El domingo 19 de junio, se clausuró la exposición de J. R. Lengomín “Señora de la Mar y el Viento”, expuesta en el Castillo del Rey. Se inauguró el seis de mayo, en vísperas de La Folía. Un extenso estudio histórico de las tradiciones ancestrales, la devoción religiosa, diferentes fuentes y referencias orales de los mayores sobre La Folía o, basado en hipotéticas historias; con el componente añadido de la imaginación del autor.
El cartel anunciador indicaba el sentido de la muestra gráfica, además de indicar perfectamente el orden a seguir en la muestra.
Así mismo, este cartel, era un dibujo del mismo autor y representaba la parte delantera del puente. En ese lugar suele ir escrito el nombre del barco, en este caso es el título de la exposición “SEÑORA DEL MAR Y EL VIENTO”, que rodea la imagen de la Virgen, y suele alojarse en el interior de estas cabinas, colgada del “mamparo” separador, muy cerca del patrón. Este cartel añade una clara y somera explicación para servir de guía a través de los sucesivos y ordenados cuadros de la exposición. Su desarrollo va desde los primeros datos sobre la aparición de la Virgen barquereña hasta el día de hoy.
Dice: “En los dibujos están presentes cuatro elementos de la naturaleza, aire (viento), agua (mar), tierra (roca) y fuego (sol…)”.
El viento y el mar son un tema constante en la exposición, representados en los colores blanco y azul, se utilizan en los lazos de las panderetas al aire, la ropa de los picayos para la procesión marítimo terrestre que conmemora la milagrosa llegada de la imagen. La música de cornetas y tambores igualmente se expande por el aire y representa el sonido del mar...
El fuego es representado por el sol y es empleado en muchas de las analogías; caracteriza el aura resplandeciente de santidad de la Virgen; estas imágenes superpuestas hacen ver en el cuadro dos ilustraciones diferentes, una vista de cerca y al separarse unos metros, aparece otra ilustración totalmente diferente, sin perder significado ninguna de las dos. Es un trabajo lleno de fantasía e ingenio.
Mostraba este artista J. R. Lengomín, como apareció la imagen de la Virgen de la Barquera, a bordo de una barca que se descubrió en una gruta bajo la actual capilla.
En sus trabajo hace un seguimiento paulatino de esta tradición religiosa ancestral, alargándose más de seis siglos. Es una constante de adaptación, incluyendo la forma de vestir de aquellas primeras picayas que agasajaron al Emperador Carlos V. Los cambios no variaron el fondo de exaltación y devoción a la Virgen barquereña. Con el pasar de los años aquella antigua ermita construida con restos de maderas de los barcos hundidos, anclas, cadenas, etc., sobre el lugar cercano a la aparición y entre un bosque de encinas, se remozó y la actual permanece sobre aquellos restos. A ese mismo lugar, siguen saludando los marineros a su Virgen y, pretenden su protección, rezando boina en mano en ese momento de salir al mar. Sí, todo esto en representaciones pictóricas, elocuentes y sencillas.
Se pudo comprobar en ese recorrido histórico otra analogía sobre la fiesta foliera, láminas desde una supuesta vista aérea, la analogía de una procesión marítima de La Folía, convertida a su vez, en la imagen de la Virgen de la Barquera.
Hay otra ilustración donde la Virgen arropa con su manto el mundo y, más concretamente, al total del municipio barquereño, toda nuestra vida, trabajos, familia, etc.
Dibujos detallados bajo la óptica del artista, adhiriéndose a las referencias orales, escritas, históricas o religiosas, con la imaginación por bandera, un resumen por primera vez hecho imágenes; es complementado con un estudio de las sucesivas transformaciones en la navegación y en el diseño naval, la pesca y el paso por los diferentes combustibles utilizados a lo largo de estos seis siglos desde la aparición; leyendas y datos recogidos en diferentes fuentes; todo ello es recopilado en esta laboriosa muestra.
Acudieron los alumnos de centros escolares que, tuvieron así la oportunidad de nutrirse en esta didáctica visita; sin embargo, las del resto de los convecinos fue escasa. Quizá desanimó la dificultad de subir hasta el castillo, sus escaleras o el precio de la entrada, que era la habitual en las visitas a este castillo medieval. Quizá desconocen que con una simple solicitud al Ayuntamiento, sería gratuita para ellos. Podemos afirmar que dejó a la vista un excelente trabajo, disfrutado tan solo por unos pocos.
Ha sido una sorprendente obra gráfica conjunta de historia y de La Folía, jamás reflejada en este lugar. Un compendio de detalles admirables y que evidencia en todas las ocasiones en que este artista, J. R. Lengomín, nos ilustra también en sus trabajos en modelaje. La historia que se acerca al espectador, que está viva, surgiendo al aire del resguardo de los siglos y, expuesta con el único fin de enseñar nuestras raíces.
Ángeles Sánchez Gandarillas ©
19-VI-2011
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