jueves, 10 de julio de 2014

GORDAS Y FEAS



 
        El mes de julio no se presenta este año muy veraniego; pero esta tarde del lunes, mientras esperaba a que dieran las seis para acudir a la cita que con Sara Torre tenemos  en la radio,  me senté en uno de los bancos que hay en La Cabaña mirando al mar, y me relajé un rato contemplando los botes que se mecían sobre el agua de una marea descendente.

            Por el palmeral del parque, y mucho más interesados que yo por el retroceso de las aguas hacia el mar, caminaban hacia donde yo estaba no menos de cuarenta personas, supuestamente miembros de alguna de las muchas excursiones que hacen escala en San Vicente. La mayor parte eran mujeres. Y a medida que se iban acercando, comprobé  que la mayor parte de las mujeres eran gordas;  cuando las tuve mas cerca, me dije que la mayor parte de las gordas, además eran feas.

            De repente esta visión me hizo meditar, y me arrepentí  inmediatamente de haber pensado lo que te acabo de contar.  La mayor parte no eran ni gordas ni feas. Simplemente eran normales. Porque no sé si alguna vez te has parado a pensar que la población mundial nunca fue de  Claudias Schifferes ni de Noemies Camplelles. Esas sí que son un fenómeno de la naturaleza.  Las personas normales somos eso, normales: altos y bajos, gordos, gordísimos, flacos y flaquísimos. Hay mujeres paticortas, culicaídas,  barrigonas y tetudas. Las hay  altas y flacas como las gárabas, con culos chupados y tetas planchadas. Pero todo eso no es más que la envoltura. Desenvuélvelo, y dentro encuentras a una madre capaz de dar la vida por sus hijos; a una esposa que en los anocheceres plancha amorosamente los pantalones que a la mañana siguiente ha de vestir su marido; a una novia que cuenta impaciente los minutos que faltan para un esperado reencuentro lleno de besos y abrazos… Sigue desenvolviendo y sorpréndete con sonrisas más radiantes que un sol de primavera, con corazones que de grandes que son, no caben dentro del pecho donde se ocultan, y un manantial de dulzura, amor, y ternura,  donde cada uno de nosotros, y cada cual a nuestra manera, encuentra la auténtica belleza. Lo demás sólo es pan para hoy, y hambre para mañana.

            Son  los listillos de turno que siempre hubo y siempre seguirá habiendo, quienes intentan hacernos creer que todos podemos ser guapos y esculturales, si seguimos los regímenes que ellos nos recomiendan, vistiendo las modas que ellos diseñan, y lustrándonos con las cremas que ellos fabrican… Cremas antiarrugas ¡Como si los pliegues que hace el  tiempo en la piel, se desplegaran untándonos con ellas! Las arrugas no se quitan; solo se disimulan a base de silicona y dinero. Por eso la cosa sale “más cara”, y te lo deja grabado en la faz, convirtiendo en máscara la cara. Fíjate si no en los músculos faciales de algunas de las famosas que se niegan a envejecer. Caras de porcelana, sin expresión, y sonrisas que dan ganas de llorar… ¡Pero que  guapas y hermosas eran todas aquellas  mujeres  del parque,  que  pasaron ante mí para contemplar de cerca el retroceso de la marea!

             Jesús González ©

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