miércoles, 2 de octubre de 2013

EXTREMADURA - III





MIÉRCOLES

            Hoy fuimos a Cáceres. Yo conocía la ciudad desde hace un puñado de años, pero la redescubrí de nuevo. Creo que me gustó mucho más que la vez primera, y estoy seguro que si vuelvo, aún la saborearé mejor.

            Cruzando la serranía de  Montanchez, conocida por sus secaderos de jamones, y por ser la pequeña altitud  que separa ambas provincias extremeñas, Héctor nos explicó el porqué del nombre de Ruta de la Plata a esta carretera de que desde Salamanca baja hasta Sevilla .No fue  porque por aquí hubo minas de plata cuyo mineral se llevaron los romanos en aquellos días. No, nada eso que se cuenta.  Fue porque aquí, lo mismo que en otros muchos lugares de España y Europa, los romanos construyeron una importantísima calzada. Nada más decir esto Héctor, comprendí al instante el refrán aquel de que “todos los caminos conducen a Roma”, que hasta hoy escuché decir siempre, sin encontrarle el verdadero sentido. Esto deja al descubierto mi desconocimiento de la Historia: De Roma salieron quienes construyeron todas las calzadas a través de las  cuales los romanos forjaron su imperio.  Cuando cayó el gran  imperio, los árabes conquistaron estas tierras, y llamaron a la calzada Habalata, que según nuestro guía quiere decir camino de piedra. Después de los árabes, no fue más que  una deformación de la palabra, lo que terminó quedando en camino de plata, o Vía de la Plata.

            Cáceres me pareció hoy, (al menos en su parte monumental), la ciudad más limpia de España. Ni siquiera una colilla en el suelo; ni siquiera una sola hoja seca, a pesar de los muchos árboles plantados. Alguien se ocupa no solamente de mandar barrer y pagar para que lo hagan, sino de comprobar  después como lo barren.

            Por boca de María José aprendí que las tres ciudades medievales mejor conservadas de Europa, son Praga, Tallín y Cáceres.  Tengo la suerte de conocer a las tres, y estoy de acuerdo con ella.

            Por la tarde nos desplazamos hasta la pequeña ciudad portuguesa de  Elvás, que está a unos diez kilómetros de Badajoz, y que yo ni siquiera había oído hablar de ella. En plena llanura de la Extremadura Lusa hay un promontorio, y en todo lo alto está  la ciudad amurallada, medieval y blanca. Tan blanca y tan encantadora como lo son casi todos los pueblos del sur peninsular. Llegando a ella, lo primero que llama la atención es un acueducto que, si no llega a la “monumentabilidad” del de Segovia, al menos nos le recuerda.

            Elvás es otro lugar que también llamó mi atención por su limpieza, y esto me hizo pensar si es que nunca han pasado por aquí los alcaldes de muchas poblaciones del norte, o es que pasan, y se fijan en estos detalles que casi deben costar el mismo dinero hacerlos bien que hacerlos mal…

            La Plaza de la República es de una amplitud sorprendente, y entre muchos edificios blancos, decora su entorno la original iglesia de la Virgen de la  Asunción, patrona de la ciudad. Subiendo hacia el Castillo desde cuya plaza se ve una panorámica  increíble de límites sin fin, sorprende al visitante la pequeña y original iglesia de las Dominicas, de forma octogonal, cuya cúspide sostienen ocho columnas primorosamente decoradas. Después de  las fotografías de rigor, saboreamos un café sobre una recoleta terraza, y regresamos al bus, para el retorno a Mérida.

                        Jesús González ©

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