lunes, 17 de diciembre de 2012

SOÑANDO CON UN SUEÑO



Disfrutaba de la agradable sensación que el cálido viento del sur le producía en su rostro mientras atravesaba la, casi desierta, explanada que la separaba del aparato que estaba a punto de convertir su sueño en realidad, a pesar de todos los impedimentos  que la vida se había encargado de poner en su camino.

Saboreaba  todos y cada uno de sus movimientos que le permitían acercarse con su  maleta rodando sobre el asfalto de la pista, hasta el pequeño avión que ya ponía en marcha sus ruidosos motores. Curiosamente no parecía que fuera a compartir el vuelo con muchos viajeros, cosa extraña, pues le habían comentado en la agencia de viajes que aquel era uno de los destinos más solicitados en aquella época del año.

Subió por la escalera que la conducía a la parte delantera del avión donde dos amables azafatas le dieron la bienvenida y le indicaron que, debido a la escasez de viajeros, podía sentarse, si lo deseaba,  en primera clase con toda tranquilidad. Agradeció el detalle y después de colocar su equipaje en el altillo tomó asiento en una de las primeras filas. Se abrochó el cinturón de seguridad y después de acomodarse todo lo mejor que aquel espacio le permitía cerró sus ojos en busca del relax que tanto necesitaba.

Respiró hondo e intentó apaciguar los latidos de su agitado corazón, a la vez que regularizaba su respiración inspirando profundamente y soltando todo el aire de sus pulmones muy lentamente. Intentó dejar su mente  con la menor actividad posible. No quería pensar en nada ni en nadie. A partir de aquel momento disfrutaría de cada instante que viviese como si en su vida no existiese nada más que lo que la rodeara en cada instante que iba a vivir.

A penas notó, ya sumida en un ligero duermevela, como el avión despegaba y el monótono sonido de los motores a velocidad de crucero la acunaba. Su recurrente sueño volvió a situarla en su siempre añorada Granada.

La tarde estaba llegando a su fin mientras descansaba apaciblemente en uno de los bancos que el mirador de San Nicolás tiene a la sombra de sus frondosos árboles. Aunque el calor primaveral  todavía no había llegado a sus más altas cotas, la caminata por  las estrechas, pendientes y laberínticas  calles del Albaicín  la había agotado. Frente a ella se erguía la espectacular Alhambra, teniendo como fondo la hermosa estampa de los, todavía nevados, picos de Sierra Nevada.

Estando  La Plaza de San Nicolás y el conjunto de Palacios Nazaríes  separados por un profundo barranco, el efecto visual hacía factible que con sólo estirar su mano podría llegar a tocar tan espectacular construcción con la punta de sus dedos.

Poco a poco iba cayendo la tarde y las sombras iban tiñendo el cielo mientras los últimos rayos de sol reflejados en las nieves que cubren  las cumbres de la Montaña del Sol iluminaban de nuevo las grandiosas  edificaciones árabes.

El encanto del momento se ve roto por las voces asustadas de unos niños que llaman a su madre. Cada vez se escuchan más cercanos los gritos de auxilio, incluso algunas de las voces le recuerdan a sus hijos, pero no puede ser, ellos están a cientos de kilómetros. Este viaje ha querido hacerlo sola para desconectar de todo y de todos. Los últimos tiempos habían sido muy duros con su separación, las deudas, el desahucio…

Pero ¿por qué no callan esos gritos?... ¿Dónde está la madre de esos pequeños?... ¿Por qué me zarandean a mí?... Dejarme... quiero seguir disfrutando del magnífico espectáculo que la naturaleza me está brindando… ¡Por fin un momento de felicidad en mi vida,  no me lo estropeéis…!

El sonido de la sirena de una ambulancia acercándose hizo que notase como un fuerte escalofrío recorría todo su cuerpo.  Sus ojos se abrieron  y en su mirada se reflejó el sufrimiento y el miedo. ¿Qué hacía allí tanta gente mirándola? ¿Qué había pasado? Vio a sus hijos con lágrimas en los ojos que intentaban levantarla del frio y húmedo suelo. 
-¡Mamá despierta! Ya está aquí el médico. Te curarás enseguida. Ya verás como pronto estarás bien, ellos te darán comida caliente y te pondrás fuerte de nuevo...

El sueño volvió a vencerla. Se abandonó a él como un náufrago que pierde las fuerzas en la corriente. Ha estado soñando y sin embargo hacía mucho tiempo que no podía dormirse.

Laura González Sánchez ©

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Tus escritos crecen en todos los sentidos, en todas las estaciones,
como el laurel del que procede tu nombre y que premia a los mejores con una corona de sus hojas...

Laura dijo...

Gracias Lines. Bonito comentario. Ya veo que sigues leyendo mis escritos con gran benevolencia. Un beso.