Hacía
ya un par de años, (o puede que un poco más),
que no subía a El Soplao. Desde
entonces mejoraron algunas cosas, por ejemplo el túnel por el que se accede al tren minero, y algunos
detalles más.
Fuimos
con unos primos venidos de Madrid, y una amiga de Valencia, porque para mí es
visita obligada cuando a mi casa llega alguien que no conoce esta maravilla de
nuestro subsuelo. Como de costumbre, los que ya hemos visitado el lugar casi
media docena de veces, no entramos. Pero siempre es un placer esperar a los que
sí entran, contemplando el paisaje increíble , y el buen acierto del arquitecto
que diseñó la estación de El Soplao, porque supo aunar con el entorno los elementos mineros sin
dañar un ápice el paisaje.
Como
la temperatura del día era una delicia, tomamos una caña de cerveza sentados en
la terraza de la cafetería mientras nos recreábamos con la estampa incomparable
de la cuenca del Nansa a nuestros pies.
De repente, mis ojos contemplaron algo que me
dolió como una bofetada: A mi izquierda, una escultura, (¿es…cultura?), de una
gitana flamenca con faralaes y abanico sobre la cabeza, me hizo exclamar:
“Pero, ¿ qué coño pinta esto aquí?” Y
como no acababa de creerme lo que estaba viendo, me acerqué para aumentar mi asombro. “De gitanes” dieu
est an fumeaur…” (Creo que la traducción es algo así: “De gitanos. dios, (con
minúscula), es un fumador”.
¡
El asunto tiene perendengues! No me cupo
la menor duda: Aquello no era otra cosa más,
que propaganda de los cigarrillos franceses marca “Gitanes” Pero en mi cabeza no cupo el aceptar que tal
cosa se hubiera consentido, y corrí a
preguntar a la chica que estaba tras la barra del bar, lo que significaba semejante esperpento.
-Me
lo han preguntado mil veces, pero estoy lo mismo que usted. Lo ignoro.
“!Joer”
con la chica del bar! Debe tener la sangre de horchata o las neuronas de
serrín, porque a la tercera vez de haberle preguntado, ya debió correr a enterarse para poder
satisfacer la curiosidad de sus clientes. ¡Qué poca
profesionalidad! Peor para ella. Si yo pusiera un negocio jamás pondría frente
al público a semejante indolente.
No
me conformé y pregunté a las chicas que
atienden la tienda de recuerdos, pero llevaban tan poco tiempo en el lugar, que
tampoco les había dado tiempo a enterarse del asunto. Entonces me fijé en quien
se ocupaba de mantener limpio el recinto, quien después de estar totalmente de
acuerdo conmigo en que aquello era un pegote en el lugar, me dejó perplejo con la respuesta:
-Según
me han dicho, es un monumento a la tolerancia.
¡Un
monumento a la tolerancia! ¡Hay que amolarse!, como dicen mis amigos
lebaniegos. En lugar de un recuerdo a por ejemplo, Manuel Llano, hacen una
burda imitación de La Chunga. ¿Pero qué puñetas pinta una gitana en vez de un
sarruján de Rionansa o Herrerías? ¿Será verdad que alguno de los se creían con
poder para ello pagó dinero por poner allí semejante pegote?
Y
porqué con una leyenda en francés cuando
habemos algunos que aún nos cuesta comprender el español? Me sigue oliendo a propaganda de cigarrillos
del país vecino, aunque no comprendo eso de que dios, (con minúscula), sea fumador. A no ser que quieran decir que está
que “fuma en pipa” viendo como hay
gente que se empeña en escoñar el paisaje que otros supieron cuidar… Total, que me
declaro el más enérgico de los intolerantes a este monumento a la tolerancia.
J. González ©
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