sábado, 8 de mayo de 2010

AMOR VOLUPTUOSO



Amor:

Quiero hacerte llegar estas letras para que entiendas mi pasión por ti, sé que lo sabes o intuyes, pero deseo explicarte como me siento en nuestros escasos encuentros, además me ayudará en esta espera de casi tres meses de mutua y oscura ausencia.

Una semana antes de nuestra cita -si la diera a conocer escandalosa, pues mis compromisos y vida son ineludibles, lo sabes y lo aceptas-, me sorprendo con el pensamiento en ti, ansiándote, imaginándote preparando nuestro solitario rincón, en ese encuentro.

Sí, dispongo en la mente la situación, preparando todo, dando intimidad y buscando que mis trabajos y familia estén de lado, pretendo silencio, tranquilidad, algo diferente. Sé como voy a colocar cada detalle, lo único que puede alterarse es el horario previsto en unos minutos, pero eso es algo que no depende de nosotros. Quizás con suerte un poco antes.

Saber que entrarás en mi vida con ese calor a la vez del contraste del invierno, por ejemplo, o esta primavera que ha enfriado de golpe. Eso ayuda a darle un toque de ternura, de regusto no pasional, aplica más ventajas a nuestro encuentro vehemente. Ya tengo nuestro nido de amor preparado, todo colocado al extremo, todo en un ambiente cálido, con un poco de música de fondo para evitar los ruidos habituales de la vecindad, hoy extraña.

Tan solo al llegar con el pan recién horneado de esa panadería cercana, para poder después tomar fuerzas; antes hemos de hacer algunas cosillas menos agradables, pero siempre pasajeras a la espera del encuentro feliz.

Llego primero, reviso y compruebo a la perfección, un poco por costumbre, me ha faltado una rosa roja, pero eso eliminaría tus perfumes naturales, es innecesario para disfrutar tu habitual fragancia. Oigo el ascensor elevándome, siento estar en el séptimo cielo, ¡qué necesidad física y anímica me embarga!, seguro que será incomparable y durará en mi alma para aguantar esta temporada hasta que nos veamos de nuevo.

Abro la puerta y allí estás, magistral, suave, te ayudo a quitar tu capa colorista, siempre alegre y a veces brillante, noto que estás algo destemplada por el frío, observo tu figura al completo, perfecta, quizá adelgazaste, pero hace tanto que no te veo… Tienes un aspecto saludable, terso, te toco y me escalofrío de arriba abajo, seguro que mis ojos brillan de deseo, en la boca la avidez de cumplir con este día a besos o a bocados, no sé… disfrutaré esta mañana y por la noche, pues hemos de cumplir a mediodía con compromisos inexcusables.

Me preparo para ese contacto intempestivo, apasionado, casi indescriptible, ese calor templado, consistente, mis labios notan pero ni sé que es, me atrae los perfumes tan especiales y naturales, llenan mis sentidos, se deshacen en mi, se mueve mi lengua rebuscándote, cerrando los labios para no perder nada de esa dulzura, se inunda de placeres y salivo de tal forma que me ahogo, ya no controlo mis fluidos y me da igual, aunque a ti, no parece importante.

Siempre agradable, perfecto intercambio de ventajas, sensación de angustia al culminar el primero, pero comienza otro de esos apasionados gestos amorosos, tiernos, soy en este momento un ser feliz, viviendo plenamente. De nuevo lanzo mi afán casi agónico, mis labios comienzan de nuevo ese roce, la pasión crece, una dulzura que rompe la garganta se vuelve arenosa, la unión prospera en una lubricación extrema, casi tanto por amor como el morbo del encuentro ilegítimo.

Finaliza la pasión y la ternura aparecida con el reposo, tengo preparado ya el café, caliente y reparador, reconstituye algo de esa extenuación placentera. Está caliente y limpia por dentro, transita en el cuerpo convulsionado, se nota como recorre cada zona escalofriada, acompañando en la recuperación y en los suspiros de una satisfacción que está añorando ya otra, y vuelve a suceder de nuevo, y sucede, este ciclo apasionado que está calcado de otro anterior.

Calmada la ansiedad, recapacito sobre estos minutos que pasan rápidos, disfrutados y casi naciendo en este momento al deseo de otra agotadora sesión de acercamiento. La deshecho pues puede ser que, a mi pesar acabe contigo, he de cuidarte para hacerlo a mi vez. El egoísmo se escapa del alma y me limito a compartir ese olor que me lleva a recordar toda mi vida, a mis padres y abuelos, la feliz estancia de la niñez, el nacimiento de mis hijos, las montañas, el chocolate, el olor a invierno o primavera, la taza del café aromático, ¡dioses, ser tan feliz me rompe por dentro!; duele el pecho de forzar esta batalla de deseos contenidos, y quisiera, quizás, morir con esta sensación.

En la noche a pesar de estar rodeada de mi familia, sé que de alguna manera llegaré a ti, en la vida hogareña estarás de nuevo, una amistad
de tiempo para ellos y un amor apasionado para mi. Un día completo, desde la espera de meses, contando con que tendré que hacer esfuerzos para dejar el tiempo en reposo hasta la próxima vez, deseando con intensidad el futuro encuentro, sabiendo que eres en mi vida la razón de seguir…

Esta puñetera dieta de 40 años, que gracias a que hace tiempo decidí trasgredir cada vez que hiciera la analítica, como protesta para seguir adelante con algún aliciente, con un tanto de descanso, algo de pecado, de pasión, de rabia lujuriosa.

Encuentro sobrevenido, preparado, premeditado alevosamente, una relación intempestiva. Recoger el pan recién horneado, sacar de su oscuridad en la nevera la mantequilla, despojarla de su envoltura, untarla, espolvorear con un poco de azúcar, y colocarlo todo cercano a mi taza de café humeante, oloroso; notar en los labios el frescor de la grasa animal, el dulzor rasposo del producto de la caña, el amargor del brebaje excitante, negro, aún después del desayuno prohibido, percibiendo el aroma del pan reciente y templado, deseado también durante tanto tiempo.

Caminaré en esta mañana mucho rato, lo necesito para regular de nuevo mi cuerpo, llegaré a la cena con ganas de cometer otro pedacito de pecado, en compañía de los míos, que apreciaran la alegría que emana de mis gestos, de la mirada…

¡Ay…! mi vida gastronómica es magnánima cada tres meses. Hoy además estará aderezada con nuestra cita literaria, y es imposible pedir nada más.

Querida mantequilla, relajada, feliz, te esperaré a escondidas pues disfrutar de tu compañía es un placer, algo que acaba tan rápido como untándolo en la rebanada del pan, desapareciendo al mismo ritmo que disfrutándote. Eres el ejemplo de la vida misma. El goce total e imperecedero, constante, solamente hay que buscar un detalle en cada instante…


Ángeles Sánchez Gandarillas ©
San Vte de la Barquera
6 de mayo de 2010

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Que gozada! la verdad es que mi mente apuntó en unos instantes hacia otra direccion, pero adentrandome en tu escrito,veo que tu ingenio, vá mas alla de todo, (te dejo mis sonrisas)
y mi abrazo , por tu capacidad.

Besos
Veronica

Anónimo dijo...

¡Que voluptuosidad desbordante!
si no fuera porque te conozco bien hubiera picado,en mi memoria está el merengue como "pecadillo" tuyo,
cada vez me gustan mas tus escritos picarona,un abrazo,Dori

Anónimo dijo...

Quisiera ser un pez para estar en tu pecera,
o mantequilla para estar en tu nevera.
Amiga un abrazo, Arco.