jueves, 24 de noviembre de 2011

INCOHERENTE



Pues tendría que escribir un relato corto sobre la iglesia o el campo, pero, esta semana no tengo la coherencia en su sitio.

Empecé unos cuantos escritos relacionados con la confesión, la biblioteca, las elecciones generales, el campo, la compañía, la iglesia... ¡Y nada!, todo me sale hueco e incomprensible.

Es increíble que unos mocos puestos en mal sitio, produzcan además de la incoherencia, mareos, vómitos, dolor de cabeza; sin embargo, faltó la fiebre. Al final fui “coherente” y me convencí a mi misma de ir al galeno. Me recetó penicilina y tranquilidad durante ocho días y me dijo que ya había pasado lo peor. Será así pero, ahora se suma la debilidad que produce la medicación.

Dejo por imposible lo de escribir, no obstante, cada mañana me tomo unos comprimidos de poesía nada más levantarme. También desayuno y me administro la medicación pertinente, hay que ser “coherente” para empezar bien la mañana e intentar curarse. Necesito recuperarme y hacer desaparecer el zumbido de mi cabeza que parece estar llena de agua a presión, los sesos flotan en ella y noto como se golpean contra los huesos que la guardan. Suelo tener pesadillas y quisiera dormir constantemente.

Consigo salir a hacer algunas compras, pocas porque al transportarlas, me entorno de lado a lado. Hablar me deja sonada y soy incapaz de retener las conversaciones con los conocidos, que siempre me parecieron agradables, disimulo respondiendo con monosílabos. Deseo volver a mi domicilio con ansia. Un lugar de paredes cercanas para sujetarme, si es menester, y de la cama.

En algunos ratos leo poco a poco “Mi tío Oswald”. Increíble historia, imaginación a raudales, es tan diferente que decido retomarla cuando mejore, ¡buf!, empacha. Leo también el resumen... es más digerible.

Creo que debo de cambiar de lectura, de cabeza, o de mocos...

Uno de los días abrí un libro de un autor novel de Santander, llegó a mis manos al coincidir en una consulta médica; es pintor, poeta, escultor, etc. Leí todas las poesías y admiré sus ilustraciones. Es original, lo que pasa que como todo, me resulta un tanto “incoherente”.

La semana pasada me cedieron otro libro, es muy pequeño, tamaño misal de mano; estaba confeccionado a base de fotocopias, cortadas sin medir, eso sí, bien encoladas. El autor es madrileño, también novel, con mucho sentimiento filial y en las más de las ocasiones, saturado de realidades, una poesía sin reglas.

Me reconozco en el atrevimiento de querer escribir...

Hoy estoy bastante mejor, consigo salir con equilibrio, pasear despacio y sentándome cada poco tiempo. Y pienso...

Veo los paisajes que suelen acompañarme en mis paseos; hoy, más cansada y tranquila, admiro la atardecida en San Vicente. Olfateo los aromas que trae el viento sur a salitre, a cenas frugales o a nostalgia. Se ha ido iluminando el puente de La Maza y las farolas parecen más cercanas a la ría, el agua se ve atestada de reflejos alargados y brillantes, sumados al ligero movimiento de la marea, les proporciona un halo fantasmal o quizá, celestial; siempre me pareció la gran bahía de una capital importante. Es preciosa de veras...

Me levanto con algo de dificultad y parto con lentitud hacia mi casa.

La mañana siguiente ya me mareo bastante menos y retomo “tío Oswald”. Lo acabé, ¡Uf!
Cojo al azar otro libro de mis estanterías, de esos que tengo apartados porque me gustaron; quedo asombrada viendo que es de Franz Kafka, es una casualidad que sea ese precisamente, más, con la confusión mental que arrastro estos días. Sus hojas son de papel tosco, amarillentas en los márgenes y mate en el interior. Es “La metamorfosis y otros cuentos”.

Quizá no resista releer a Kafka al ser sus escritos un poquillo complicados, a veces me empujan a las arenas movedizas del cavilar e inclusive, descubrir algunas de mis preguntas entre sus letras. En otras ocasiones, cerré el libro para evitar hundirme en esos lodos.

Podría ser un sobreesfuerzo, no obstante, abro ávidamente las páginas y leo, y devoro. Reconozco en algunos de sus exposiciones las pesadillas de mi sinusitis. De pronto, apareció entre las hojas una volátil pelusa, tan concentrada estaba en la lectura que logró asustarme.

Sí, relatos brevísimos que parecen demostrar una realidad que disgusta al autor, sus deseos, ilusiones, del cambio de afectos, ascos o desdenes ante la necesidad de sobrevivir; cuanto expone, coherente o no, trata de la condición humana a través de una gran imaginación, de la crudeza que emana “Metamorfosis” o en algunos otros en que lleva al lector a introducirse en la mente de algún animal concreto y desde él, ponerse en su lugar y percibir el trato humano o inhumano que les demostramos, ya sea respeto, crueldad, la falta de atenciones, etc.; Kafka, siempre perturbador.

Por cierto, en estos 19 relatos tan solo nombran las campanadas de una iglesia que oía el “metamorfoseado” del encierro hogareño y las de una capilla en el cementerio de “Un sueño”. El campo aparece en más ocasiones. ¡Quién pudiera escribir como Kafka, qué definiciones!

Desde luego que dentro de todo, he sido coherente con la incoherencia en la que floto estos días, escribí de todo menos de lo que pretendía escribir, la tarea quincenal del taller cuyo tema era “La iglesia y, o, el campo”.


Ángeles Sánchez Gandarillas ©
28-XI-2011

2 comentarios:

J.G. dijo...

Acabo de descubrir que para ti, la incoherencia, no es otra cosa que la coherencia más coherente. !te lo juro! Este relato es de lo que más me ha gustado de cuanto escribes.
Por otro lado veo que tienes un par de ovarios bien colocados en su sitio, pues hay que tener valor para leer a Kafka. Yo estuve visitando su casa natal en Praga, y la guía nos dijo que eran muchos los que empezaban sus libros, y pocos los que los acababan. Yo, como prevenido, ni los he mirado.

Anónimo dijo...

¡Gracias Jesús, eres más majo...!
Me animas a seguir con alegría y veo tus viajes y conocimientos, como algo inalcanzable para mí. Por cierto, tan solo tengo un ovario (ni se me ocurre preguntar si está bien colocado, no sea que esté donde no deba y entonces pasmo), así que será por eso, que soy floja y al tener pocos arrestos puedo con esas lecturas; sonrío. Lns