sábado, 17 de julio de 2010

LA CENA DEL CERTAMEN


Hace veintidós años que vivo en San Vicente de la Barquera, y por lo menos veinte que asisto a la Cena de Hermandad de las corales en la noche del sábado de la semana del Certamen. Como yo, infinidad de barquereños amantes de las corales, del Certamen, de la convivencia con sus componentes que nos visitan, y del ambiente de festiva hermandad que ofrece esa noche.

El polideportivo del pueblo casi se quedaba chico para albergar tanta gente, pero la organización interna era tan perfecta que en pocos minutos estaba todo el mundo debidamente ubicado. Había un lugar para las autoridades y componentes del jurado, otro para los miembros de las seis corales participantes, un tercer lugar para acompañantes y simpatizantes del acto, y al fondo un amplio escenario donde después de comer y beber, cada una de las corales solía regalarnos una de sus interpretaciones.

La vestimenta azul de la Comisión del Carmen preparadora del popular sorropotún, ponía una nota marinera en aquel ambiente de saludos y sonrisas. Porque a cenar allí, además de la gente del pueblo, acudían veraneantes asiduos de San Vicente que aprovechaban la fiesta para estrecharnos las manos haciéndonos partícipes de su llegada un año más.

Y de repente, sin saberse el motivo, la participación del pueblo y de simpatizantes, se rompió este año. Muchos nos enteramos aquella misma tarde, pero tarde, después de habernos acercado a la Oficina de Turismo para comprar las entradas. Y lo curioso del caso es que ni allí sabían nada porque las mismas chicas que nos atendieron, al ser preguntadas, como única solución respondieron: “A lo mejor, este año solo se venden arriba, en taquilla”. Pues no fue a lo mejor, fue a lo peor, porque este año no hubo entradas para nadie.

Y por eso, por falta de información al pueblo, (se ve que somos tan poco, que ni siquiera información merece la pena dar,) se desataron los rumores: “La crisis”. “Hay que ahorrar”… Pues oye, mira, creo que no se ahorra cortando. Se ahorra organizando, calculando cual debe ser el precio, y pagando todo el mundo, que tal como está la cosa ni para mi padre hay invitación posible. El que quiera cenar, que pague su cena, pero darnos con la puerta en las narices a los que sentimos apego a las cosas entrañables del pueblo…parece que nos duele un poco.

Jesús González González ©
Julio 2010

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