"Pero si es que no, no fue así, y ahora me lo pagas de esta manera. Resulta que nunca me amaste ni me dijiste que me amabas y si nos casamos fue por aquel accidente ó para ser más claros, porque mi padre vino aquella tarde a mi cuarto mientras tú estabas conmigo en el lecho.
Pero claro, con las prisas por esconderte te olvidaste de algo importante, y es de que ambos estábamos en aquel momento crítico, en que sudorosos y entregados a una pasión desbordada, nuestros sentidos no respondían a la llamada de la prudencia.
Por supuesto que pasó lo que pasó. Yo pude recomponer mi compostura, a duras penas, hasta forzar mi sonrisa y hacer creer a mi padre que estaba en una situación de duermevela y que los gemidos que escuchaba eran simplemente producto de una pesadilla.
Pero tú, "calzonazos", y ahora te lo puedo decir bien alto, habías corrido antes a meterte bajo la cama, lo justito para que él no te viera, y además te quedaste con el trasero pegado al somier, con lo que cuando mi padre se sentó para consolarme me dijo incluso, que "claro, con un colchón así, tan duro, era imposible que pudiera descansar su niña".
Luego, antes de que llegara la fecha prevista por la naturaleza todo fueron prisas, y ¡cómo no!, el santo varón que eras, de fachada, deseaba a toda costa casarse por la iglesia y que yo fuera de punta en blanco, como así sucedió, a pesar de que mi barriga ya era bastante significativa.
Pero bueno, esto es una anécdota de las muchas que podría contar de tu comportamiento a lo largo de estos años y eso es lo que no voy a hacer ahora, porque si algo me dió verdadera rabia de ti fue siempre esa falta de valor para enfrentarte a los problemas que surgían y sobre todo, en estos momentos, para afrontar los sucesos que tienes pendientes.
Nuestro hijo, el fruto de aquella tarde fogosa y desenfrenada, con el "coitus no interruptus" a que me refiero, y la intervención paterna, en mi caso, ese hijo tan nuestro y tan querido, llega ahora y nos dice que él se quiere casar con Manolito, porque es "gay" y que a mucha honra, quiere formar un hogar, que para eso ya es mayor. Que se siente orgulloso de serlo y que levanta la cabeza en ese sentido, pero claro, tú te haces el longuis como siempre, pero esta vez, no te metes deprisa y corriendo debajo de la cama sino que te marchas al otro barrio con un infarto.
¡Ya ves, así me has querido siempre y ahora te vas sin despedirte siquiera!, ¡Desagradecido, mal padre y peor esposo! ...Por no decir poco hombre.”
Rafael Sánchez Ortega ©
19/11/09
Pero claro, con las prisas por esconderte te olvidaste de algo importante, y es de que ambos estábamos en aquel momento crítico, en que sudorosos y entregados a una pasión desbordada, nuestros sentidos no respondían a la llamada de la prudencia.
Por supuesto que pasó lo que pasó. Yo pude recomponer mi compostura, a duras penas, hasta forzar mi sonrisa y hacer creer a mi padre que estaba en una situación de duermevela y que los gemidos que escuchaba eran simplemente producto de una pesadilla.
Pero tú, "calzonazos", y ahora te lo puedo decir bien alto, habías corrido antes a meterte bajo la cama, lo justito para que él no te viera, y además te quedaste con el trasero pegado al somier, con lo que cuando mi padre se sentó para consolarme me dijo incluso, que "claro, con un colchón así, tan duro, era imposible que pudiera descansar su niña".
Luego, antes de que llegara la fecha prevista por la naturaleza todo fueron prisas, y ¡cómo no!, el santo varón que eras, de fachada, deseaba a toda costa casarse por la iglesia y que yo fuera de punta en blanco, como así sucedió, a pesar de que mi barriga ya era bastante significativa.
Pero bueno, esto es una anécdota de las muchas que podría contar de tu comportamiento a lo largo de estos años y eso es lo que no voy a hacer ahora, porque si algo me dió verdadera rabia de ti fue siempre esa falta de valor para enfrentarte a los problemas que surgían y sobre todo, en estos momentos, para afrontar los sucesos que tienes pendientes.
Nuestro hijo, el fruto de aquella tarde fogosa y desenfrenada, con el "coitus no interruptus" a que me refiero, y la intervención paterna, en mi caso, ese hijo tan nuestro y tan querido, llega ahora y nos dice que él se quiere casar con Manolito, porque es "gay" y que a mucha honra, quiere formar un hogar, que para eso ya es mayor. Que se siente orgulloso de serlo y que levanta la cabeza en ese sentido, pero claro, tú te haces el longuis como siempre, pero esta vez, no te metes deprisa y corriendo debajo de la cama sino que te marchas al otro barrio con un infarto.
¡Ya ves, así me has querido siempre y ahora te vas sin despedirte siquiera!, ¡Desagradecido, mal padre y peor esposo! ...Por no decir poco hombre.”
Rafael Sánchez Ortega ©
19/11/09
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