miércoles, 23 de diciembre de 2009

QUERIDO JESÚS


Querido Jesús:

Tengo hace días en reserva una respuesta a tu escrito afectivo hacia todos nosotros. Me siento aludida por ese cariño que desprende y siento que es a mi a quien lo diriges. Es inevitable Jesús, todo lo que leo me parece que está hecho exclusivamente para mi, soy su dueña en el momento mismo de aferrarme mentalmente a lo que emana.

Te veo sentado en ese asiento pareciéndome que estás cómodo, observando, escuchando con atención porque dices que oyes menos, (menos mal, porque si oyeras bien tus escritos recogerían aún más datos), con ganas de reconvenirnos si erramos, pero se que tienes paciencia y callas.

Eres seguramente persona sensible, atenta, asertiva, simpático, humilde, bueno, amante esposo, padre, abuelo, compañero, amigo, conocedor de muchos aspectos de la naturaleza, experimentado, pintor, escritor, viajero infatigable, conversador, curioso, con temperamento, ansioso por aprender, fuerte de carácter, sincero hasta herir, sabes muy bien lo que quieres, trabajador, pero todo esto y más no me lo permites decir, por tanto ni lo escuches.

Empecé con el “seguramente” para no darlo por hecho, también “seguramente” tendrás tus puntos menos agradables, o alguna falta en los escritos, errores de los que has aprendido mucho… Más eso es algo que posiblemente diga lo que te diga, está en tus adentros y es tuyo, todo nos complementa Jesús, hasta las faltas de ortografía en un texto.

Te observo y compruebo que te reclinas en ese asiento tieso, casi cómodo, adoptando una postura que te permite oír mas aislado del lugar en que nos encontramos, te cierras en concentración, tus ojos se entrecierran satisfechos del sonido de una voz cercana a ti.

Esas voces te encantan, se nota. Cuentan cosas interesantes del mismo tema pero con distintas versiones, ves la interpretación personal y estás pensando que tu hermoso cuento del cascabel no es tan bueno, sin querer te leo en la frente la posibilidad de compararlo con los otros.

Olvida ese pensamiento, es muy bueno ese relato lleno de fantasía que nos llevó primero a lo que creímos un castillo y en el desenlace averiguamos que eran roedores y un gato, ¡qué bueno el intríngulis, sí señor!. Me transportaste de la mano sintiendo el temor, la valentía y el drama del final.

Sigo mirándote y casi no cambias la postura, sigues acariciando el brazo de la silla imperturbable, lentamente, incansable con esas manos fuertes y grandes que además parecen tener costumbre de acariciar, estás casi embrujado o embelesado, me pareces aquella imagen de la maja vestida de Goya, tan solo hay una diferencia, tus brazos están cruzados delante y siguen la caricia incesante de la silla.

Eres un modelo perfecto, si yo pudiera te haría un retrato a carboncillo, en esa posición pensativa, perdida tu vista a veces en el techo, a veces abstraída sopesando lo que oyes. Serías mi obra maestra, “El Majo Vestido”.

De repente te yergues y me doy cuenta que tiene entradas en tu cuero cabelludo, fíjate tan solo te había visto por dentro, ya que estoy te retrataré físicamente.

Alto, no te sobra carne, de ojos claros y vivos, de manos fuertes, correctamente vestido, inmaculada y rasurada tu cara, (Es un gusto besarte ante una piel tan suave), quizás la vestimenta es algo seria comparada con tu forma de ser. Siempre hueles bien. Tu sonrisa es grande y cuando la esbozas acompañada de alguna risa, me contagias y te acompaño en ese gesto alborozado.

Siempre amable y caballero, dejas pasar a las damas antes, me haces transportarme a la época del romanticismo poético del XIX, casi veo pasar a gentiles hombres, con bastones de empuñaduras de plata, vestidos de lo que tu llamarías “pingüinos” tocados del sombrero de copa, quitándosele al paso de señoras tremendamente emperifolladas, en una primavera colorista con el sonar de las cabalgaduras y sus carrozas.

Más veo que estás en este mundo poco delicado, donde te haces sitio a empellones, con ganas de recobrar aquel respeto que se vivió en otros tiempos, lo aprendiste bien Jesús y en ese recuerdo agradezco ese detalle refinado. Me haces sentir importante.

No decepcionaste la idea que tenía de ti, de aquellos viajes que compartimos, con tantas personas diferentes, aprendiendo de ti, de todos, de los lugares que conocimos y que ahora me devuelven recuerdos para acarrearlos al papel. Mira que tengo imaginación pero…

Ni por lo más remoto me veía donde ahora estamos, con nuestro querido grupo, compartiendo escritos; no sabía que escribías, yo no lo hacía y mira, la vida es una auténtica sorpresa.

Te devuelvo esta carta con todos mis afectos, con la esperanza de la amistad y la limpieza de tus palabras.

Un beso abrazado.

Lines

PD: Conste que la publicaré


Ángeles Sánchez Gandarillas ©
San Vte. de la Barquera
Diciembre de 2009

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