martes, 10 de agosto de 2010

EL CANTÓN Y SU CUENTACUENTOS




Este grupo estuvo también el año pasado con los niños de San Vicente. En esta ocasión en donde hace unos 50 años se hacían y veían teatros o comedias itinerantes, la Plaza del Cantón. Se llevaban de casa los asientos para cada cual, fue una educación hacia todo tipo de obras, pasando por los de variedades, clásicos o contemporáneos. Con mejor o peor talento, pero teatro al fin.

Ese era el comentario de personas con la ya condición de abuelos veteranos.

- ¡Fíjate, parece que no han pasado los años! ¿Os acordáis?

Así hablaban, aunque unos pocos –dos-, lo veían como una vuelta atrás, a los años duros y a la situación de pobreza. Es posible que sean algo pesimistas.

De momento parece que el resultado es aceptable por la asistencia de público, infantil y muchos de adultos. Es curioso observar que con el mínimo de artilugios o mejor dicho, ninguno, se puede captar la atención de los niños… Y mayores.

Está claro que empezamos todos con cierta suspicacia, impredecible el éxito de este espectáculo. Poco a poco se hizo el silencio, casi todos los niños y algunos padres, sentados en el suelo, los demás en los bancos de la nueva plaza y de pie. Otros se aposentaron en las terrazas hosteleras. Se ha reconvertido el entorno. Unos sostenes en madera, preparados para albergar enredaderas, estas con el tiempo llegaran a la parte de arriba y se poblará, dejando entonces una techumbre florida y protectora contra los fuerte rayos del sol, que casi todo el día despliega sus calorías en el lugar.

Hay bastantes bancos para ese agradecido calor en los inviernos, además está protegido del viento frío. Se reparten diferentes y estilizadas farolas, en la parte media, hay otra que posee tres redondeados focos. Una fuente refresca a los niños que juegan o paseantes necesitados de la fresca y potable agua. Las fuentes en la cultura musulmana, son los homenajes al agua. Una ventaja añadida de estar en la calle, es que se puede comer un riquísimo helado, caramelos o levantarse, si la inquietud infantil lo requiere.

Tiene un defectillo esta plaza de bonito y antiguo nombre, la coincidencia de ocio con la entrada a las urgencias hospitalarias. Quizá una separación diera la intimidad necesaria al paciente que llega y a niños o paseantes, aposentados en ese recinto. Esa separación sería además de estética, prudente con respecto a los microbios o al espectáculo cruento de cualquier accidentado.

Por lo demás, ha quedado esa zona convertida en un entorno peatonal, protegida, halladiza, una opción incluso estimulante hacia la parte comercial. Parece que el alma del antiguo Cantón, se regenera compitiendo con los tiempos modernos e informatizados, volver a dar vida con los latidos de nuevos viandantes o juguetones chiquillos, unidos a los barquereños de antaño y su poquito de nostalgia.

Un entorno para críos entre los ocho y doce años, realmente necesario.

Un placer ver a todos en silencio sepulcral atentos a los cuentos de Cantabria, contados sin escenificar demasiado, cambiando la voz, a veces grave, alegre, con temblor, feroz, atemorizadora y de vez en cuando un grito sobresaltado. Imitando los sonidos de bichitos silvestres, de subir escaleras ruidosas o abrir puertas chirriantes, tormentas, trinar de pájaros o cacareos, mugidos, rebuznos de los domésticos en los pueblo de nuestra “tierruca”; efectos todos sencillos y entendibles. En definitiva voces de cuento.

Además de eso que tanto llama al interés en los niños, reclamaban la atención de los chiquillos espectadores, haciéndoles hablar, cantar, gruñir o elegir que personaje les gustaba más. Solicitaban con ahínco aplausos y bravos para el contador de turno, dando con maestría el suficiente dinamismo, para mantenerles relajados y atentos.

El tiempo respetó esta diversión.

Un niño estaba inquieto por allí, no “selaba” si dirían los “contacuentistas”, es posible que ese entretenimiento le resultaba escaso o demasiado reposado; dio en coger una hoja de los árboles ornamentales del entorno, tienen pinchos y con ella en ristre, fue en busca de una victima. Recordaba el estilo de juegos diferentes de antaño, juegos despojados de juguetes y en ocasiones, con cierta dureza.

Los narradores, Alberto Sebastián, Julián Moreno y Anselmo Herrero, creo fuera este el nombre del solitario técnico de sonido. Nada más que eso. Ellos junto a otros grupos de provincias aledañas, intentan recuperar la cultura tradicional oral. El nombre elegido para esta actividad peregrina es “Cuentos y Leyendas del Camino de Santiago”.

Son una veintena de cuenta cuentos que se reparten por parte de las localidades del camino a recorrer en ese peregrinar.

Los títulos tenían que ver con nuestras hadas mitológicas, la Anjana de rubios o azabaches cabellos y gran bondad, cuidadora de los campos, tocada con coronas de flores, de estatura de medio metro y unas alitas casi transparentes. Regaladoras, se aposentan en las fuentes o ríos.

Los personajes de estos cuentos eran la Cabra Cabruna o el Alcaraván, pajarillo inteligente, vacas, “chones”, lobos y nidos con “pollucos”, con protagonistas de alguno de estos tradicionales relatos como Dali, Jacin, Narci o aquel que parecía tonto porque así se lo decían desde “criu”, ladrones, animales parlantes y chimeneas con aceite hirviente en defensa de asaltos. Historias que siguen gustando a los niños. Estos cuentistas tienen cierto poder de atracción, inclusive los adultos estaban pendientes, seguían con interés estos relatos infantiles.

Retomar antiguas costumbres al aire libre en los veranos, puede dar lugar a que los chicos le tomen gusto al juego activo y físico.

Una tarde de experiencias novedosas en una plaza nueva. Buen sitio para todo, hasta para pillar una galbana considerable al tenue calor del sol en el atardecer, en un lugar con el solo murmullo de las conversaciones o a la luz de las velas en las mesas de las terrazas.

Y colorín colorado este cuento…



Ángeles Sánchez Gandarillas ©
San Vte. de la Barquera
6 de agosto de 2010

1 comentario:

Flor dijo...

Erase una vez una chica que escribia y escribia sin parar y sus cuentos les gustaban a las gentes del lugar.