viernes, 28 de junio de 2013

CRESPO DE LARA





            Le tendremos en la Biblioteca el próximo lunes dia uno de Julio, a las siete de la tarde. Luis Alberto Salcines, quien fielmente alimenta mes tras mes  nuestras hambres literarias,  con el aporte de un autor reconocido, le eligió esta vez para clausurar la presente temporada de las actividades del Taller de Escritura y del Club de Lectura. A mí, solo decir su nombre, Pedro Crespo de   lara, me transporta a los años de mi adolescencia. 

            Pedro es hoy un abogado, periodista y escritor de reconocido prestigio. Fue fundador y Secretario General de la Asociación de Editores de Diarios Españoles y vicepresidente  del World  Press  Freedom Committee,  (que no sé que coño quiere decir, pero parece que la cosa le da mucho prestigio al estar escrito en inglés, y eso a mí me gusta un montón). Fue también entre otras muchas cosas cónsul honorario de  la República de Corea, y Secretario General del Cuerpo Consular de Madrid…. Pero cuando yo le conocí, se llamaba simplemente Pedrito.

            Desde aquellos tiempos hasta hoy, le habré visto dos o tres veces: En el entierro del hijo de su hermana Ciuca,  en el de nuestro condiscípulo  Magín, y en el ochenta aniversario  de la epopeya del aterrizaje de el Pájaro Amarillo en la playa de Oyambre, donde como hombre  conocedor de la cultura e historia de nuestra tierra, intervino leyendo no sé que cosa.

            Pedrito tenía como cuatro o cinco años menos que yo, y recuerdo que en aquel entonces ya apuntaba. Quiero decir que era avispado, que destacaba en su afición por las letras, como Laureano el de Toporias  destacaba en matemáticas, o los hermanos Juanito y Agustín, “los Rebecos”, destacaban en hacer diabluras, compitiendo abiertamente en este campo con los también hermanos Pepe  Luis y Lolu Mantilla.

            Yo fui gris todo el tiempo. Quiero decir que no destaqué en inteligencia ni en estudios, pero  tampoco fui a remolque. Y tocante a travesuras, creo que me faltaron arrestos para practicarlas, y me uní al carro de los que guardaban la compostura, lo que de alguna manera me unió un poco más al Pedrito de entonces, a Laureano, a Chamullo Bretones, a los hijos de Darío el veterinario, a Benjamín el de Luisón, y a otros pocos más que conseguimos que Sor Eulogia nos apreciara tanto como a sus antiguos y muy añorados discípulos de Cuba.

            El día uno estaré a la expectativa, para ver  si  Pedro Crespo de Lara me reconoce, (supongo que además de los años,  él no me sitúa en San Vicente),  o si tengo que refrescarle la  memoria con alguna historieta de aquellos tiempos.

                       Jesús González ©

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