viernes, 23 de abril de 2010

KITEBUGGY y el Rey Alfonso XIII


Hace tiempo que tengo ganas de escribir sobre este deporte supuestamente nuevo o reciente. Sobre todo porque conozco a este chico desde chaval. Siempre hemos hablado de diferentes actividades, las más de las veces sobre el papel; es buen dibujante y diseña joyas entre otras muchas actividades de trabajo, amable, paciente y tranquilo. Lo que menos imaginaba era verle metido en este duro ejercicio.

Hemos hablado mucho de la pesca con caña, de las esperas nocturnas con una luna escondida para favorecer el engaño. Algunas mañanas le sorprendía con una sonrisa que denotaba la captura de algún ejemplar interesante. Al entrar en su negocio, se le notaba la satisfacción, ojos brillantes, la sonrisa más marcada que de costumbre, mientras atendía a los clientes, siempre atento pero ese día además orgulloso.

-¿Qué tal anoche, acabaste de madrugada?

-Verás, estoy contentísimo a pesar de que se me escaparon algunas lubinas.

-Eso es una cosa que me deja sorprendida, ¿Y eso?

-He conseguido una que pesó 2 kilos pasados, preciosa, brillante. No podía con ella, fue una lucha, duró casi media hora la pelea, era dura de pelar.

Nunca señalamos, con la lejanía de las palmas de nuestras manos, la longitud, normalmente era sobre el peso, porque en el largo tiene diferentes aspectos. En ocasiones es corta y ancha, en otras alargada y delgada, así que lo que pesase, determinaba una imagen más aproximada de su dimensión real.

Quise descubrir algo de esta actividad, a raíz de sorprenderme esta afición en Germán, entonces me interesé por su forma de ser. Dicen que ha sido desde crío, un torbellino por disfrutar, practicar o conocer los deportes. Nieve, bicicleta, natación. Todos. Hasta llegar al kitebuggy de unos años para acá; le está ocupando tiempo, porque es una persona que se introduce en cada materia, practica hasta conseguir un total conocimiento, tanto informativa como activamente hablando, en definitiva un perfeccionista.

Quizá fuera su interés por las cometas de pequeño, lo que le llevó a practicar esta afición. Le encantaba moverlas en el viento, prepararlas, construirlas. Las manejó con cierta facilidad debido a su empeño en aprender y sacarle todo el partido. Eso y que hace no tanto tiempo, le regalaron una bastante grande; le pareció que se podía aprovechar toda esa fuerza y de ahí a ponerse unos patines, al poco vio la forma de subirse a los buggy y comenzó su periplo y aprendizaje de este deporte recio.

Hasta el punto llega este interés, que está a cargo de algunos asuntos referentes a negociar y conseguir lugares para estas pruebas, tramitar publicitar, permisos, preparar la llegada de compañeros y citar a los jueces para estas competiciones, además de participar él en las mismas.

Por supuesto, que como todas, las reuniones o actividades, supone un esfuerzo añadido. Es miembro del Grupo Ojáncano, primer club de vela en tierra de Cantabria, así mismo posee la titulación de juez para competición, el dice con una sonrisa casi tímida, “examinador”, el primero en acceder a este cargo. Tiene esa capacidad de hacer varias cosas a la vez con cierta concentración y buen resultado final.

Al igual que la pesca, se necesita reaccionar con presteza, disponer de un margen de tiempo inmediato, concentración, fuerza y como todo, constancia acompañada de inteligencia. Creo que ser detallista y habilidoso también ayuda. Todo lo lleva consigo, pero la dureza de esta actividad es lo que me sorprende.

Esta palabra “kitebuggy”, significa cometa-carrito, (en traducciones ajenas a la nuestra, “barrilete-carrito” o “papalote-carrito”). Pero lo interesante es ser espectador de estas competiciones. Hoy es un cochecito que es bajo de chasis, pequeño, con ruedas adaptadas para su transporte y competición por campas interiores, praderías y tierra. A veces se hace sobre arenales, previo permiso y con la premisa de que no se va a remover o trasladar la arena, estos deportistas tienen un alto aprecio por el ecologismo, son los primeros en valorarlo, ni siquiera utilizan combustible, su esfuerzo y el viento son lo utilizado para moverse, no dejan basura ni desperdicios.

El conductor por medio de su pericia, consigue guiar con unas largas bridas que se extienden hacia un cometa flexible, éstas recogen la fuerza del viento y conducen por las regatas, delimitando con boyas todo el circuito. El empeño y fuerza que se ha de emplear en esta actividad anda rondando el sacrificado esfuerzo, y se nota la energía que han de emplear.

Todo lo que implique dominar a la naturaleza en nuestro beneficio, es a base de fuerza y voluntad. Este deporte tan espectacular, ha de contar con subidas de adrenalina constantes, pues el aire es caprichoso, suele ser lo suficientemente fuerte, impulsa este buggy en arrebatos y cambios, ellos con gran esfuerzo doblegan a su necesidad de rapidez o tomar las curvas con dificultad en las balizas sobre el terreno del recorrido.

Observé que anclan la vela a tierra con alguna traba una vez parados, evitan que así, se lleve incluso en volandas al conductor, las dominan cual cometas, para bajarlas al terreno y apaciguar su vuelo y empuje.

Estas pruebas se ven chafadas si el aire no aparece, es una de las incógnitas para los concursantes, hasta el mismo momento de comenzar. Los pronósticos del tiempo suelen acertar en ocasiones, así que es uno de los deportes que bajo mi humilde entender, junto con las corridas de toros que se ha de apostillar: “Si el tiempo lo permite”.

Además del esfuerzo y preparación continua para poder soportar este deporte, se añade la decepción y nerviosismo ante la posibilidad de que no acompañe el soplo del dios Eolo.

Dirigen con sus manos esa especie de cometa o vela relativamente grande, el control se ejerce manteniendo esa tela desde posición de pie, sus normas especifican que no puede ir sujeta al coche. Suben a este preparado al efecto en la posición de salida, pueden ir sentados o tumbados, pero tampoco estan amarrados o sujetos, se permite en los pies para poder conducirlos, una sujeción flexible. Una vez a bordo, bajan el aparejo, con los cordajes para que el aire efectúe el empuje, también es la forma de frenar. Esta actividad se consigue apartando y volviendo a recoger la fuerza del viento, (trabuchar), para ir conociendo las posibilidades al moverse y correr en el buggy.

Este es un carrito de tres ruedas que han de tener un diámetro de 68 cms., sin embargo la anchura es libre, infladas con 2 bares de presión. Ha de carecer de zonas punzantes, es guiado por medio de una horquilla con los pies, en la que se aloja la única rueda delantera.

Se pueda mantener 90º del viento, (v. a la cuadra). El ensayo les permite dominar, mantener o pararse, lo consiguen trabando la dirección, también puede ser utilizado para parar. Ciñen o ganan barlovento. Parece ser que para conseguir el balance óptimo hay que medir por el VMG, (velocidad aprovechada), que es el componente de la
velocidad respecto a la dirección.

Para ceñirse, lo mejor es tener la cometa cerca del suelo. Ello implica complicaciones para el piloto al andar en popa, sobre todo en un suelo blando o si es grande la vela, puede caer más fácilmente. Se evita virando en cada borde en dirección opuesta. Los pequeños tienen mejor posibilidad de dominio y estabilidad, en algunas de estas posibles eventualidades.

Adquieren gran velocidad, hoy día el record está en 137 kms./h; en las ceñidas han de aminorarla bastante. Esta zona norte les suele facilitar esta actividad, el casi constante viento proporcionándoles ese aire que es su combustible.

Estos aparatos rodantes tiene un precio no escandaloso, el mantenimiento se hace casi por ellos mismos. El aspecto externo varía a su gusto, los tunean de los colores o diseños que prefieran. Es obligado llevar en las competiciones el dorsal visible. Los pilotos de menos de 16 años, llevan un distintivo fluorescente. Se precisa única y exclusivamente fuerza y maña, a la vista de lo complicado que es mantenerse en competición con tantos participantes.

Las cometas han de tener una longitud en sus líneas de 50 metros, determinada posición en el exterior de la tela, unión a los mandos, con el material de sujeción que se utiliza habitualmente para otras actividades con ellas.

Hasta ahora los adeptos a este deporte son minoritarios, pero no cabe duda que al ser económicamente asequibles, con un mantenimiento mínimo, será posible que aumente.

Su vestimenta parecía protegerles de posibles accidentes, llevan casco, mono de piel, rodilleras y coderas. Deportivas o bota de media caña, muñequeras, partes reforzadas en lugares sensibles del cuerpo, cuello, espalda, gafas, etc., todo ello en aras de su seguridad.

Las mejores épocas para competir quizá sean tiempos secos con viento.

Es un deporte que aún no está federado. Los comienzos datan de hace más de 200 años. Algunos sin saberlo hasta lo habrán utilizado por medio de otros tejidos (paraguas), para moverse o algo parecido en la infancia, experiencias de niños para dejarse llevar sobre bicicletas o similares, quizá alguno de ellos pudo ser quienes lo llevaran a mejores estudios o experimentos científicos cuando crecieron.

Se dice que fue por el año 1957, un americano, Francis Rogallo, el que desarrolló uno de ellos gigante, este diseño enorme fue un proyecto de la NASA. Se basó en algunas experiencias de la segunda guerra mundial.

El investigador decide que el ala o cometa no sea rígida, lo patentó como juguete el año 1961. La compañía espacial se interesó, para confeccionar un paracaídas direccional y de precisión, para las capsulas en su regreso ala tierra. Se denominó “Paresev”.

Pero fue George Pocock en Bristol Inglaterra, quien comenzó en los primeros años del siglo XIX, su sueño era tener un vehículo más rápido que el tren, para transportar pasajeros. Pero los caminos de entonces eran estrechos y la movilidad constante del transporte, dificultaba el equilibrio del pasaje. Este fue el inconveniente más importante, además de que si el viento fallaba, se paraba. Otras incompatibilidades fueron evitar los árboles o casas en el camino.






Están recogidas crónicas sobre este deporte, en la hemeroteca de algunos periódicos, por ejemplo el 12 de septiembre de 1926 y el 27 de agosto del año 1927. Se le daba el nombre de “aeroplage”, afección francesa que traducida quedaba como “aeroplaya”. Estas noticias recogidas impresamente, indican su conocimiento en España entonces.

El segundo artículo explica que solo se ejecuta a gran escala en Oyambre. Lo definen como una especie de balandro por tierra o arena.

“Tiene un chasis con cuatro ruedas de neumáticos, la parte del eje delantero es de dos metros y medio, el trasero mide uno. La vela tiene el mástil sobre el eje delantero, pues se dirige con las traseras. Lleva dos asientos, un piloto para el manejo del volante y el otro para el encargado de la vela, que soltará o dará cuerda para recoger la fuerza del viento, con un pequeño volante también, ayuda a cambiar la dirección. Comenta con cierto asombro la velocidad que alcanza 60 km/h, sobre la extensión de cuatro kms de la playa, dura y compacta al bajar la marea, quedaba convertida en la mejor pista posible.

Tienen en un “garaje-hangar” con 9 de estos aparatos, algunos de los cuales pertenecen al Rey Alfonso XIII y su familia, los demás son de otros aristocráticos de procedencia barcelonesa. El conde Güell, y el marqués de Lamadrid entre otros, promotores de la construcción de primer campo de golf en esa zona. Gracias a esta y otras actividades, los turistas ingleses y norteamericanos gustaban de ese lugar, que fue adquiriendo dimensiones físicas y de conocidos visitantes de abolengo, mantiene un entorno social de altura económica, similar a Biarritz o la playa de Lido.

Campeonatos importantes, con profesores, como el ganador del cuarto premio de la olimpiada de París, Ángel de la Torre.”

En la playa de Santander se hizo una foto que muestra a la condesa de la Maza, paseando a bordo de uno de estos “aero-playa”, el fotógrafo fue Marín.

Con estos aparatos hoy día, se han desarrollado aventuras de grandes y peligrosos recorridos por la Antártida, en concreto el efectuado por el programa “Al filo de lo imposible”. Tengo una referencia de fecha de 1 de junio de 2003, Young y Cunningham intentaron recorrer 650 millas; adaptaron a las ruedas unos patines. También por el Sahara, entre otras muchas de los retos para probarse y disfrutar de episodios extremos, estos aventureros califican como divertidos.

Ángeles Sánchez Gandarillas ©
San Vte. de la Barquera
20 de Abril de 2010

2 comentarios:

Anónimo dijo...

wow,que post mas descriptivo, poco conocía de este Deporte, ahora me ha quedado mas que claro, Gracias Lns.

Un abrazo Otoñal.
V.

Flor dijo...

Todo lo que ves describes,te molestas en recabar informacion y despues nos lo cuentas,para que parezca que lo hemos vivido junto a ti,gracias por darnos esos retazos de la vida en primera persona,hoy ya sabemos un poco mas que ayer y eso te lo debemos a ti,besitos.