lunes, 2 de julio de 2012

SABIENDAS.



Tarde de ausencias que alimentan los recuerdos, soles que ensombrecen la distancia y enlutan los caminos del encuentro..., y temo la nostalgia de un corazón que alejó la suerte del amor, aquel que terminó en tus mentiras que deseé, aún siendo falsas, que alentó mi alma y seco todo mi cuerpo.

Creo que la vida se me ha ido sin recorrer ni una distancia, asomada a la puerta del poder de someterme al aciago mentir del adorado... Añoro la razón de mis sentidos, de todos ellos, incluso cuando supe del sigilo y la mentira, del escaso amor que me tenía, del estúpido tiempo de la espera, de una esperanza que moría día a día, sabiendo como nadie que yo estaba desasida de la brida y cabalgaba sin control, y sin apegos, sin el agua que da vida, sin pasión de esa historia recordada, en solitario...

Al menos sola no me herirían...

No importaba, pues seguía desnudada de cariños y ternuras..., pero, nadie me mentía, nadie dañaba, nadie existía.

Lo sabía, lo sabía y no lograba desasirme, ni bajar de la montura, ni acabarme la bebida del veneno y de intentar fabricarme esa distancia, esa que al fin me salvaría...

No hubo freno a la locura; me dolía la ponzoña que rompía mis adentros, cuando estabas o te ibas; al marchar yo te apretaba entre mi pecho y deseaba tu partida, porque yo no conseguía separarme; roca a roca no se aman ni se sueldan, roca yo, mirando al sol, el otro lado, estabas tú, la roca fría...

Te entregué cuanto tenía, la verdad, las emociones, entregué y desvestí toda mi alma y te la di, a sabiendas de los riesgos, fuera mentira o carcajada, a sabiendas de que tú presumirías de batallas que te dí, tan desarmada como al día una luciérnaga, desprovista de las ramas y luciendo sin sentido bajo el sol que mas destella, sinsentidos, sin esperas, sin la vida que se alarga reclamando una mísera caricia, una sola, esa misma, la sincera...

A sabiendas y aún así, ¡cómo dolía!

Ángeles Sánchez Gandarillas ©
1-VII-2012

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