sábado, 15 de diciembre de 2012

MÚSICOS.


Entré en la sala como siempre y  me dirigí al escenario, allí se encontraban los chicos con su cara de “llegas tarde”,  pedí disculpas con una leve sonrisa y ellos la aceptaron.

Cada uno se coloco en su puesto: Carlos a los teclados, Marta a la batería, Inés al bajo y yo con mi vieja guitarra al micro.

-¿Por cuál empezamos?

-¡Por Al Alba!, dijeron al unisonó.

-Como siempre ¿entonces?, pero luego nos alegramos un poco.

Tocamos como nunca, primero al alba era como nuestro talismán y nos hacia recordar al mundo, y después Serrat, Sabina, pasando por los Beatles y acabando en pop como la oreja de Van Gogh.

Tras tres horas ensayando, no nos quedaba ningún tipo de música que tocar y decidimos que por hoy, había estado bien. Cada uno volvió a su verdadera vida dejando los sueños en su instrumento musical.

De camino a casa, Marta decidió acompañarme tenía algo muy importante que contarme, o eso decían sus ojos llenos de nervios.

-¡Me ha llamado Lucas!

-¿Quién?

-David de verdad, tu despiste ya es de médico.

-Vale lo que tu digas pero… ¿Quién es?

-El dueño del Cefeo, que quiere que toquemos dos veces a la semana ¿Cómo te quedas?

Tras un minuto sin poder articular palabra solo pude decir:

-¿Habrás dicho que sí?

-Por supuesto, lo único que tenemos es una condición.

-¿Cuál?

-Él elige nuestro repertorio y  su sobrino será nuestro nuevo bajo, claro eso me lo dijo después de aceptar.

-Marta, para mí tocar con vosotros, nuestras canciones es un sueño y yo elijo como es mi sueño y no Lucas.

-Me imaginé tu respuesta y rompí nuestro contrato verbal.
Con una sonrisa de niña buena me dijo:

-Pero justo al hacerlo me llamó Rosa, la dueña de una discográfica muy modesta que nos había escuchado ensayando en nuestro local y quiere ayudarnos con nuestro sueño.

Y ahora cierra la boca y quita esa cara de bobo que nos espera en el Cefeo para hablar con nosotros.

Jezabel Luguera ©

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