Tenía apoyada la frente sobre el frío del ventanal y su respiración formaba un redondel de vaho, es posible que seguiría lloviendo. Los truenos parecía latigazos que bajaban haciendo eco por las enormes escaleras que llevaban a las habitaciones.
De pronto, un relámpago iluminó todo el salón, vio caer una chispa sobre el seco y viejo manzano que, a pesar del aguacero, se incendió de inmediato.
Se escalofrió al despegarse del frío cristal.
Seguían a oscuras y sentía miedo, pues, aquella casona estaba aislada del pueblo y la subestación eléctrica se había averiado a causa de la tormenta.
Notó un ruido tras ella. Se cruzó la bata y giró poco a poco...
Sintió que el estómago se la revolvía y la cabeza le daba vueltas.
El hombre alto y fuerte, dejaba sobre la pared una oscilante y tenebrosa sombra...
No podría salir de allí sola, él no lo permitiría.
- ¡Andrea, -dijo con su fuerte voz-, acércate!
Obedeció estremecida. El hombre la abrazó tiernamente.
- Ese poco de cena ya está caliente y encontré varias velas; dormiremos sobre la alfombra cerca de la chimenea. Mañana, iremos al pueblo. Compraremos las bombonas de gas y almorzaremos. ¿Te parece bien?
- De acuerdo cariño...
Ángeles Sánchez Gandarillas ©
3-V-2012
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