viernes, 30 de septiembre de 2011

EN PORTUGAL (III)


“Botequín do Rey”, se llama el restaurante donde comimos. Y después, mientras subíamos o no subíamos al bús, las mujeres aprovecharon para comprar mantelerías, delantales, bolsas para el pan y mil cosas más que ninguna falta les hacía a ninguna de ellas. Pero qué le vamos a hacer, si no se compra, es como si no hubieran estado en Lisboa, y además siempre es reconfortable regatear un rato, y conseguirlo por un par de euros menos de lo que en un principio pedían…

Desde Lisboa nos fuimos a tomar el café a Sintra. Sintra por si sola merece un viaje a Portugal. Sintra, que en mil novecientos noventa y cinco fue declarada por la Unesco, Patrimonio de la Humanidad, es una maravilla portuguesa que casi no pudimos disfrutar. Todo fue apearnos de los autobuses, y un desafortunado accidente fue a herir una pierna de Luisa la de Pesués. Unos largos minutos de espera a la ambulancia, las preocupaciones y los trámites, llevaron su tiempo. María José nos condujo hasta la plaza donde se ubica el Palacio Nacional, y después de indicar lo que podíamos hacer en el tiempo destinado a ello, regresó donde Luisa para acompañarla al hospital, porque era la más indicada a cuenta de que habla el portugués con corrección. Unos pocos buscamos “La Piriquita”, el lugar recomendado para tomar café y saborear un “trabesero”, otro pastel especialidad de este lugar. Unas fotos al Castelo dos Mouros allá en lo alto de la colina, otras a los distintos palacetes de los alrededores, y de nuevo al autobús porque aún nos faltaba visitar Cascáes y Estoril. Atrás quedaron los Palacio da Pena y Monserrate, y la Quinta Regualeira, que personalmente me hubiera gustado volver a visitar, pero el tiempo es el tiempo, y las horas no tienen más de sesenta minutos.

La preocupación por Luisa empañó un poco la alegría dentro del autobús. Adolfo, el secretario de la Asociación, permaneció en contacto continuo con María José, y éste nos transmitió cuantas novedades se iban sucediendo. A partir de ese momento, y como buen conocedor de la zona, fue el propio conductor quien tomó las riendas de los rincones a visitar, y Adolfo, micrófono en mano, debutó como excelente guía turístico, explicando con la maestría del mejor locutor, los lugares que atravesábamos.

Las playas de Cascáes y Estoril las visitamos a lomos del autobús, porque los pocos minutos de que disponíamos para poder tomar tierra, decidimos que habían de ser para echar una meada en el Casino de Estoril. Mear en el Casino Estoril, no es mear en cualquier sitio, porque este es uno de los cinco casinos más importantes del mundo. ¡Y meamos! ¡Vaya, que si meamos! Como al cruzar las puertas de entrada, los uniformados mozos aquellos nos exigieron que guardáramos las cámaras fotográficas porque estaba rigurosamente prohibido hacer fotos dentro, lo único que pude fotografiar fueron los urinarios porque allí no había nadie prohibiéndolo, y tengo testimonio gráfico de una meada regia de algunos de nuestros compañeros.

¿Adivinan ustedes qué nos esperaba en los platos del hotel a la hora de la cena? ¡Justo! Eso mismo que estáis pensando. ¡Crema! De Calabaza o calabacín, pero esta vez, para cambiar un poco, en lugar de añadirle dos hojitas de repollo, le añadieron hoja y media de espinacas.

Nos alegró la cena el regreso de Luisa y María José que llegaron en un taxi. ¡Veinticinco puntos de sutura en la pierna de Luisa! No fue chica la broma. ¿Y como se encuentra Luisa? ¡Animada! Y con gana de seguir disfrutando del viaje. ¡Bien por ti, Luisa! Gente como tú son los que hacen los viajes agradables a los demás.

El viaje del día siguiente sólo suponía unos sesenta kilómetros. Se trataba de visitar Coimbra. Coimbra es una ciudad con un sabor especial. La primera vez que estuve en Coimbra, yo era joven y Portugal era viejo. Ahora yo envejecí la tira, y Coimbra reluce pletórica de juventud. Lo digo porque aquel viaje de antaño le realicé cuando Portugal estaba retrasado medio siglo con relación a nosotros. Las mujeriñas de los pueblos salían al borde de aquellas carreteras adoquinadas, a ofrecer al viajero “figos” del huerto y “ovos” de las gallinas, y te lo ofrecían con una insistencia suplicante, que lo comprabas por compasión. Lo que más me llamó la atención de Coimbra en aquella primera visita, fueron dos comercios destinados a la venta de calzado usado. ¡Como te lo cuento! Comercios con sus escaparates, y sus estanterías dentro, donde había pares y pares de calzado masculino y femenino todo de segunda mano.

Cuando la “Espo” de Sevilla, al regreso, le propuse a mi mujer entrar por Huelva a Portugal y subir por toda la Extremadura portuguesa para salir a la altura de Zamora, y conocer este interior del país. ¡En buena hora! Nada más cruzar la frontera encontramos obras en la carretera. Será de aquí, de Beja a Évoramonte, nos dijimos. Llegamos a Portalegre, Castelo Branco, y hasta la mismísima Guarda, toda la carretera en obras. La Comunidad Europea modernizaba los caminos de Portugal, y en aquél viaje tragamos más polvo que trabajando dos años en la cantera de San Pedro de las Baheras.

Camino de Coimbra volvimos a encontrar extensas plantaciones de eucaliptos, y otras no menos extensas de pinos. En las zonas yermas, lo mismo en esta ruta que en las anteriores, gran cantidad de cañaverales, o carrizos, lo que me hizo suponer que eran plantas endémicas, y en las cumbres de los montes profusión de generadores de energía eólica. Ahora Portugal camina al mismo paso del resto de Europa.

Coimbra es la quinta ciudad de Portugal, y su universidad la primera del país y la cuarta del mundo. Hasta lo alto de esta Universidad subimos para conocer lo visitable de sus estancias, y vivimos el ambiente juvenil y alegre de los cientos de estudiantes que se saludaban, caminaban y charlaban frente a las distintas facultades. La parte antigua conserva barrios árabes peatonales de un sabor especial, y pasear por su alameda al lado del río Mondego a la sombra de los árboles fue una delicia en un día tan caluroso como nos tocó en nuestra visita. ¿Sabíais que en Coimbra se venden unos suspiros tan grandes como la boina de un vasco? ¡Menudos merengues al horno! Están de primera.

(Continuará)

Jesús González González ©
Septiembre 2011

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