sábado, 6 de abril de 2013

OTRA GOTERA





            Los que me conocen saben que estoy sordo, aunque no será por falta de orejas. Lo estoy, no lo soy.  Al menos yo lo interpreto así. Los que lo son, es congénito. Lo mío fue adquirido. Ya conté en alguna otra parte que de bebé metí una alubia en el oído izquierdo, y que pasando los años se empezó a pudrir, lo que me produjo tan grave infección, que me dejó  el oído dañado. Pero bueno, tampoco  era mucho.



            Lo malo es que con los años, todo empeora. Así que lo de una ligera sordera por el lado izquierdo,  se pasó también al derecho. Más tarde dejó de ser ligera; quiero decir, que se acentuó.  Fue cuando empecé a decir lo que dicen todos los sordos: “No, si yo oír oigo bien, lo que pasa es que no entiendo lo que me dicen”.  Y a continuación, a cualquier cosa que me dijeran, respondía. ¿”Qué”? Y me lo tenían que repetir.



            De las repeticiones solo entiendes el veinte por ciento, porque tu interlocutor no sabe como se debe responder a un sordo, y lo único que hace es repetir lo mismo y de la misma forma.  Yo desistí de hacer un segundo ¿”Qué”? porque generalmente, a la segunda, ya te contestan de mala hostia, o al menos es lo que me parece a mí, cuando lo hacen con un grito. Y al sordo no hay que gritarle, que el sordo oye, lo que pasa es que no entiende. El sordo para oír, necesita que su interlocutor no le hable  mirando a las musarañas, sino que se vuelva hacia él, y trate de “silabear”.



            Y ahora voy a lo de “otra gotera”: Pues nada, que así, de repente, la sordera se agravó.  Empecé un día a sentir como el eco  lejano de  las aguas del río Saja cuando lleva llena, y no hay manera de que se me quite.  Para el que nunca haya escuchado  el eco  del río  Saja,  le diré que es muy parecido al eco de otro río cualquiera; y si a pesar de todo no se hace una idea de lo que siento,  le diré también que es la misma  molestia del que sufre un cambio de presión atmosférica, o el que siente necesidad de bostezar para desatascar los conductos auditivos. ¿Está claro, o no?



            Pues mira: Ni la  tele  ni la radio. Y encima, terminé de leer un libro que me regalaron, y estos días está cerrada la biblioteca hasta el día nueve. A lo mejor es por eso por lo que escribo.



            Hoy bajé donde Conchi, mi médico, (¿o es más correcto decir mi médica?) Me miró, y me emplazó para el día nueve hacerme una limpieza de oídos. Antes debo engrasarlos, (como los ejes del carro),  con una gota de aceite durante tres noches para ablandar la cera.

                                              
 Jesús González ©

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