viernes, 16 de marzo de 2012

UN DÍA A FORMENTERA.


Que no es lo mismo que un día “en” Formentera. Porque no fue un día, si no unas horas del día, lo que estuvimos en aquella isla. Pensamos que, para nosotros que habíamos alquilado coche para movernos a nuestro aire, era la única excursión que merecía la pena tomar de cuantas te ofrecen en el hotel.

Nos quitaron cuarenta céntimos de euro, de los sesenta euros que cuesta el viaje, para que no pudiéramos decir que fueron nada más y nada menos que diez mil antiguas pesetas por barba lo que pagamos porque nos llevaran y volvieran a traer. Con comida incluida, claro. Y con guía que te lo explique.

Los guías son muy importantes. Pero únicamente cuando son buenos. Mejor, cuando son muy buenos. Cuando no lo son, con un poco de atención que pongas de tu parte a lo que estés viendo, y leyendo con interés los folletos explicativos, tienes bastante. O si no, dime tu a mi cuantas fechas y citas históricas recuerdas cuando llegas a tu casa, de la “retajila” que como un papagayo. te soltó el guía ante cualquier monumento. Tú, no se. Pero yo, que soy más tonto, casi no recuerdo nada. Sin embargo no suelo olvidar las cosas concretas que me interesan, y que le pregunto personalmente. Al que te responde con paciencia y complaciente, es al que yo llamo “guía muy bueno”

A las diez de la mañana salió el barco del puerto de Ibiza ciudad, y durante el trayecto hizo sonar continuamente la sirena a causa de la niebla densa que amenazaba con fastidiarnos la mañana impidiéndonos ver el panorama. Pero el sol. que ha sido radiante durante todos los días que llevamos aquí, pudo con la bruma y le ganó la partida.

Desembarcamos en el Puerto de La Sabina donde nos esperaba Juan con el autobús, y en cuanto montamos nos dijo que Formentera era un solo municipio con tres pueblos donde vivía la mayor parte de los diez mil pobladores que tiene la isla, y el resto lo hacía en las casas diseminadas que había entre pinos y sabinas. Sant Francesc Xabier que es el más grande y donde está el ayuntamiento se considera por tanto la capital de la isla, y es donde hicimos la primer parada para pasear a lo corto de sus dos calles comerciales. Después están Sant Ferran, y el Pilar de la Mola. Nos dijo que la isla es plana y en forma de guitarra. Lo de plana ya lo vimos en cuanto nos asomamos al Mirador que hay en la Mola, y a lo de guitarra, hay que ponerle bastante imaginación. Yo diría que se parece más a una balalaica, que así se me hace a mi que se llaman esa especie de guitarras rusas de forma triangular.

La vista que hay desde el Mirador de la Mola es realmente espectacular. Se extiende a tus pies la isla entera de Formentera, y como fondo encuentras la silueta de Ibiza recortándose en el horizonte. Después seguimos subiendo, y pasamos por el pueblo de El Pilar, hasta llegar al Faro del fin del Mundo, que está en la punta más oriental de la isla. Este faro se llama así según nos contó Juan, porque Julio Verne estuvo viviendo algún tiempo en Formentera, y se inspiró en él para describir con ese nombre, el de un faro de una de sus fantásticas novelas.

Hay una especie de lagartijas verdes en Formentera, que es única de esta isla. Son lagartijas de un verdor cristalino e intenso, que no pasa inadvertido. Cuando nos cansamos de hacer fotos a las lagartijas, al faro y al panorama, bajamos de la meseta que forma La Mola para ir a comer.

Atravesamos de regreso el mástil de la guitarra, y nos metieron hacia el sur de la isla donde tenían contratada la comida en un restaurante de forma circular, en torno a un gigantesco tronco artificial de palmera, y lomas superpuestas a guisa de palmas.

Comí con apetito la sopa de menudos, y el pollo asado que pusieron detrás. Más barata y sencilla no pudo ser la comida, pero la calidad, el “toque”, o lo bien hecho, se notaba comparándolo con lo del hotel, y era como decía la vieja de mi pueblo, comparar a Dios con un gitano. ¡Y de postre helado!, que en el hotel, ni siquiera deben saber lo que es.

Fuimos a tomar café a es Pujols, y luego bordeamos un lago enorme de agua salada donde al parecer pasan temporadas flamencos y otras aves migratorias, y nos llegamos hasta la playa de Illetes que es una punta inmensa que se alarga hacia el norte, en un mar de distintas gamas de color azul intenso, y aguas transparentes como el cristal. Según nos explicó Juan, el fondo marino de Formentera y parte de Ibiza, le forman enormes praderas de un alga llamada posidónea, que tiene la virtud de regenerar y purificar las aguas del entorno, dando ese colorido inigualable al mar que nos rodea. Pasamos por último ante unas salinas abandonadas, y de nuevo a Puerto Sabina para regresar a nuestro hotel en Es Canar.

Jesús González González ©
Marzo 2012

1 comentario:

Anónimo dijo...

Jesús, eres la posidónea de los encuentros, limpias y purificas, consigues darle ese toque de "verde", "sal" y "simpatía", llenas nuestras aguas de colores y vida, allá arriba, en la biblioteca... Abrazo.