sábado, 24 de septiembre de 2011

DUDAS TROCEADAS


"...Hacía un día maravilloso y me dispuse a dar un paseo por la parte alta del pueblo. Llegué a la Iglesia Mayor y la rodeé. Miraba distraída los restos de la iglesia románica que había antes de construir la actual. Era la parte trasera de anchísimos muros, que dejaba a la vista parte de dos sencillas columnas que parecían nacer de ellas.

Subida al muro que rodea el antiguo cementerio, admiraba aquella atardecida espectacular: Un azul que tenía tonos casi sobrenaturales. Las nubes en cuña partían el cielo en listas azuladas, como si fueran trozos gigantescos de pan sobre un mantel encaramado en lo alto; se reflejaban en la ría como un espejo, pues había desaparecido el viento y el agua se remansaba en una falsa pleamar.

Mis ojos buscaban respuestas en el ocaso, mi espíritu buscaba razones leyendo las nubes y me dejaba llevar de aquel silencio que dolía, sin respuestas, perdida... El alma se me caía en trocitos de lágrimas invisibles..., el futuro ya era presente y no me gustaba.

Me giré y alcé los ojos ante nuestra formidable iglesia; parecía el muro contra el que tropezaba últimamente, una duda que se hacía también enorme y como aquella mole de piedra, inamovible. Supuse que tendría que coger un pico para ir dando en la base de ese problema, trocearle poco a poco y seguir adelante; sería una buena manera de aclararme.

Di toda la vuelta y pasé por el camino que me llevaría cuesta abajo, pretendía ir a la Barquera y a la atalaya de la barra.

Recordé de pronto ese lugar. Me vi joven y recostada en la alta hierba del recodo donde ahora hay un edificio. Igual que entonces, dudaba a la espera de una respuesta interior, ante una decisión que ni siquiera dependería de mí.

Creo que las dudas me perseguirán siempre... Seguí el camino y respiré más tranquila..."

Ángeles Sánchez Gandarillas ©
Septiembre de 2011

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