Escuchaba hoy un romance
de la Virgen la Barquera,
hablando en él de marinos
que salían a la pesca.
Era el martes de una Pascua,
una fresca primavera,
con las olas muy rizadas
que traían las mareas.
Eran curtidos marinos
de una Villa con su Puebla,
que tenía a San Vicente
de Patrón en una iglesia.
Y estos marinos celosos,
marineros sin reservas,
remaban por esos mares
entre olas y leyendas.
Iban buscando una playa
donde pescar las jarguetas,
los besugos y doradas,
salmonetes si se dejan.
Atrás quedaron sus casas,
sus familias y sus huertas,
marchan con ropas azules
y las boinas siempre negras.
Ya van bogando a las playas
y a la altura de Liñera,
ven de pronto entre las olas
unos restos que se anean.
El timón vira en redondo,
pone proa hacia las peñas,
descubriendo entre los restos
a la Virgen tan señera.
Ella se alza entre las aguas
caminado muy derecha,
va buscando a los marinos
con su luz y su pureza.
Y les habla en un susurro
a sus almas, y los ciega,
y les dice que la lleven,
que regresen hacia tierra.
Que ella es madre de ese Niño,
de Jesús el de Judea,
de ese Cristo y ese Hombre
que nos dio su amor y entrega.
Los marinos asombrados
reman pronto y dan la vuelta,
y en sus pechos una salve
riza el aire en la trainera.
Ya regresan los marinos,
vienen pronto, ¡qué extrañeza!,
los vecinos presto acuden
por si un mal les sucediera.
Pero observan asombrados
lo que viene en la cubierta,
la figura de una Virgen,
en su talla de madera.
Una virgen y un navío,
con un niño en las caderas,
y las jarcias de la nave
destrozadas y sin velas.
Un rumor corre de pronto,
todos quieren acogerla,
todos quieren que se quede
allí mismo, en La Barquera.
Y de pronto surgen manos,
se trabaja con las piedras,
una ermita se construye
a esa Virgen tan viajera.
Todos quieren que se quede
y que vele en la ribera,
por los hombres y mujeres
de esta Villa tan norteña.
Ya la ermita se levanta
la hornacina azul se eleva
y en un ocho de septiembre
se celebra aquella fiesta.
Ha pasado mucho tiempo,
desde entonces se celebra,
la llegada de la Virgen,
a la Villa Barquereña.
Una Virgen con el Niño,
el Mozucu que nos llena,
con sus dones y sonrisas,
y que alivia las tristezas.
Porque el Niño aquel fue Hombre,
y su Madre, La Barquera,
bien comprende a los marinos
que la cantan y la rezan.
Algo tiene San Vicente
y algo tiene nuestra tierra
en sus hombres y en sus gentes
y en La Virgen la Barquera.
¡Salve Reina de los mares,
ruega a Dios que nos defienda
de los duros temporales
y también de las galernas!
Somos simples pescadores,
marineros con su cesta,
que salimos a los mares
con tu Salve a por la pesca.
Y por eso te pedimos,
en el día de tu fiesta
que nos tomes en tus brazos
y tu manto nos proteja.
Rafael Sánchez Ortega ©
09/09/09
de la Virgen la Barquera,
hablando en él de marinos
que salían a la pesca.
Era el martes de una Pascua,
una fresca primavera,
con las olas muy rizadas
que traían las mareas.
Eran curtidos marinos
de una Villa con su Puebla,
que tenía a San Vicente
de Patrón en una iglesia.
Y estos marinos celosos,
marineros sin reservas,
remaban por esos mares
entre olas y leyendas.
Iban buscando una playa
donde pescar las jarguetas,
los besugos y doradas,
salmonetes si se dejan.
Atrás quedaron sus casas,
sus familias y sus huertas,
marchan con ropas azules
y las boinas siempre negras.
Ya van bogando a las playas
y a la altura de Liñera,
ven de pronto entre las olas
unos restos que se anean.
El timón vira en redondo,
pone proa hacia las peñas,
descubriendo entre los restos
a la Virgen tan señera.
Ella se alza entre las aguas
caminado muy derecha,
va buscando a los marinos
con su luz y su pureza.
Y les habla en un susurro
a sus almas, y los ciega,
y les dice que la lleven,
que regresen hacia tierra.
Que ella es madre de ese Niño,
de Jesús el de Judea,
de ese Cristo y ese Hombre
que nos dio su amor y entrega.
Los marinos asombrados
reman pronto y dan la vuelta,
y en sus pechos una salve
riza el aire en la trainera.
Ya regresan los marinos,
vienen pronto, ¡qué extrañeza!,
los vecinos presto acuden
por si un mal les sucediera.
Pero observan asombrados
lo que viene en la cubierta,
la figura de una Virgen,
en su talla de madera.
Una virgen y un navío,
con un niño en las caderas,
y las jarcias de la nave
destrozadas y sin velas.
Un rumor corre de pronto,
todos quieren acogerla,
todos quieren que se quede
allí mismo, en La Barquera.
Y de pronto surgen manos,
se trabaja con las piedras,
una ermita se construye
a esa Virgen tan viajera.
Todos quieren que se quede
y que vele en la ribera,
por los hombres y mujeres
de esta Villa tan norteña.
Ya la ermita se levanta
la hornacina azul se eleva
y en un ocho de septiembre
se celebra aquella fiesta.
Ha pasado mucho tiempo,
desde entonces se celebra,
la llegada de la Virgen,
a la Villa Barquereña.
Una Virgen con el Niño,
el Mozucu que nos llena,
con sus dones y sonrisas,
y que alivia las tristezas.
Porque el Niño aquel fue Hombre,
y su Madre, La Barquera,
bien comprende a los marinos
que la cantan y la rezan.
Algo tiene San Vicente
y algo tiene nuestra tierra
en sus hombres y en sus gentes
y en La Virgen la Barquera.
¡Salve Reina de los mares,
ruega a Dios que nos defienda
de los duros temporales
y también de las galernas!
Somos simples pescadores,
marineros con su cesta,
que salimos a los mares
con tu Salve a por la pesca.
Y por eso te pedimos,
en el día de tu fiesta
que nos tomes en tus brazos
y tu manto nos proteja.
Rafael Sánchez Ortega ©
09/09/09
4 comentarios:
NADIE COMO TÚ PODIA EXPRESAR CON TANTO LUJO DE DETALLES LA HISTORIA DE NUESTRA TAN VENERADA VIRGEN DE LA BARQUERA Y TAN MAGISTRALMENTE,SEGUIMOS APRENDIENDO CONTIGO,BESITOS.
bello, sí señor. Los marineros por suerte, tienen un poeta para definir sus sentimientos. Lines
Coño Rafa, si me dejas sin palabras. Quería hacer un comentario a tu poema y me faltan adjetivos, Me parece fabuloso ¿Donde almacenas todo lo que escribes? Pues si, otro abrazo, Jesús
Rafael
Emergen versos llenos de solemnidad dejando que los mismos naveguen irradiando paz, y fervor, deesde el fondo de tu alma.
Súblime !
Felicidades
V:
Publicar un comentario