viernes, 9 de abril de 2010

CAIDAS

Gracias a Dios no me he caído muchas veces en mi vida, pero recuerdo algunas muy graciosas, (ya que no pasó nada serio), de cuando era pequeña. Todas las que voy a relatar serian antes de los 10 años.

Vivíamos en un piso junto a un río con una fuente, unos árboles inmensos y un puentecito. Como no llevaba mucho caudal y no tenía mucha altura nos dejaban jugar en la calle.

Un día, tendría 6 años, bajé a jugar con una muñeca de trapo, una caperucita roja con su capa, sus trenzas y su cara de celuloide, regalo de un cumpleaños. No había ningún niño para poder jugar, pero me llamaron la atención unos patos en el río. Comencé a hacer aspavientos hasta perder el equilibrio e ir a caer justo donde desembocaba el desagüe. Ni que decir tiene la ducha que tuvieron que darme vestida, y mi querida muñeca a la basura.

Otro día estábamos jugando unas cuantas niñas encima de unos maderos grandes. Detrás estaba lleno de ortigas enormes. Era verano, manga corta, vestido fino y bocadillo de merienda. Una de ellas contó un chiste y yo me desternillé de risa, balanceé hacia atrás y ¡catapún! No hubo sitio de mi cuerpo que no estuviese lleno de ampollas y picores durante días.

Otro día quise emular a Pinito del Oro, (gran trapecista). Fui con mis padres a casa de unos amigos en Torres. Su hija y yo salimos al jardín a columpiarnos. ¡Que maravilla, que dominio, cada vez más alto! ¡Sin manos, fenomenal!.

¡Papá, papá, mira… sin manos…!

¡Plaf! Casi sin dientes, y sangrando por la nariz como un “carnero degollado”

Otra vez fue en casa de mi amiga A. Era verano, bajábamos por la escalera de la cocina al jardín y cuando llegábamos al descansillo, tropecé y me fui de bruces contra los barrotes de la barandilla traspasándolos con la cabeza, y de pronto noté que el pantalón que llevaba se rasgaba por detrás. La cabeza no salía, pero eso a mí no me importaba, lo del pantalón sí. Su padre tuvo que emplear su fuerza para conseguir sacarme, y yo me fui a mi casa muerta de vergüenza cogiéndome el pantalón por detrás.

¿Quién no ha patinado? ¡oh! El paso del patinador…te dejas llevar suavemente a derecha…a izquierda… ¿Pero qué sientes cuando lo estás haciendo de maravilla y justo cuando pasas delante de un grupo de niños te caes dándote una buena culada y ellos se desternillan de risa?

Mª Eulalia Delgado González ©
Abril 2010

1 comentario:

Flor dijo...

!Uf!Me parece sentir el dolor todavia de mi última caida,pero lo peor es la verguenza que pase,mira por donde una simple caida ha dado lugar a un estupendo relato,y volvemos de nuevo a recordar nuestra infancia,gracias Laly por estos relatos tan amenos,besitos.