lunes, 20 de agosto de 2012

UN CALOR DE JUSTICIA

  

          Menudo mes de Agosto. Arde hasta el asfalto de las carreteras. Ni una mala cara he visto este año por los soportales de San Vicente, porque ni va la gente a tropel envuelta en chubasqueros, ni los padres tienen que arrastrar a críos que lloren porque a falta de playa no hacen más que pedir chucherías a gritos.

            Este verano se tuesta del cuerpo humano lo que haga falta tostar, y un poco más. Pero si debe estar todo dios meciéndose sobre las olas, pues os juro que llevo casi una semana sin recibir un solo correo electrónico. ¡Increíble! Con la cantidad de veces que he tenido que eliminarlos sin leer, porque no me da tiempo de tanto como recibo.

            Y la crisis, ni verla a juzgar por la cantidad de gente que hay en este pueblo. ¿Qué gastan poco? Pues será si vosotros lo decís, pero yo veo las terrazas de bares y restaurantes a reventar. Y llenos los vasos y platos, que no están arrascándose la barriga. Puede ser que sea el canto del cisne, puede ser. Y que el verano próximo estemos solos, ya veremos. Pero por el momento…

            Y acabó de rematar la cosa el “Mercado Medieval”. Creo que fue el viernes por la tarde cuando le visité.  Y nada más iniciar la subida, me encontré lo mejor que podía esperar: a María nuestra antigua bibliotecaria acompañada de su hijo y de su madre. ¡Coño, María, que abrazo le dí! Por lo demás el mercado, lo de siempre, pero con menos tenderetes. ¡Y con menos “medievalidad”!  Dos gigantes y cuatro cabezudos que dan un par de vueltas por allí , y se acabó. Los ayuntamientos les exigen poco o nada, y los vendedores cada año  lo van convirtiendo en un mercadillo más. Pues con los precios que tienen, bien pueden vestirse mejor de época, y decorar sus puestos con motivos medievales. No conformarse con cuatro pendones colgados del castillo que no los ven más que los que regresan de la playa, desde el Puente de la Maza. Una tableta de chocolate de ciento cincuenta gramos, tres euros. (¡Cuatrocientas noventa y nueve antiguas pesetas!) Un  kilo de queso, veinte euros (Tres mil trescientas  veintiocho antiguas pesetas) ¡Joder, con los “medievaleros”,! Con esos precios bien podían ponerse al menos un jubón para darle ambiente a su venta…

            Nunca vi en San Vicente tanta gente como la noche de este sábado. ¡Menudo ambiente! Y que temperatura. ¡Hasta a mi me apetecía pasear, a pesar de tener las patas como un burro pelgado! (Así se decía en mi pueblo cuando a un animal  se le ataba en corto una pata con otra para que no se fuera muy lejos.)
                                        Jesús González ©

2 comentarios:

María dijo...

Y esta vez no he sido yo la que te pidió que hablaras del tiempo, ¿eh?
Por cierto, enhorabuena.
Un abrazo
María (desde Sarón)

Anónimo dijo...

¡Se hace saber,
qué Jesús González González,
ha cnseguido,
el accésit al escritor local
del concurso literairo
de la villa barquereñs...!!!
Otro abrazo así de grande, fermosura.
Lns