viernes, 22 de julio de 2011

ESCRIBIR


Creo que escribir es algo bueno. Mas que creerlo, estoy convencido de ello. Cuando menos, mientras escribo me es imposible buscar a alguien con quien hablar mal del vecino. Claro que puedo no hablar mal, y si puedo escribir mal del tal vecino, que más de una vez ya lo hice. Pero mira, lo escrito se lee, y al releer lo que hice, es como enfrentarme un poco a mi propia conciencia, y entonces me apresuro a borrarlo, o al menos a corregirlo. Y si no lo borro ni corrijo es porque estoy muy de acuerdo con lo dicho, y por lo tanto ya no tengo remordimientos de haberlo hecho.

Hace poco le escuché decir a Luis Alberto Salcines que la gente escribía para conocerse mejor así mismo, y puede que tenga razón. Hombre, yo no es que me conozca muy bien, pero puede ser porque nunca he escrito demasiado. No obstante voy descubriendo que mientras escribo, casi sin darme cuenta, desnudo mis sentimientos, y hay veces que yo mismo me asusto un poco de lo que dejo sobre el papel. Pero pienso que nunca nos conoceremos lo suficiente como para saber lo que de verdad podemos dar de sí, tanto para el bien como para el mal. Ya dijo hace mucho tiempo Ortega y Gasset, que él eran “él y sus circunstancias”. Y las circunstancias futuras de cada uno, nunca las conoceremos hasta que no lleguen. Se ve que los humanos somos bastante complicados. Esto ya lo filosofó hace años la madre del cura de mi pueblo, que exclamó cuando un ganadero conducía su cabaña de vacas al abrevadero. “!Quien fuera becerra!”. Y para que quiere usted ser becerra, le preguntó su acompañante. “Para no pensar hija, para no pensar”.

Te juro que yo nunca deseé ser becerra. Para no ver la vida en negro, lo que hice siempre fue ser positivo en mis pensamientos, que es mucho más alegre que ponerme a emitir mugidos. Las personas que todo lo ven oscuro quizás sea porque en el fondo son un poco masoquistas. Yo, cuando me llega un pensamiento negativo, al instante le rechazo y busco la complacencia mental en algo que me agrade, y hasta soy capaz, si es necesario, de imaginarme quimeras. Eso es sanísimo. Soñar despierto de vez en cuando cualquier tontería que te agrade, conserva a la gente joven. Al menos el espíritu, que no es poco. Por ejemplo, yo ahora mismo pienso que puede haber alguien capaz de leer de un tirón esto que estoy escribiendo, y me da una satisfacción tremenda. Y hasta estoy por decirte que me da satisfacción aunque no lo haga de un tirón. Lo importante es que lo lea.

Creo que además de conocerme un poco más, escribiendo también aprendo a querer más a la gente. Yo no hago poesía, pero pienso que quienes la hacen, aún aprenden a querer a la gente más que yo. La poesía es más espiritual que cualquier otro modo de hacer literatura, cala mucho más hondo, Cuando se escribe, sin uno pretenderlo, se “miniminizan” los defectos humanos y se resaltan las virtudes, y creo que eso es bueno. A veces siento como deseos de escribir defectos de otros, y cuando me decido a ello descubro que yo los tengo mucho más grandes. A lo mejor un día le echo valor a la cosa y escribo mis cosas feas. Si, realmente Salcines tiene razón. Escribiendo uno aprende a conocerse un poco más…


J. González González ©

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