sábado, 23 de enero de 2010

EL CLUB DE LECTURA

Me gusta leer. No leo mucho, pero me gusta leer. Debería de leer más, pero como también me gusta hacer otras muchas cosas, no dispongo del tiempo suficiente. Pero si, debería de leer más. Es mas, de hecho voy a leer más. El leer enriquece el espíritu, aunque no se si esta palabra de “enriquecer” es la correcta. Pienso que no lo es, porque yo jamás oí decir: “que espíritu tan rico tiene fulano”… O quizás si lo sea, porque sin embargo si que me suena aquello de, “es tan pobre de espíritu”… El caso es que leer, si no enriquece, al menos te saca el espíritu de la pobreza.

Creo que se empieza a dejar de ser pobre de espíritu cuando este comienza a ensancharse y a caberte dentro de él las opiniones de los demás. La mejor herramienta para construir este ensanche es la lectura, porque te abre los ojos hacia el mundo desde otras perspectivas. Pienso que es la mejor herramienta, pero tampoco quiero que nadie piense que el leer hace el trabajo del mismo modo que puede hacerlo una apisonadora cuando está ensanchando un camino, no nada de eso. No es que lees un libro, y hala, ya tienes el espíritu plano y ancho como si se tratara de una autopista en construcción. No, no es eso. Es leer un libro y otro y otro, y así, hasta que te canses. Después descansas y empiezas a leer de nuevo.

Cuando ya has leído mucho, si tu no eres cerrado como una acémila, (cosa que también puede suceder,) empiezas a decirte a ti mismo. “Anda, pues mira que razón tiene este tío”. Y si sigues leyendo, y aunque seas como esa acémila que te decía antes, descubres que hay otro tío que casi dice lo contrario del anterior, pero que sin embargo también tiene su razón. Y entonces tu, que para eso has ensanchado el espíritu, piensas por tu cuenta y adviertes, (quizás por primera vez,) que la verdad no siempre es verdad absoluta y que en la mentira también se puede esconder un poco de verdad.

Para obligarme a leer me hice socio de El Club de Lectura que en su día fundó María allí arriba, en la Biblioteca Municipal, (¡Ah!, precisamente de este Club, colgó Laura en Internet un blog, que bien merece la pena os paréis de vez en cuando,) y que junto con el Taller de Escritura marcha como deben de marchar las cosas de este
mundo, ¡de p m! que diría si me atreviera a escribir el taco.

No se los demás, pero yo he tenido una suerte tremenda. En los dos sitios que menciono encontré unos colegas increíbles de buena gente que son, y esto por si solo, además de contribuir también a ensancharme el espíritu, me ensancha hasta los pulmones de pura satisfacción. ¿Sabéis la suerte que es encontrar gente como la que yo encontré allí arriba? Pero dejadme volver a lo de la lectura que es el tema del que os quiero hablar.

Pues nada, que en el citado Club leemos todos el mismo libro, (no, no es que nos pongamos en fila uno tras otro; es el mismo libro pero cada cual con su ejemplar,) y cada quince días nos reunimos para comentarle bajo la autoritaria dirección de María a quien circunstancialmente acompaña su hijo Nicolás.

Oye, a mi es lo que peor se me da: comentar el libro. ¿Qué porqué? Pues por que por mucho que me guste el libro, a los cuatro días me olvido de los personajes y de los líos que se traen unos con otros.

Me da igual que se pongan los cuernos de una forma que de otra, o que el malo del libro de un tiro dado a traición apee de la historia al que al principio parecía que iba a ser el protagonista. Una vez leído, prácticamente me olvido del libro.

Pero amigo, tenemos un grupo de lectoras que desmenuzan las escenas y los dichos de los personajes con tal conocimiento de causa, que yo me pregunto muchas veces si no los habrán estado confesando cinco minutos antes de venir a nuestra reunión. Y hasta les hacen un psicoanálisis del porqué el protagonista tomó tal decisión, y hasta son capaces de descubrir si fulanita se acostó con menganito por amor a él o por amor a los billetes de su cartera. Yo, como un tontorrón, sin haber profundizado en el quid de las cosas. Me conformo simplemente con leer, disfruto con la historia que me cuentan, y ese disfrute mejora si es bonita la forma con que lo hacen. Pero nada
más. No doy más de sí.

Pero oye, que con eso es bastante para que el espíritu vaya ensanchando, de verdad. Y si no, prueba. Empieza a leer si es que no lees, y verás que al final hasta me lo agradeces.

Jesús González González. ©
Enero 2010

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola Jesus

Había dejado de leer...y hoy, he retomado ese vicio,creo que es la mejor manera de ampliar nuestro léxico, hacer volar la imaginación, meternos en aquellas lineas viviendolas de manera especial..
Un saludo para las desmenuzadoras de letras, enhorabuena por ellas...

Saludos

V: