miércoles, 22 de junio de 2011

EN COMILLAS - RUTA LITERARIA


Como cien personas más o menos nos juntamos a la puerta de la Biblioteca. Si algo tienen de especial estas convivencias, es que no convives con nadie. Cada cual camina al lado de los suyos, que es al fin y al cabo con quienes te interesa hacer los comentarios. Para los extraños, una sonrisa cuando cruzas las miradas.

Casi no me enteré de cuanto leyeron de Jesús Cancio. Tampoco puse demasiado interés en ello, pues ya había leído algunos poemas de él, por cierto preciosos. Pero me interesaron, y mucho, los lugares que visitamos. Yo, toda mi vida visitando Comillas con frecuencia, y no conocía muchos hermosísimos rincones que tiene. En la niñez de excursión al Seminario y el Palacio del Marqués; de joven a ver los estrenos del Cine Campíos para estrechar lazos con la novia y refrescarnos con una cerveza en el bar Samovy, o un chocolate justo al lado, según temporada, y como mucho extraordinario una cena en el Filipinas.

Pero el barrio de Campíos visto desde el mirador de allá arriba, tiene un sabor especial. Contemplar el panorama desde la capilla de santa Lucía, tampoco lo había hecho nunca. Bueno, como habría de hacerlo si ni siquiera conocía la capilla ni el lugar donde se ubica. Pero os juro que merece la pena subir hasta allí.

Después nos fuimos a comer a El Secaderu, y qué quieres que te diga; por doce euros tampoco yo pensaba que nos iban a dar jamón de pata negra, pero comida menos salerosa pocas veces la vi. A elegir paella o cocido de primero, y lubina o escalope de segundo. Yo, cocido y lubina. El primero con unas alubias que se debieron cosechar el año que Millán Astray fundó la Legión, a juzgar por la dureza de su piel, y el “compango” me olvidé de llevar una lupa para poder encontrarlo. ¿Qué si alguna vez lo comí peor? Hombre, puede ser, pero por el mismo precio también lo he comido mejor muchas veces. La lubina, al menos me llegó caliente, que no es poco. Y de postre, como hubiera dicho Julita la de Viadero en aquellos tiempos, “Un helau, mondau y pelau”. Lo mejor, el servicio: ¡Si, por los cullons!, que diría el Marqués de Comillas tan catalanizado él. Eran dos palominos vestidos de mujer, que cuando a unos le tiraban con el helado a otros le servían el primer plato, y si no que se lo pregunten a Amparo la de la Revilla que se hartó de filosofar sobre el tema.

El cementerio es una pasada. En general, a mi me gustan los cementerios porque se respira en ellos una paz tremenda. Algún día escribiré algo desde un cementerio, y si me es posible lo haré desde el de Comillas porque tiene un encanto especial con aquellas arcadas, aquellos muros, y aquél Ángel blanco encaramado allí, arriba que alguien pretendió hacernos creer que estaba en posición de escuchar. Escuchar, qué, ¿el silencio del camposanto, o el canto de las sirenas del mar que tiene a sus espaldas? Yo le interpreté como guardián del hermosísimo lugar, ojo avizor de que el diablo no se lleve de allí a ninguno de sus callados amigos.

Por último nos llevaron a ver LA FUNDACIÓN. Dicho así suena como a título de película de terror, pero no. Hombre, parece que duele un poco que así, de un plumazo, le cambien el nombre a lo que siempre se llamó El Seminario de Comillas. O dicho de forma más académica, Universidad Pontifica de Comillas. Pero vamos, eso no tiene importancia. Peores cosas se han visto y se seguirán viendo con muchísima menos razón que ésta. Porque lo que ya no es, no se puede seguir llamando lo que era antes.

Visitamos solamente la parte antigua, es decir, la primitiva edificación de ladrillo rojo, que es lo restaurado hasta al momento. Calculo que allí se ha gastado un carajal de dinero. Un carajal lleno carajos, y más carajos. Pero según mis cortas entendederas, lo hecho hasta el momento, lo hicieron de forma impecable. Si siguen así, será al final una maravilla. Ahora, vete a ver tu que generación será la que pueda confirmarlo o desmentirlo.

Yo conocía muy bien el lugar porque le visité multitud de veces en sus años florecientes, y lo que más me agradó fue escuchar de boca de la guía una reducida y fiel historia, y referir el mismísimo anecdotario que yo escuché por vez primera hace más de setenta años. Fue un auténtico placer esta Ruta Literaria.

Jesús González ©

3 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Bravo! Lines

Anónimo dijo...

Oye Jesús, hemos de reconocer que la bibliotecaria de Comillas, fue una excelente guía y nos acogió con amabilidad; atenta y correcta en extremos, agobiada como estaba por aatender aquel gentío que se la vino encima.llegamos a todos los lugares a visitar en el horario previsto, nos instruyó sobre los estilos de las construcciones, los hombres y mujeres que por allí dejaron muestra del arte y la cultura, de restos de naufragios, las costumbres ancestrales e incluso de historia política. Una mujer con todas las letras, ¿a qué sí? Mereció la alegría a pesar de los pesares. ¡cuánto nos reímos!
¡Enhorabuena para ella!
Abrazo. Lines

Anónimo dijo...

De acuerdo Lines. !Chapeua por la Bibliotecaria de Comillas. Se merece un abrazo, y más. Que conste que acabo de releer mi escrito, y me siento arrepentido porque sin pretenderlo ofendí a las dos pobres camareras llamándolas "Palominos". Hay momentos que más valdría estar durmiendo. Seguro eran dos pobres chiocas sin experiencia. Ruego al cielo no lean lo que escribí, y si lo hacen que perdonen mi impertinencia. J.G.