viernes, 20 de julio de 2012

EN LA ONDA


No se donde nació la idea; ni siquiera si fue de él, o de otra persona. Pero en nuestro Taller de Escritura nos dijo un día Foncho, que los micrófonos de Radio Occidental estaban a nuestra disposición, para que pudiéramos leer nuestros trabajos.

Creo que pasaron unos meses sin volver a escuchar una sola palabra sobre el tema, pero otro día, de forma sorpresiva, como casi todo lo que dispone nuestro coordinador Rafael, dijo: “El jueves, a las seis de la tarde, uno de nosotros debuta en la radio”. Y a continuación, pidió voluntarios a leer, con el fin de hacer una lista, y asignar las fechas de cada uno.

Yo dije que no leía. Como escribo, ya lo ves tú, que me lees. Pero como leo, no lo escucharán tus oídos. ¡Leo fatal! Soy incapaz de coordinar la vista con la palabra. Pudiera ser la falta de costumbre de leer en voz alta. Sobre todo sabiendo que te escuchan, que te puedes equivocar, y meter la pata hasta el corvejón. Esta posibilidad me atenaza, y me hace sentir pánico al ridículo.

Pero un día Foncho insistió, y Lines que le acompañaba me dio otro empujón. ¡Pues voy a leer! Total, si meto la pata, ya la sacaré. Otros la meten en cosas mucho más importantes, y se quedan tan frescos. Que me trabo, ya me destrabaré. Que hago punto donde sólo hay coma, con tirar para adelante se arregla todo.

Y fui a la radio el día señalado. Oye, llevaba la chuleta escrita con letras gigantes y los renglones separados una cuarta el uno del otro. Lo había leído para mis adentros veinte veces, y en voz alta otras tantas. Casi lo aprendo de memoria, pero es igual. Eso no sirve de nada. Los micrófonos, los cascos, y toda la parafernalia de teclas y botones, te ponen nervioso por más que tu intentes dominar la situación.

Y luego estaba Sara, la locutora, que yo no conocía. Guapa. Bien plantá, detrás de los cristales, y con una melena de pelo, que ya quisiera para sí Sara Carbonero. Oye, llevaba unos pantalones vaqueros de esos cortos y veraniegos, que le sentaban de maravilla. Mira tu por donde, me dio confianza. No sé si la melena o los pantalones. A lo mejor las dos cosas juntas. Me empezó a preguntar, y les respondí tan tranquilo. (A lo peor, no tanto,) ¡Pero si yo tengo nietas mayores que esta criatura…! Y después, cuando me hizo la señal convenida, empecé a leer. Leí, y me quedé tan fresco.

Más tarde me escuché en la grabación que me dieron, y la verdad es que pude haberlo hecho mejor. Pero tampoco pretendo yo ser un Boby Deglané, ni vivir de la palabra. Así, que para un viejo como yo, la experiencia no estuvo mal. ¡Fíjate que hasta pienso en repetir…!

Jesús González González ©
Julio 2012

1 comentario:

Anónimo dijo...

Como te dije hoy, Jesús, me encantó esta crónica de la radio.
Sabes, leer con la sonrisa puesta en la cara y en el alma, dice mucho del escritor, comenta al oído de su espontaneidad, indica la lección de su saber, de la caricia de su sensibilidad..., conquista y lleva a la lectura.
Abrazo "fermosura"