A medida que pasaba el tiempo, la vida en común se hacía más complicada. Los hijos se habían independizado y ambos estaban jubilados.
La última discusión fue digna de olvidar.
Cuando los gritos asomaban descarados a las bocas, decidió lo que siempre la calmó. Salir a la terraza a cuidar su única y gran maceta.
Hacía ya veinte años que la habían regalado un pequeño tejo; crecía bien y muy sano. La dijeron que era un árbol autóctono de Cantabria y en aquel rincón, medio a la sombra, demostraba su agradecimiento con el precioso verdor de su copa.
Hoy le podaría tan solo unas hojas.
Entró a casa más relajada, su marido descansaba en su sillón favorito.
Todo había pasado, como siempre.
María, canturreaba mientras le preparaba su habitual infusión.
Oyó que salía a la terraza. Puso el agua caliente y las hojitas en la tetera, su café, sin embargo, lo echó directamente en la taza; lo colocó todo en la bandeja, con cuidado de no derramar nada, junto con un plato de pastas.
Sentados, disfrutaban de aquel repetido ocaso que hundía el sol en el horizonte. Se dejaba notar la paz y el silencio. María, miró su hermoso tejo y suspiró satisfecha.
Él tomó su infusión con rapidez; protestaba de continuo, solía decir que quemaba. Hoy, ella se había esmerado en conseguir la temperatura adecuada. Pero, aún así, protestó, la dijo que tenía un sabor raro...
Ella le dijo que quizás, tendría mal sabor de boca porque almorzó demasiado.
La ambulancia llegó enseguida. Su sirena y la luz la impresionaban. A María le caían las lágrimas y el médico de urgencias, la atendió un momento. – No se preocupe María, le recetaré un sedante y el jueves, pase por mi consulta para ver como se encuentra; ¡relájese María, las cosas son así y no llevan remedio!
Ella sabía muy bien que no llevaba remedio, ya que la infusión del tejo había hecho el efecto deseado. Murió como el cántabro que era, con la última palabra de protesta en la boca: - María, no me pongas más esta infusión, ¿entendiste?
Sí, María sabía que era la última infusión que tomaba él..., no, por eso había protestado.
Ángeles Sánchez Gandarillas ©
14-V-2012
3 comentarios:
Qué barbaridad, y con que sencillez se propina una muerte. Un final sorpresivo.
Saludos Angeles.
Estupendo relato Lines. Me gusta. Mira la puntuación de "María sabía que era la última infusión que tomaba, él..., no, por eso había protestado." Me da la sensación de que se ha colado una coma traicionera por ahí...
Sí, esa coma era como María, "así, sin querer, pasó desapercibida", sonrío.
Muchas gracias por avisarme,Juan, intentaré que no se cargue el escrito pues, está el asunto de un asesino y relajado, que ya, ya...
Abrazo. Lines
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