domingo, 6 de noviembre de 2011

LA SALA DE BILLAR Y JOSÉ.


Al mirar aquellos billares pensé que podrían ser algo parecido al Universo y que el destino era un experto jugador de eficaces tiros y efectos, dirigiría aquellas bolas y las haría desplazarse, en lo que podría parecer un descontrol, hacía donde debieran ir.

Sí, ese destino que a veces aparece como insensato o dañino pero, que pasando el tiempo, nos coloca en el ámbito adecuado para seguir la vida y aprender; eso que dicen, “lo que no mata te hace más fuerte”.

Porque, ¿habéis notado cuando nuestro sino parece emborronar vuestra vida y llenarla de oscuros presagios y situaciones? En esos momentos se tiene la sensación de que todo sale mal, que todo se alía con lo negativo, que el resto del mundo está en esa misma situación. Más o menos como cuando uno se hace daño, se está embarazada o padece una enfermedad y solamente vemos o escuchamos a personas en la misma situación, incluso se puede pensar que pasan las cosas por rachas pero no, es tan solo una percepción de nuestro protagonismo en esos temas.

Una vez pasado ese tiempo aciago, que a veces dura años, aparece la luz y aquellos padecimientos sirven para entrar relleno de recursos en situaciones que se resuelven con facilidad y con el aprendizaje de todo lo anterior, de lo ya pasado. Recapacitas al comprender que el destino hace visos injustos para favorecer una posible mejoría en el futuro.

Quizás alguien pudiera haber jugado al destino siendo un pésimo jugador, llenando ese billar de carambolas insensatas.

Sí, un jugador novato en el juego del porvenir, donde carambolas y destinos irán al albedrío, aunque, a pesar de su ineptitud, intente obviar la bola negra, la destructiva, la que finalizaría su juego. A resultas de las insensateces de este aprendiz inexperto, los mundos rodarán sin control, el destino se volverá loco y el objetivo del buen hacer y de los efectos de un buen jugador, dejaría desparramados tanto a personajes como a escenarios.

Vete a saber si eso es lo que ha ocurrido últimamente, tanto cambio climático, tanta crisis, tanta ficción política y económica. Un coctel llamado destino dudoso y rodando sin control; no solo los regidores son culpables, nosotros los personajes de a pie hemos de asumir nuestra parte de responsabilidad pues, por comodidad, participamos y empujamos hacía esa situación poco menos que caótica.

Sí, las bolas se cuelan descontroladas en las troneras de este billar incluso, sin jugador. De poco nos servirá tener apretado el valioso marfil en nuestros brazos...

Rodar, rodar, quizá rodemos hacia una enseñanza y aprendamos algo de todo esto. De todas maneras, estas historias son cíclicas, tan solo con echar mano de las hemerotecas se puede comprobar que cada ciertos periodos, aparecen estas u otras situaciones similares, en los casos más graves resueltas a cañonazos para pasar, a un belicoso enemigo, las propias culpas.

Podría ser eso que leía en la Biblia, cuando buscaba soluciones en mis años mozos, abriéndola sin orden y ver si así resolvía algunas dudas, lo sé porque tengo este libro asaetado de marca páginas recortados de hojas cuadriculadas, con la fecha y la pregunta en concreto; en una de aquellas aperturas donde también cerraba los ojos y dejaba caer el dedo índice sobre unos párrafos, igualmente, dejándome llevar por el destino, ponía que José explicaba al Faraón su sueño: Génesis, capitulo 41; “Siete años de vacas flacas y siete años de vacas gordas en tu sueño, indica que habrá en Egipto 7 años de gran hartura y 7 años de hambres, y habrán de guardar los gobernantes el trigo en los 7 años de la abundancia para así, evitar la falta en los 7 años siguientes del hambre...”

Bien es verdad que cada lector sacaría de cada capitulo una lección
diferente... Quizá tenga mi número favorito relacionado con esa consulta.

Ahora, tengo la duda de cuando empezó el ciclo actual, porque nuestros gobernantes, si lo sabían, se han ocupado de callarlo, así que por remediarnos la angustia, nadamos en ella y no sabremos cuando hemos de volver a guardar nuestro “trigo” para la próxima vez.

La enseñanza creo que es la siguiente: Que ya no tenemos trigo, que carecemos de un José y de gobernantes mundiales con sueños esclarecedores, que nos hicieron creer que teníamos trigo y ahora estos si es verdad, tenemos hambre y que los almacenes, bancos, son ajenos a cuanto no sea beneficio para ellos.

¿De qué les servirá?, poco más podrán comer después de haber saciado su hambre y llenado su barriga. Y me pregunto, cuándo no tengan en qué invertir, ¿qué harán con toda su inversión inmovilizada? Pues sencillamente, padecerán en equilibrio con su posesión y esa pérdida será una inmensidad de números, solo números... Una pescadilla que se muerde la cola.

Ángeles Sánchez Gandarillas ©
28-X-2011

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