viernes, 21 de septiembre de 2012

SE FUE EL VERANO


Como éste, pocos. Yo al menos no recuerdo un mes de agoto y principios de septiembre con estas temperaturas más propias de las Islas Afortunadas que de nuestra zona norteña. ¡Pero si incluso a media noche puedes estar a la intemperie en mangas de camisa en cualquier terraza del pueblo!

Los hosteleros no dejarán de ponerle peros, más que culpen de ello a los políticos que crearon la crisis, que son los únicos culpables de que contemos y recontemos el dinero buscando la forma de ahorrar un céntimo, que este año bien libre de culpas está el hombre del tiempo, que se hartó de colocar soles y más soles sobre la cornisa cantábrica.

Fueron el colofón La Barquera y El Mozucu. Media hora antes de empezar la misa ya estaba yo sentado en uno de los bancos delanteros, y confieso humildemente que no precisamente por devoción. Fue el peso de mi cuerpo quien me obligó a buscar con tiempo donde colocar mis posaderas, pues las piernas avisaban de que ya no tenían las fuerzas de antes para soportarme de pie en el portal, donde otras veces alternaba los salmos religiosos con los saludos a conocidos que se acercaban.

Cantó bien la Coral Barquera, pero que queréis que os diga, a mi me pone, (como dicen ahora las masas juveniles,) el canto del pueblo llano. En pocos lugares escuché yo cantar, como cantan los hombres y las mujeres en las iglesias de San Vicente.

Misa con cinco curas de blancas casullas, y las autoridades a un lado y otro del altar. Las autoridades y Monchi, que se sentó al lado de nuestro alcalde y estuvo todo el rato pendiente de donde colocaba éste las manos para hacer él otro tanto. Que el alcalde ponía detrás las manos, detrás las colocaba Monchi. Que las ponía delante, también las ponía Monchi…. Y así se pasó la misa: los curas pendientes de sus jaculatorias, el pueblo pendiente de los curas, Monchi pendiente del alcalde, y yo pendiente de Monchi, que me hizo más llevadera la larga ceremonia.

Después fuimos a tomar el aperitivo al Hotel Miramar., que según parece hace años que invita a la Coral, al pleno del ayuntamiento, a los curas, las monjas, y a un gran puñado de amigos a tomar en su jardín unas tapas deliciosas acompañadas de lo que cada cual quiera beber. No es que yo hiciera como aquél que acudía a todas las bodas, y cuando en una alguien le preguntó quien le había invitado, respondió que nadie; pero que tampoco nadie le había dicho que no acudiera al evento. A nosotros nos invitó la primera vez Isabelita ,que así llamábamos de jóvenes a Isabel, la mujer de Juanjo, y que ya era amiga de mi mujer cuando ambas eran solteras. ¡Hace quinientos años!

En la misa eché en falta a Foncho. Ya había notado su falta en otros eventos, pero al llegar aquí, yo que soy retrasado de mollera, recordé que si no recordaba mal, (cosa que también pudiera suceder a cuenta de que en llegando a cierta edad se empieza a chochear), por estas fechas es cuando Rafael se suele ausentar para recorrer las cumbres de Austria, Suiza, o Italia, que en tratándose de hacer montaña, a nuestro director del Taller de Escritura le importa muy poco cruzar las fronteras que haga falta cruzar, y vete tu saber si a estas alturas no está empericotaúcu en la cima del Mont Blanc.

Para despedir al verano se instalaron las casetas de madera en la calle Padre Ángel, que animaron los atardeceres de la Villa. Oye, cómo moscas a la miel. ¡Como si lo regalaran, acudió la gente! Yo me conformé con dar un paseo, y… nada más. Para tomar algo allí hubiera necesitado tener como en la iglesia, un banco donde sentarme. Que lo sabroso es eso, degustar con calma las cosas, y saborearlas entre parrafada y parrafada con los amigos. Yo, amigos si que tengo. Y creo que de los buenos, pero como no tenía el banco de marras, al paso que voy, de pie, dentro de poco ni para hacer pis

Y por último El Mozucu. ¡Fue la marabunta! Se pelaron montones y montones de patatas. ¡Y qué patatas! Ni en fotografía las había visto yo tan grandes! Como siempre, el sorropotún, exquisito. Aunque todo hay que decirlo: un poco escaso de bonito. A lo peor, fue que tuve mala suerte, pero en un buen plato de ello, solo dos “tajaúcas” minúsculas me tocaron.

Comentábamos mientras lo comíamos que no debería ser gratuito. Un par de euros por cada vale supone diez mil euros en las cinco mil raciones, más o menos que se despachan. Y al ayuntamiento le sería menos gravosa la fiesta. O podrían achicar un poco la cantidad de patatas y aumentar la de bonito, que no estaría mal.

Por lo demás la gente se divirtió de lo lindo, unos a su manera y otros animados con la música de Marcelo y Rufo. Luego las nubes quisieron avisar de eso, de que el verano declinaba, y nos enviaron un pequeño chaparrón para que nos fuéramos haciendo a la idea de lo que probablemente nos espera de ahora en adelante.

Pero este año, el verano fue genial.

Jesús González ©

1 comentario:

lns Ángeles Sánchez Gandarillas dijo...

¡Mira qué bonito resumen del verano!
Cumplir años indica que está uno vivo, luego, es la mejor noticia y, sentarse es un sintoma claro que tienen la mayoría de los escritores, es una manera de escribir a gusto...
Cuando nos tropecemos, te contaré otra que he descubierto, solamente de pensarlo me río "toa".
A-brazos-partí-dos. Lines