lunes, 1 de octubre de 2012

CAMBIO


Llevo observándote un año y noto cambios en tu cara, en tus gestos, en esos ojos que brillan todo el tiempo con cierta serenidad.


La piel de tu cara está tersa como corresponde a tu edad pero, ha adquirido la suavidad que emana la ternura. Te ha embellecido más, por dentro y por fuera...

Tu rostro acusa el paso de las lágrimas salobres e hirientes por esa piel de hoy, esa sensación áspera de fin y de tristeza, de saber y aprender de esa verdad que nos aplana con la falta de los que queremos. Ayuda a comprender que la vida es nuestra obligación, que debemos aprovecharla en las cosas más sencillas y desapercibidas.


Los aromas de las flores llegadas con los vientos, los colores del cielo que hasta en el cementerio se tiñen de vitalidad, de las mareas que cubren y descubren nuestras rías, bajamares que dejan en seco nuestros aislados llantos en la compuerta de la ausencia de la vida...


Quizá hayas visto el silencio que hoy empuja contra esas dobles puertas acristaladas y nos hace reflexionar sobre la realidad del fin y recordar lo mejor de todos ellos, solamente lo mejor.


Recuerdo tu tremenda energía y fuerza, tu creencia de que solo por empeñarte todo cambiaría.


Lo creías a ciencia cierta.

Sí, querías cambiar el mundo, hacerle más justo, cambiar a los tuyos y evitarles sufrir, castigar a los que así lo pretendieran, eliminar lo desagradable, querer a quien se lo mereciera, a nadie más...


¿Lo recuerdas?


Ahora aprendiste y evolucionaste.


Lo has aprendido casi todo.


Aprender, aunque no lo creas, es el marco por donde pasar con la vida entera. Hasta lo inconveniente, es algo que se ha de experimentar, igualmente te hará fuerte y sabia.


Seguro.


La rabia de enfrentarse con lo ya sucedido es innecesaria, no cambiará nada, ¿eso lo aprendiste? Sí que lo hiciste, lo noto en la calma que emana de tus ojos.

Comprendiste que hay buenos y menos buenos, dolores y enfermedades que son inevitables, la alegría infinita de dar la vida a un ser, en querer tal como sean sin esperar grandes cambios, aunque lo intentasen; que la envidia es una enfermedad terrible y quien más la padece es el envidioso y que no por ello son malos; y aprendiste a evitar los daños colaterales en discusiones interminables pues, la razón es lo mejor repartido del mundo, ¡todos creemos tenerla!...


Todos, todos, tenemos cabida en este mundo y al menos, un valor que entregar...


Sí, estoy orgullosa, aprendes y te enriqueces en ese proceso de pequeños cambios en la búsqueda de lo positivo.

Quieres con la calma del que camina pacíficamente y lo haces en entregados abrazos. Pero eso ya lo sentí en carne propia hace unos cinco años.


Sé que sigues teniendo esa percepción, sí, la que nos hace entendernos con una sola mirada.


¿Sabes?, siento no poder abrazarte como quisiera. Temo asustarte. Sería un abrazo tan intenso que te sorprendería, más, llegará ese día en que tendrás capacidad para recibirlo.

Y yo para dártelo.


Llegará.


Lo notarás.

Será la conjunción de todo ese aprendizaje.


Porque, yo aprendo también a quererte en esa serenidad que hoy te hace diferente.


Y sensible.


Y especial.

Valora los buenos momentos -son incontables, cada segundo trae uno a disfrutar- que sanan el espíritu, reconcilian con la realidad y con la vida.


Un abrazo para ti y todos los que tiene la suerte de tenerte cerca.



Ángeles Sánchez Gandarillas ©
Otoño de 2012

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