viernes, 17 de septiembre de 2010

EL ABUELO

Sus manos sostenían un cigarro; manos arrugadas, gastadas, fuertes y callosas, el humo cerca de sus ojos le hacía cerrarlos. Su nieto le dijo:

-Abuelo, háblame de “la ballena“ una vez más.

Estaban sentados, en un prado verde, después de haber realizado un largo paseo, junto a un muro divisorio de piedra y bajo una gran y frondosa haya. Era mediados de Septiembre, durante la mañana había llovido, y la hierba estaba mojada, olorosa, y fresca.

-Te voy a hablar, no del mar, sino de “la mar“, nosotros los marinos la llamamos así, ¿sabes Pablo?-.

Mira a su nieto, recuerda como partió con dieciséis años de un puerto del norte, en un barco, (como la canción), de nombre extranjero. Fue un día de tormenta, gris, con fuerte olor a mar, ese olor que continúa en sus sentidos. Tras la estela del barco dejaba abuela, madre, hermanas; todos los hombres y mujeres de la mar, han tenido un familiar que Ella se lo ha quedado para siempre, maridos, padres abuelos, hermanos...

Absorto en sus recuerdos, se ve interrumpido por su perro Urko, un setter blanco con manchas negras que parece como si se le hubiera caído una lata de pintura encima; se le sube con sus dos patas delanteras, su hocico rosado y pecoso le busca la barbilla intuyendo su melancolía.

-¡Urko fiel amigo!-, le acaricia la cabeza...

Pablo contempla la escena y ve que los azules ojos de su abuelo están humedecidos, espera... Pese a sus trece años tiene una gran complicidad con el abuelo.

-¡Urko, ven!-, le dice, el animal obedece y se sienta a sus pies.

-Abuelo, ¿calma chicha?...

-Si, nieto, calma chicha.

Se levantan, emprenden el camino hacia casa, Urko ladra y mueve el rabo delante de ellos, la temperatura es fresca, rodea a su nieto con su brazo mientras van caminando. Ya ven el tejado de la casona conseguida gracias a “la mar“. Allí, están esperándoles, mujer, abuela, hijos, padres y hermanos, para que el abuelo celebre su noventa cumpleaños.

-Bueno, Pablo en estos metros que nos quedan hasta casa, te volveré a contar la historia que tanto te gusta, pero antes, prométeme que nunca olvidarás tus orígenes.

-Te lo prometo abuelo.

-...Hay una gran isla en algún lugar, pues bien, siempre que pasábamos por allí, estaba una ballena blanca, era tan grande como la isla... no sabría decirte cual de las dos era más grande...un día...


Ana Pérez Urquiza ©
Septiembre 2010

2 comentarios:

Flor dijo...

Espero la continuacion de la historia,!vale!,me siguen emocionando tus relatos,ya los echaba en falta,besitos.

Anónimo dijo...

Olé musa, eso es arte en corto, el resto se imagina en largo. Lns