martes, 22 de junio de 2010

LOS POLÍTICOS

Pues no, no me gusta la política. A quienes les gusta, no comprenden que halla gente que no le guste. Dicen que la política es algo tan intrínseco al ciudadano, que éste no puede vivir sin sentirla de cerca y participar de ella estando atento a sus vaivenes y evoluciones. Hombre si, yo tengo mis propias ideas políticas y actúo más o menos de acuerdo con ellas, pero nada más. Ya lo se, si hasta mis amigos casi se escandalizan porque soy así. ¡De la política depende el presente y el porvenir de la sociedad! ¡De la política depende el futuro de nuestros hijos! Pues si señor, usted tiene razón, tiene toda la razón del mundo, pero a mi no me gusta la política, y muchísimo menos me gustan los políticos. Fíjate que casi no me gustan ni los políticos afines a mis ideas… ¡Con que imagina los otros…!

Pero… Pero…. No hay pero que valga. No me gusta, y se acabó. ¿Qué es importantísima la política? Naturalmente que lo es, pero no me gusta. Pienso que quien está gobernando tiene la obligación de hacerlo bien, y si lo hace mal ahí está la oposición para ponerle las peras al cuarto. Que a pesar de ello sigue haciéndolo mal, ahí está el pueblo para, si tiene dos dedos de frente, lo evite en las próximas elecciones. Y ya está la cosa. No me da más calor.

Es como cuando viajo en avión. El piloto tiene la obligación de llevarme a mi destino en las mejores condiciones posibles. ¿Qué si me interesa que el vuelo se haga bien? ¡Claro que me interesa! Fíjate que de la bondad del vuelo depende mi vida, más por ello no voy a hacerme ingeniero aeronáutico para saber controlar todas las decisiones del piloto. Bueno, por lo mismo tampoco intento ser ingeniero político.

Me interesa mucho el bienestar social como me interesa mucho la salud pública. Y si me interesa la salud pública fíjate si no me interesará la mía en particular, Pero espero y confío en que el médico en cuyas manos caiga lo haga como debe de hacerlo; pero oye, que a mi no me da ninguna gana prepararme en medicina para saber si se equivoca.

Reconozco que nunca fui aficionado a la política; puede ser que se deba a que nunca tuve una inteligencia preclara para saber discernir las complejas actuaciones de estos hombres y mujeres tan ambiguos. (Pena que en el diccionario de nuestra lengua no exista la palabra “ambigüísimos”) Pero a medida que el tiempo pasa, lejos de mejorar, empeoro, y se muy bien por qué:

No se si es que soy un poco inocente, pero siempre he creído en la bondad de las personas. Para mí un político, sólo por haber llegado ahí, tenía por fuerza que ser buena persona. Un político no es lo mismo que otra persona cualquiera: Un arquitecto, un ingeniero o cirujano, pueden ser magníficos profesionales porque asimilaron bien sus estudios y los llevaron con éxito a la práctica, pero a nivel personal pueden muy bien ser unos hijos de mala madre. El político suele ser nombrado, por la voluntad del pueblo o por los miembros de un partido. Pienso que quienes los sitúan donde están, tendrán ojos para ver y corazón para sentir a quien colocan.

Y cuando leo la prensa, (que quizás por eso casi no la leo,) cuando escucho la radio, (que quizás por eso muevo el dial,) cuando veo la tele,(que seguro por eso cambio el canal,) me avergüenzan los políticos: Lo que juraron ayer, lo niegan hoy con la mayor de las frescuras. Llevo años escuchando promesas que se olvidan al día siguiente, y en los debates se insultan como verduleras, con perdón de las señoras que venden en los mercados. Y cuando mienten, cuando difaman, cuando mayores y más hirientes son los insultos, la jauría situada en los escaños aplaude a rabiar cada cual a su amo. ¡Que pena!

Después está el capítulo dedicado a los corruptos…. ¡Que vergüenza madre mía! ¿Pero en que manos está nuestra España? ¡Tu robaste! ¡Y tu mucho más! ¿Robaron? ¿No robaron? Y… ¿Devuelven? No se. Quizás no, casi mejor que no devuelvan para que así, no me hagan devolver a mi…

Ya se que no son todos, si, supongo que todos no serán, porque no sólo vamos a ser tu y yo los honrados, y… ¿Lo seríamos si fuéramos políticos? ¡Ay, no se!, pero… No, no me gustan los políticos.

Jesús González González ©
Junio 2010

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