miércoles, 1 de septiembre de 2010

ADELFAS

Son unas flores realmente llamativas, de un color rosa fuerte y centro más claro, que al contraste parece blanco. Altas, de hojas alargadas, color y forma similar al laurel, pero multiplicada por tres en su longitud. Están colocadas en parte de la orilla de las carreteras e incluso en autovías y rotondas. Suelen pervivir bastante bien en lugares secos gustando del sol.

Mientras las miraba, inundó mi pensamiento una amiga, sí, quizá fuera ella esa adelfa. Una persona sencilla pero notable en muchos aspectos.

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Esa flor que se guarda por la noche
y que llena de colores, muy vistosa,
esos verdes alargados hasta el cielo,
con los tallos y sus hojas retoñando,
en cualquier prado, luminosa.

Floraciones en la orilla de la vida
restablecen de alegría apareciendo,
y nos llenan de sonrisas, escuchando fantasías
desde el alba hasta el ocaso
entre brisas cadenciosas,
con los dientes destellando
en nuestras bocas, paseando divertidas,
escuchando sentimientos,
silenciosas.


Se aglutinan hoy tus prendas en rosales
que aligeran de problemas pesarosos.
Te preocupas si me enfermo,
si desprendo una mueca fatigada;
sin demora lo investigas y preguntas
y me tomas de la mano,
al mostrarme cautelosa,
un abrazo, sin pensarlo
que protege,
y retiras las angustias de mi lado.
Y me entregas otras rosas,
o quizá una verdísima manzana;
permitiendo que la misma
a mi me llegue, renovada,
esplendorosa.

Reforzando, desprendida, generosa.

Renaciendo al resguardo de tus brazos,
el sosiego, reflejado en esa cara,
ese alma, sin medida que transporta
el cariño de una madre, de la hermana
o la hija cariñosa,
con los besos
y ese mimo que rebosas.

Es la amiga, es la adelfa del camino,
que en orillas crece rauda y bañando de colores,
retomando esas fiestas aplazadas,
despidiendo de la vida los hastíos y se olvidan asomadas,
de la pena y los olvidos.

Esa flor que entre las zarzas, las bordea
elevándose preciosa,
esquivando esas brozas de ansiedades,
hierbas malas,
los escajos de asperezas y pesares,
de obsesiones angustiosas.

Con esquejes has plantado
en mi alma, esas flores tan hermosas
y han nacido mil colores
entre verdes, olorosas.

Y me enseñas cual si fueras esas flores
como andar sin descalabros,
sin coraza, en madrigales, proponiéndome escrituras,
en poemas singulares, despojada de grilletes…
o inclusive, unos cantares.

Y te ocupas de mis penas,
te interesas y confortas presurosa,
y me animas,
y te siento entre mis cosas,
me acompañas y lo sabes,
que sin ti no soy gran cosa.

Pero amiga no pretendo halagarte,
necesito un cheque en blanco
y hoy quisiera compensarte,
de mi cuenta cariñosa.
Ya quisiera transferirte toda ella,
pero niña he de aclararte:
Que te quiero.
Sin más notas, ni más cartas,
ni en impresos y octavillas,
ni siquiera en los abrazos
que nos damos silenciosas.

¡No señora!,
Sólo quiero que tú sepas lo importante,
son mis fuerzas para darte lo que pidas,
lo que intuyo necesites,
y disculpa mis ausencias en tu vida,
en carencias que no acierto ni adivino,
pues evitas “molestarme”
y me siento hasta mezquina.


Sólo quiero regalarte un rosal de azules rosas.

Sonriente, comprensiva y aún te ornes,
siendo fuerte, delicada, sigilosa,
conseguido todo ello de los ángeles y dioses,
de las hadas y otros seres,
demostrando la riqueza en esplendores,
de ademanes sin postines e ingeniosa.

Dime adelfa, flor hermosa,
¿Es posible que nacieran otras flores
entre jaras tan frondosas?,
¿que se nutra de los soles y aparezca,
entre las hierbas naturales
o en orillas espinosas?

Es la misma que reluce en los jardines
más cuidados,
entre setos y cercada de los árboles frutales.
Es la misma, filigrana de mil dones
que se luce candorosa, donde fuere que se pare,
en la jara, en vergeles delicados,
en plantíos e irrumpiendo entre las rosas.

Tú la adelfa y yo… el camino.

Ángeles Sánchez Gandarillas ©
Agosto 2010

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