Los cuentos infantiles que leímos en de la década de los cincuenta, nos llevan a ver a los malos como muy feos, a los bellos como muy buenos, a los ricos como el dechado de delicadeza bienoliente, bondad y belleza y a los pobres, brutos malolientes, sucios, feos y malos.
Si eso hubiera sido cierto, todos los feos estarían/amos encarcelados y la vida sería un Edén para los demás.
Habría también, una pléyade de personajes bien vestidos, bien hablados y bienolientes que nos engatusaran, tendrían nombres especiales, pero no se llamarían ogros, ni monstruos, ni animales descomunales, ni sus babas serían pegajosas o malolientes, nada de eso. Estos cuentos de ahora tendrían protagonistas que se llamarían: Alí Babá y los cuarenta políticos, el banquero saltarín, Pulgarcito el piadoso, el abogado y los siete enanitos, la hipoteca de los tres cerditos, etc., y todos ellos llevarían un apellido que acabaría de hacerlos inaccesibles: Prósperos.
Menos mal que son unos pocos, ¿o no?
Esos cuentos de nuestra más tierna infancia, ha deformado nuestra percepción de la realidad, incluso, al valorarnos a nosotros mismos..., porque, ¿quienes somos ahora, los buenos, los malos, ó los ogros que protestan...?
Ángeles Sánchez Gandarillas ©
28-VI-2012
2 comentarios:
La ilustración del relato, muy buena...
Y, ¿quién será Pinocho?. ¿cuántos Pinochos hay?
La dama de hierro
No lo sé, pero, Geppeto nos hizo una faena curiosa y el hada, ¡no digamos!, mira que dar vida a un mentirosillo con cara de bueno; si por lo menos, en la realidad se les alargara la nariz a los que mintieran...
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