viernes, 18 de junio de 2010

JUNIO


Nos tiene hartos este mes con tanta agua. Y según dicen los hombres del tiempo, no sólo es aquí en el Norte, llueve en toda España. De proa a popa y de babor a estribor, el cielo derrama lágrimas de forma incesante sobre esta sufrida piel de toro en la que vivimos. ¿Pues no decían los entendidos que el planeta se estaba secando? Pues anda, que si se estuviera humedeciendo… lo del diluvio universal hubiera sido pecata minuta.

Pues a lo mejor, o quizás a lo peor, es verdad que la tierra se seca, y esto que cae del cielo son lágrimas auténticas y no una metáfora con la que poetizar la expresión. ¿Verdad que viendo y escuchando cualquier emisora de radio o televisión, es para que se echen a llorar todas las nubes del firmamento? ¡Y hasta para que se den a gritos! Si es verdad que la economía mundial va tan de culo como dicen, y si es verdad, (que lo será,) que la nuestra en particular va aún muchísimo peor, no me extrañaría nada que pase este mes de junio, el de julio, y el resto del verano, y el cielo siga llorando a lágrima viva.

Oye, que no. Que no todas las emisoras aterrorizan al oyente. Escuchar Radio Occidental, y veréis como Marcelo os levanta el ánimo. Música alegre y comentarios jocosos sustituyen y contrarrestan los terroríficos comentarios del resto de las emisoras de España entera. ¡Bien por Marcelo, que vuela en solitario! Como las águilas. No como el resto de comunicadores que son auténticos gorriones volando en bandadas, y poniéndose todos de acuerdo para ponernos la carne de gallina con tanta noticia nefasta.

Pero, ¡jóoo…! Ya está bien con tanto llover, que a este paso van a croar las ranas hasta en las tapas de los pucheros. Llevamos unos días que cuando me levanto por las mañanas me dan ganas de coger un tazón y bajar a desayunar al muelle pensando que los barcos se sostienen sobre chocolate recién hecho. ¡Pero cuantas toneladas de barro habrá arrastrado la lluvia para teñir de ese modo la bahía!

¿Y los destrozos que han causado las inundaciones en los pueblos de los contornos? El río Escudo que se multiplicó por diez para luego volverse loco, hasta vacas arrastraba a su paso por Treceño. En su locura se metió en las casas y subió hasta los fogones para ver que se guisaba sin importarle los lamentos de mujeres ni los juramentos de los hombres sorprendidos. No se quedaron atrás el Nansa y el Deva, que cortaron carreteras en Muñorrodero el uno y camino de La Hermida el otro, llevándose por delante cuanto obstáculo encontraron en su torrencial caminar.

Menos mal que el día de San Antonio hizo la lluvia una pausa para que pudiéramos subir al Monte Corona. Parece como si el santo hubiera hecho un trato con las nubes, porque dejó de llover dos horas antes de que la procesión saliera de Caviedes, y por lo menos hasta las seis de la tarde que yo salí de la campa del monte, no volvió a caer una gota.

Había mucha gente, teniendo en cuenta las previsiones meteorológicas, pero ni la décima parte de lo que pudo haber en un domingo de junio primaveral, así que los cocineros del ayuntamiento nos atiborraron de costillas asadas y chorizos criollos, porque sobró comida. De todos modos la fiesta fue deslucida y “el pitu y el tambor” sonaron sin alegría. Pero cubrimos lo objetivos, que eran la misa y comer en el prado.

Al día siguiente agua a raudales. Y ¡que noche, Dios mío! Sonaban las gotas en el tejado de mi casa como si fueran granizos. Llovía con saña, como con mala intención. Con mala leche, que diría yo si en lugar de escribirlo lo estuviera hablando. Me levanté dos veces al baño, y si la primera vez eran torrentes de agua las que caían, la segunda era el diluvio. No el Diluvio Universal, porque no creo que fuera tanto, pero el Diluvio Nacional, a juzgar por lo que la “tele” cuenta, seguro que si.

Por fin hoy no llueve. (Cruzo los dedos por lo que pueda pasar,) y para comprobar si digo verdad miro a través del cristal. No, no llueve. Hay alboroto en la calle y veo cruzar el paso de cebra junto a los semáforos una muchedumbre abigarrada. Son los trescientos peregrinos que ayer salieron de Santander camino de Compostela, y hoy pasan la noche en nuestro polideportivo. ¡Que Dios los coja confesados si el agua vuelve a hacer de las suyas! Si no, ya se confesaran en Santiago cuando lleguen.

Jesús González González ©
Junio 2010

1 comentario:

Flor dijo...

Jesús por fin ha dejado de llover,pero aún queda un pequeño chaparron por caer,nuestra despedida del taller hasta el proximo otoño,seguro que alguna lagrima caera de melancolia añorando esas tardes en las que tanto disfrutamos.