Ayer después de varios días de turismo en este mi entorno, lo mismo fue cultural, que histórico o de naturaleza. La Torre de Estrada, las Cuevas del Pindal, el Monasterio de Tina en Pimiango y el entorno natural de este, las Guerras Cántabras de los Corrales de Buelna, las casonas, blasones y escudos inmensos de Riocorvo y las estelas de Barros.
En fin que decidí recorrer de nuevo los tramos de mis paseos y me encaminé hacia el puente de la Barquera. Mientras admiraba como algunos chiquillos se lanzaban desde el puente al agua, pensaba en todo lo que he visto y como lo voy a encauzar para escribir algo decente sobre todo ello.
Seguí adelante y me volví a encontrar con el candado en color bronce y aluminio, que puede llegar a pesar unos doscientos y pico grs. Lleva casi dos meses ahí colocado, justo en la mitad del puente, entre los seis pilares y en la segunda de las tres barandillas. Creí que la crisis había llegado al punto de que teníamos que sujetarle bien, no sea que nos le lleven, jajaja. A lo mejor alguien se cansó de llevar un “piercing” en su nariz, optando por dejarle allí colgado, pero me pareció algo pesado para soportar en la apéndice nasal o ceja tanto peso.
He sabido por una información en televisión, que se trata de dejar constancia de amores veraniegos. Algo fuerte, para que no se suelte, que perdure. Ha de ponerse en cada lado del cerrojo el nombre de los dos enamorados. Creo que conseguí saber en qué lugar de España, por medio de un mapa y las magnificas redes de Internet. Parece que es en los alrededores del Paseo Marítimo y Nova Icária de Barcelona, allí hay una ingente cantidad de ellos, una nueva moda de este verano.
En este no están escritos los nombres de los enamorados, pero desde luego compraron uno de los más grandes, quizás en la medida de su amor.
Seguí a delante hasta la Atalaya, es un lugar que siempre me produce sensación de bienestar, siempre hay alguien con el aspecto de sentir lo mismo. Esta vez además tomaron el sitio una pareja de enamorados, ni ellos se incomodaron ni yo tampoco, cada uno estaba a lo que estaba. Antes hablé con la persona que se iba en ese momento y que se dirigía a la novena de la Virgen de la Barquera, en breve es su fiesta.
Luego decidí irme de ese agradable lugar, desde el que los marineros otean la posibilidad de mejora del mal tiempo o quizás intentan pronosticar el día siguiente para la pesca. A veces son marineros ya jubilados, otros pretenden recordar tiempos pasados y seguir con la mirada en esa mar que tanto les traqueteó. Al iniciar la bajada del paseo, me encontré con una persona que siempre me cayó bien, aunque hemos mantenido pocas conversaciones. La recuerdo algo del colegio, pero mi memoria sigue adormecida. Estaba sonriente y parecía contenta, nos saludamos cariñosamente y me dijo que vuelve a San Vicente. Casi me sorprende, porque lo normal es que la vuelta sea al jubilarse, pero esta persona lo hace en plena madurez, me encantó esa decisión. Significa que valora lo mismo que yo, quizás nos veamos en adelante.
Después seguí el camino en cuestión y paré en la ermita. Siempre admiro la devoción, serenidad y recogimiento de los devotos de la Virgen, estaba prácticamente llena. Me sumé al respeto general e intenté rezar en silencio, tenía el encargo de pedir por alguien y lo cumplí. Hacia muchísimo tiempo que no tenía la posibilidad de acercarme a estos oficios religiosos, me sorprendió que aún me sé de memoria la letanía. Esperé unos momentos a que iniciaran los cánticos, en ese lugar pequeño producen cierto escalofrío, puede ser que las voces sean imponentes, que lo son, o a lo mejor que todas aquellas personas tiene la sensibilidad muy a flor de piel y esto nos pase a todos, es algo que desconozco pero lo cierto es que esta sensación la notan también gentes foráneas.
Una vez acabada la novena, dirigí de nuevo mis pasos hasta casa, en este recorrido también encontré a otra de mis personas preferidas, ella, como yo, también retornaba al hogar, llevaba compañía pero aún así, disertamos de diversas cosas y situaciones. Nos despedimos estando al unísono con la misma decisión, evitar bajar a la fiesta nocturna por estar un poco cansadas.
Como ves Uve, he abandonado mis ganas de fiesta hasta esta noche, entonces quizás sí que me anime a salir y bailar un ratillo, creo que lo necesito y me vendrá bien. Es posible que encuentre por ahí a Jane y compartamos algunos ritmos. Dicen que el baile es un abrazo encubierto, pues para ti va este abrazo danzado.
Ángeles Sánchez Gandarillas ©
San Vte. de la Barquera
8 de septiembre de 2009
En fin que decidí recorrer de nuevo los tramos de mis paseos y me encaminé hacia el puente de la Barquera. Mientras admiraba como algunos chiquillos se lanzaban desde el puente al agua, pensaba en todo lo que he visto y como lo voy a encauzar para escribir algo decente sobre todo ello.
Seguí adelante y me volví a encontrar con el candado en color bronce y aluminio, que puede llegar a pesar unos doscientos y pico grs. Lleva casi dos meses ahí colocado, justo en la mitad del puente, entre los seis pilares y en la segunda de las tres barandillas. Creí que la crisis había llegado al punto de que teníamos que sujetarle bien, no sea que nos le lleven, jajaja. A lo mejor alguien se cansó de llevar un “piercing” en su nariz, optando por dejarle allí colgado, pero me pareció algo pesado para soportar en la apéndice nasal o ceja tanto peso.
He sabido por una información en televisión, que se trata de dejar constancia de amores veraniegos. Algo fuerte, para que no se suelte, que perdure. Ha de ponerse en cada lado del cerrojo el nombre de los dos enamorados. Creo que conseguí saber en qué lugar de España, por medio de un mapa y las magnificas redes de Internet. Parece que es en los alrededores del Paseo Marítimo y Nova Icária de Barcelona, allí hay una ingente cantidad de ellos, una nueva moda de este verano.
En este no están escritos los nombres de los enamorados, pero desde luego compraron uno de los más grandes, quizás en la medida de su amor.
Seguí a delante hasta la Atalaya, es un lugar que siempre me produce sensación de bienestar, siempre hay alguien con el aspecto de sentir lo mismo. Esta vez además tomaron el sitio una pareja de enamorados, ni ellos se incomodaron ni yo tampoco, cada uno estaba a lo que estaba. Antes hablé con la persona que se iba en ese momento y que se dirigía a la novena de la Virgen de la Barquera, en breve es su fiesta.
Luego decidí irme de ese agradable lugar, desde el que los marineros otean la posibilidad de mejora del mal tiempo o quizás intentan pronosticar el día siguiente para la pesca. A veces son marineros ya jubilados, otros pretenden recordar tiempos pasados y seguir con la mirada en esa mar que tanto les traqueteó. Al iniciar la bajada del paseo, me encontré con una persona que siempre me cayó bien, aunque hemos mantenido pocas conversaciones. La recuerdo algo del colegio, pero mi memoria sigue adormecida. Estaba sonriente y parecía contenta, nos saludamos cariñosamente y me dijo que vuelve a San Vicente. Casi me sorprende, porque lo normal es que la vuelta sea al jubilarse, pero esta persona lo hace en plena madurez, me encantó esa decisión. Significa que valora lo mismo que yo, quizás nos veamos en adelante.
Después seguí el camino en cuestión y paré en la ermita. Siempre admiro la devoción, serenidad y recogimiento de los devotos de la Virgen, estaba prácticamente llena. Me sumé al respeto general e intenté rezar en silencio, tenía el encargo de pedir por alguien y lo cumplí. Hacia muchísimo tiempo que no tenía la posibilidad de acercarme a estos oficios religiosos, me sorprendió que aún me sé de memoria la letanía. Esperé unos momentos a que iniciaran los cánticos, en ese lugar pequeño producen cierto escalofrío, puede ser que las voces sean imponentes, que lo son, o a lo mejor que todas aquellas personas tiene la sensibilidad muy a flor de piel y esto nos pase a todos, es algo que desconozco pero lo cierto es que esta sensación la notan también gentes foráneas.
Una vez acabada la novena, dirigí de nuevo mis pasos hasta casa, en este recorrido también encontré a otra de mis personas preferidas, ella, como yo, también retornaba al hogar, llevaba compañía pero aún así, disertamos de diversas cosas y situaciones. Nos despedimos estando al unísono con la misma decisión, evitar bajar a la fiesta nocturna por estar un poco cansadas.
Como ves Uve, he abandonado mis ganas de fiesta hasta esta noche, entonces quizás sí que me anime a salir y bailar un ratillo, creo que lo necesito y me vendrá bien. Es posible que encuentre por ahí a Jane y compartamos algunos ritmos. Dicen que el baile es un abrazo encubierto, pues para ti va este abrazo danzado.
Ángeles Sánchez Gandarillas ©
San Vte. de la Barquera
8 de septiembre de 2009
2 comentarios:
UN CANDADO COLGAREMOS
CON TODAS NUESTRAS ILUSIONES
Y CON EL SENTIR DE NUESTRAS LETRAS
DE APRENDICES DE ESCRITORES.
BESITOS.
ERES ESPECIAL MARILYN
BESIN
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