martes, 8 de noviembre de 2011

QUISIERA


Sí, quisiera que tu sufrimiento mío fuera, que no padecieras de esa manera, que consiguieras llorar y dejar atrás tu pena.

Te llevaría a un lugar, a lo lejos, por las tierras que se esconden en laderas montañosas, en esas que se visten ya con bosques de tristezas, de marrones y de hielos que atraviesan como dagas por tus venas... y por las mías, porque amiga, ya quisiera retirarte de un plumazo esas penas, todas ellas. Dejaré que abras tu boca y que llores y que grites al silencio, a los ecos que devuelven realidades de la muerte, de las penas, de la historia que tu cuentes en los llantos resonantes...

Esperaré en el coche a que acabes, encenderé mis recuerdos en los que lloré amargamente entre los cielos y los montes, lloré sin fin aunque, ahora ya no llore, sé muy bien que curarías este mal si me abrazaras y dijeras que me quieres...

Fui cobarde y soy cobarde, no me marcho porque no quiero dejarte, quiero verte cada poco, cada instante que recojo en los anhelos de esperanzas sin desgaste, de saber que me hago daño y saber también que si me voy y no te explico las razones, sentirás que un amigo se marchó y no sabrá el porqué y sufrirá como otras veces, no sabiendo que no fuiste parte del desgaje.

¡Hallaré tantas disculpas que, quizás no habrá simas suficientes en las montañas que las guarden!

Pero, sé que no me quieres pues te soy indiferente, porque sé que no hay en ti más que esa parte de amistad, solo esa parte.

No me importa, pues amigos son aquellos que te quieren, solo eso, sin respuestas. Solamente eso, amigos... y sollozo de pensarlo, ¡sólo amigos!.

Ocupaste el lugar más importante y lloré hasta anegar esa presa de la vida, rebosaba por los lados de tristeza, rebosaba de un amor que fue mi esquela y epitafio. Se murió en el corazón, lo tengo cierto, se murió en un sepelio e incineró la hirviente sangre, y quedaron las cenizas humeantes que guardé en la vasija de mi cuerpo, aún después de cremularlas. Aunque sé que están ahí y cuando veo que te acercas, se me llena de brasitas que requeman las cenizas y calientan, y me arden. No sabía que podrían convertirse en el diamante de un amor, que por cierto, es brillante como el cielo y como el fuego crepitante.

Aquel luto, hoy es condena, y me sirve, ¡cómo no!, para entenderte, restañarte los sollozos, los dilemas, la congoja que comprendo, no lo dudes, del final de aquel amor que tú entregaste, y como el mío, se te aleja, te desgaja, te lacera...

Lo sabías, te avisaron de la muerte de ese ser que te quería, el que siempre te amó sin dar quehaceres, sin promesas, sin pedirte nada a cuenta. Es por eso que ahora sientes esa esencia, a sabiendas de que así, nadie te quiera, sin molestias, respondiendo a sentimientos; respetaba tus silencios, las sonrisas, el humor si estaba en negro, si en momentos estuviste hasta enferma. No habrá nadie, yo lo sé, que así te quiera. Flotarás en esa ausencia que no ahoga y tanto aprieta.

Sin embargo, eres mi amor que me tiene en duermevela y no pido más que verte algunas veces, de observar que te diviertes, y saber que yo soy quien te consuela. ¡Vaya oficio me he buscado!

Te podré amar con solo mimos de miradas o en el roce de la ropa que te viste y que estremece hasta mis venas, y me alejo de tu lado pues notarías que no puedo ni vivir estando cerca.

Conseguí desde aquel día controlarme, conseguí muy poco a poco hacerte ver que era amistad, lo que pediste; ¡cuánto tiempo he gastado en esas lides!, disimulos por tu bien y por mi vida.

Pretendí, como dijeron los que saben de estas penas, alejarme de tu lado y en el tramo de las noches a los días, me moría, te lo juro, me moría de pensarlo. Lo intenté como en mi vida intenté algo, lo intenté porque moría en toda forma, me moría, te lo avalo con mi vida, casi muero y volví y me aguanté por no matarme.

Yo te entiendo, vida mía, te lo juro, entiendo que tu alma se encoja, se te arrugue, se convierta en una seda chuchurrida y que nunca volverá a ser lo que era antes.

Y tan solo te recuerdo que en la vida hay mas vida, que revivas en otros sitios, en otras gentes, que recuerdes los momentos del apoyo, de los juegos, los descansos y paseos, de la buena compañía y que no olvides lo mejor que disfrutaste.

Eso hago yo en mi tiempo del olvido, pero nada me devuelve aquel instante en que morí según naciste... y cuando negaste...

Ángeles Sánchez Gandarillas ©
6-XI-2011

No hay comentarios: