MIÉRCOLES
Hoy
fuimos a Cáceres. Yo conocía la ciudad desde hace un puñado de años, pero la
redescubrí de nuevo. Creo que me gustó mucho más que la vez primera, y estoy
seguro que si vuelvo, aún la saborearé mejor.
Cruzando
la serranía de Montanchez, conocida por
sus secaderos de jamones, y por ser la pequeña altitud que separa ambas provincias extremeñas,
Héctor nos explicó el porqué del nombre de Ruta de la Plata a esta carretera de
que desde Salamanca baja hasta Sevilla .No fue
porque por aquí hubo minas de plata cuyo mineral se llevaron los romanos
en aquellos días. No, nada eso que se cuenta.
Fue porque aquí, lo mismo que en otros muchos lugares de España y
Europa, los romanos construyeron una importantísima calzada. Nada más decir
esto Héctor, comprendí al instante el refrán aquel de que “todos los caminos
conducen a Roma”, que hasta hoy escuché decir siempre, sin encontrarle el
verdadero sentido. Esto deja al descubierto mi desconocimiento de la Historia:
De Roma salieron quienes construyeron todas las calzadas a través de las cuales los romanos forjaron su imperio. Cuando cayó el gran imperio, los árabes conquistaron estas tierras,
y llamaron a la calzada Habalata, que según nuestro guía quiere decir camino de
piedra. Después de los árabes, no fue más que
una deformación de la palabra, lo que terminó quedando en camino de
plata, o Vía de la Plata.
Cáceres
me pareció hoy, (al menos en su parte monumental), la ciudad más limpia de
España. Ni siquiera una colilla en el suelo; ni siquiera una sola hoja seca, a
pesar de los muchos árboles plantados. Alguien se ocupa no solamente de mandar
barrer y pagar para que lo hagan, sino de comprobar después como lo barren.
Por
boca de María José aprendí que las tres ciudades medievales mejor conservadas
de Europa, son Praga, Tallín y Cáceres.
Tengo la suerte de conocer a las tres, y estoy de acuerdo con ella.
Por
la tarde nos desplazamos hasta la pequeña ciudad portuguesa de Elvás, que está a unos diez kilómetros de
Badajoz, y que yo ni siquiera había oído hablar de ella. En plena llanura de la
Extremadura Lusa hay un promontorio, y en todo lo alto está la ciudad amurallada, medieval y blanca. Tan
blanca y tan encantadora como lo son casi todos los pueblos del sur peninsular.
Llegando a ella, lo primero que llama la atención es un acueducto que, si no
llega a la “monumentabilidad” del de Segovia, al menos nos le recuerda.
Elvás
es otro lugar que también llamó mi atención por su limpieza, y esto me hizo
pensar si es que nunca han pasado por aquí los alcaldes de muchas poblaciones
del norte, o es que pasan, y se fijan en estos detalles que casi deben costar
el mismo dinero hacerlos bien que hacerlos mal…
La
Plaza de la República es de una amplitud sorprendente, y entre muchos edificios
blancos, decora su entorno la original iglesia de la Virgen de la Asunción, patrona de la ciudad. Subiendo
hacia el Castillo desde cuya plaza se ve una panorámica increíble de límites sin fin, sorprende al
visitante la pequeña y original iglesia de las Dominicas, de forma octogonal,
cuya cúspide sostienen ocho columnas primorosamente decoradas. Después de las fotografías de rigor, saboreamos un café
sobre una recoleta terraza, y regresamos al bus, para el retorno a Mérida.
Jesús González ©
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