del  Hotel Meliá, conserva su nombre auténtico.



            David era un chaval cuando yo le  conocí, y yo tenía en aquel tiempo cuarenta años menos.  Le compré un tomavistas Super 8 porque mi amigo Chano era médico de su familia, y esto me pareció como una especie de garantía de que no me iba a engañar, y acerté. Además, nos hicimos amigos.



            Después  David fue creciendo, y en otro viaje me contó que al mes siguiente marchaba a la India para casarse con una mujer que no conocía. Y siguió la tradición familiar, según me dijo porque su abuelo estaba muy enfermo y sentía la necesidad de verle casado con la mujer que habían elegido para él,  antes de morir. Mas tarde conocí a esta mujer que realmente es hermosa, y que a pesar de vestir al estilo europeo tiene en su rostro el pequeño tatuaje que acredita  la casta a la que pertenece.



            David  fue siempre un hombre cuyo semblante infunde paz.  Me contó un día que todas las mañanas cuando se levanta, se sienta sobre un cojín que tiene en el suelo, a meditar durante una hora. Cuando le pregunté qué meditaba, me respondió que sobre las enseñanzas que su maestro espiritual le mostraba, y me aseguró que si por cualquier motivo dejaba de hacerlo, se sentía insatisfecho lo mismo que si no se hubiera duchado.



            David  me sorprendió el otro día cuando después que una clienta le compró delante de mi una blusa de seda natural,  metió los céntimos de euro que la mujer le dio en una hucha que tenía por un lado la imagen de Jesucristo y por el otro  la Virgen del Carmen.



            - Pero David, tu no eres católico…       

 

            -Yo soy católico, soy protestante,   soy anglicano, evangélico,  mahometano,  hindú, budista…



            Y a medida que hablaba  me ponía sobre el mostrador una hucha de cada religión, donde depositaba monedas según calculaba  él, que sería la religión  del cliente de turno.



            -Dios es uno. Solo uno,  y las religiones no las inventó Él.  Las religiones las inventaron  los hombres. Yo estoy de acuerdo con todos los que  bajo cualquier confesión, le tengan presente.



            Cuando me despedí me regaló un libro titulado “La Espiritualidad Básica” del hindú Radha Soami



            Jorge es mucho más joven que David, y le conozco desde que nació.  Jorge si se llama Jorge Es el cuarto hijo de mi compadre Chano, y fue tan travieso de niño, que cuando fuimos a su primera comunión, me preguntó muy serio el día antes:



            -Jesús, tu crees que ahora cuando haga la comunión se me irán los demonios del cuerpo?    

 

            Creo que del todo no se le fueron. Hoy  Jorge es osteópata acreditado y  tiene su consulta  en el número 3 de la Calle Mocán del Puerto de la Cruz.



            Cuando me vio caminar renqueando se interesó por mis piernas, y cuando mi mujer se quejó de sus rodillas se interesó por las de ella.



            -Mañana a las cuatro, ( las cinco peninsulares,) os espero en mi consulta.



            Grande, de salas espaciosas y aspecto entre gimnasio y quirófano. Yo miré a ver si por las paredes había alguna imagen del dios Brahma o Shiva, porque salvo un masajista  para una dislocación de huesos o cosa parecida, estas cosas  naturales me parecen tan artificiales, que no acabo de creer en ellas.



            Coro y Ruht guapas y sonrientes, nos recibieron una a cada lado de Jorge, quien después de enseñarnos todos los rincones de la consulta, nos hizo tumbar sobre la mesa quirúrgica que había en cada apartado.  Inició a Coro en el masaje de mi columna vertebral, y marchó a poner a Rhut en marcha sobre la columna de mi mujer.  Jorge iba  y venía del uno al otro hundiendo los dedos de sus manos sobre mis pobres huesos que aguantaron silenciosos los sucesivos embates.



            Cuando a ellos les pareció que la columna había sufrido lo suficiente,  se ensañaron con mi muslo  izquierdo. De vez en cuando Coro cesaba en su tarea, se acercaba  a mi cabeza, y se agachaba para hacerme  el rato agradable con algún comentario simpático.



            Sin esperarlo llegó Jorge con una aguja en la mano preguntándome que tal aguantaba yo los pinchazos, y casi sin darme tiempo a responderle, me la clavó en la parte exterior del dedo pequeño del pie izquierdo



            -¡Ostras…! -. Le dije.  Porque el “estocazo” dolió un pelín.  Después le pedí me explicara que significaba aquel cacho de acero incrustado en semejante sitio.  Me habló de energías negativas, de electricidad estática y de otras  cosas que a mi me sonaron a chino, y  dijo que aquella aguja era el cauce por donde las harían salir de mi cuerpo.



             Así, casi como esa Anne  Germain que a veces sale en la tele diciéndole a gente que conectó con el espíritu de su madre o su abuelo, para decirle que está de puta madre en el sitio donde está y que no sufran por él.



            Pero con una diferencia:  Que a los  clientes de la tal mediun le caen unos lagrimones gordos como puños porque iban predispuestos a creer  todo lo que la inglesita de cara inocentona les contara, y  a mi, que iba dispuesto a no creerme mucho de la incidencia de aquellos dedos sobre  mis huesos y músculos,   entre  Coro y Jorge, me aligeraron  las piernas de tal manera que pateé durante días las calles y avenidas del Puerto de la Cruz como cuando tenía quince años menos.



            Pues eso, que entre David y Jorge me hicieron sospechar que aunque hay cosas que  a mi me parece que no, puede ser que también pueda ser que sí.



                                               J. González ©

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola Jesús.
Me ha gustado este reportaje de la vida, la enseñanza del sobrevivir y respetar a todos, con todos y en todos.
Sabiduría.
La plasmaste en unas letras que conquistan al lector.
Abrazo.
Lns.