viernes, 16 de marzo de 2012

PASEAR POR EL MONTE.

 
Pasear por el monte no es ir de marcha. Tampoco es caminar por el monte. Pasear es pasear. Es sentir que tienes los pies en la tierra, los ojos en la naturaleza, y el alma flotando en la inmensidad del follaje. Es contemplar las gotas del rocío de la mañana sobre las hojas verdes, o el letargo de las lagartijas grises sobre las piedras calientes de la tarde. Pasear por el monte es andar, y es pararte para conocer y vivir las cosas que cuando vas de marcha o caminando, ni siquiera adviertes que están presentes en tu entorno.

Y escuchar el murmullo de la brisa cuando habla con las hojas de los árboles, y el quejido de la rama que se quiebra, y el suspiro de las hojas desprendidas…

Pasear por el monte es henchir los pulmones con el aire perfumado de natura, contemplar a través de la enramada de los robles, a las nubes navegando por los cielos…. Y escuchar en lontananza el silbido de la alondra que reclama el favor de su pareja Y los gritos del silencio en la oquedad de las vaguadas, y el volar de los insectos pululando entorno nuestro.

Pasear por el monte es saber que a tu paso se abren las flores, que hay un nido escondido en la enramada, que hay arañas tejiendo sus labores. Y que hay grillos peleándose en el suelo, y orugas que se mueven a estirones…

Jesús González González ©
Marzo 2012

1 comentario:

Anónimo dijo...

¡Una auténtica prosa poética, vaya qué sí! Eres poeta, reconócelo, se te escapa entre los espacios de tus escritos, cada palabra tiene ritmo propio.
Es una maravilla, de verdad; cuando te vistes de poeta te imagino con un bastón y un sombrero de copa, elegante y caballero como siempre pero, en el siglo XIX...
Lns.