A
nosotros. A los viejos. Fue en la sede del antiguo Club Social de Caja
Cantabria, que ahora, con esto de los recortes, los reajustes, los apretones de
cinturón y la eliminación de “gastos superfluos”,
gestiona la Entidad Municipal.
Miguel
es el teniente de la Guardia Civil que tenemos en San Vicente, y como ya
hiciera en otra ocasión, nos alertó sobre los distintos tipos de timos y robos
a los que estamos expuestos todo el mundo, pero principalmente los que debido a la edad, andamos lentos de reflejos.
Yo
acudí únicamente por eso, porque mi mujer me informó de que el teniente venía
esta tarde a dar una charla, y quise escuchar
a Miguel. Pues desde que el local pasó a ser gestionado por la
municipalidad, no he podido volver. Me explico: A mi el juego no me gusta. Yo
acudía allí con mi ordenador, y mataba las tardes haciendo esto, escribir. Pero
al dejar Caja Cantabria la administración del local, como por arte de magia
desapareció también Internet, y esto me
cortó las alas para volar desde allí por
el mundo de las fantasías. Si, ya sé que
para escribir, maldita la falta que hace
Internet; pero si se quiere hacerlo con precisión, y no decir demasiadas
tonterías, de vez cuando yo necesito echar mano a Google para aclarar conceptos.
Como consecuencia de ello, me fui hasta que
el problema se solucione.
Miguel es un tipo cercano y amable que nos habló en
plan paternal cuando paradójicamente,
por años, bien pudiera ser él hijo de
cualquiera de nosotros, y creo que de mí,
hasta nieto. Aunque me descolocó un poco cuando nos dijo que llevaba
veinticinco años en la Guardia Civil.
También pudiera ocurrir que represente menos años de los que tiene.
Nos
habló de las tarjetas en los cajeros automáticos, y de cómo los cacos discurren
trampas para robar el dinero que sale, para copiar el número secreto, y para
quedarse con la mismísima tarjeta, mientras nosotros pensamos que es que se
quedó trabada dentro. ¡Cuidadito con ir
a primeros de mes en busca de la pensión! Los rumanos lo saben. Y lo bosnios
también. Lo saben los colombianos, y lo
sabe hasta el último chorizo de nuestro
barrio, que no siempre son los extranjeros los que vienen a joder la marrana. Se
ponen en la cola de la caja como si fueran a gestionar cualquier asunto, se fijan
en quienes cobran, y con el móvil
informan al colega que está fuera: “El viejo de la cachava, lo lleva en el
bolsillo interior de la chaqueta”. Y como todos los viejos pensamos que “tou
dios es güenu”, disculpamos al mozo que “sin querer” nos da un empujón en el
hombro, mientras que queriendo nos birla
el dinero del bolsillo de la chaqueta.
Y
“cuidao mujeres”, cuando en el mercado dais un billete para que el de la fruta
cobre. Os quedáis mirando si el tendero os da bien la vuelta, mientras que por
detrás hay una mano que se cuela en el
bolso que tenéis abierto.
Que no mujer, que no. Que nadie viene a tu
casa para darte dinero. Aunque te digan que son de Telefónica, o de la Electra,
que cuando te pasaron el recibo se equivocaron y te cobraron cincuenta euros de
más, y ahora vienen a devolvértelo.
Ellos te entregan un billete de cien, tú
les devuelves cincuenta, y cuando vas a la tienda a pagar con el que te dieron,
descubres que era falso.
Ni
revisiones, ni reparaciones que tu no hayas pedido. Aunque vengan con el
uniforme de la compañía del Gas. Y mucho
menos pagar en efectivo, que las compañías únicamente cobran y pagan a través
del banco.
También
nos alertó Miguel sobre las recaudaciones benéficas, a
favor de la niña pobre que sus padres no tienen dinero para poder
operarla. Los hay que van de puerta en
puerta con una foto de la pobre criatura, y los hay más modernos que cuelgan la
foto en Internet, donde se ven hasta las patitas retorcidas de la enfermita en
cuestión. Si queremos hacer caridades, no nos fiemos del primer necesitado que
se nos presente así, como diciendo si colaboras, cuando te mueras vas de cabeza
al cielo. Es mejor hacer la caridad a quien tu sepas que lo necesita, o a
través de una organización de tu confianza.
Miguel
dejó casi para lo último, lo de pasarse de listos. Los timos del “Tocomocho” y
de “La Estampita”. Son los más viejos,
pero siempre hay quien pica ¡Es que nos ponen tan “facilín” quedarnos con el
dinero que tiene el “tontucu”, sin que nadie se entere…! Nos sale un brillo en los ojos, y unas
cosquillas en el estómago cuando vemos la posibilidad de arramplar un montón de
billetes, sobre todo viendo como estamos viendo que nadie se va a enterar de
nuestra ruindad. Oye, que en momentos
como esos se nos ensancha la conciencia de una manera, que cuanto más grueso
sea el sobre del dinero, más razones encontramos para acallar los
remordimientos… ¡si es que hubiera razón a tenerlos!
¡Y
luego criticamos a los pobres políticos por tener una o varias cuentas en
Suiza!
De
todas formas, gracias Miguel. Siempre
está bien que de vez en cuando alguien nos alerte de estos u otros peligros.
Jesús González González ©
1 comentario:
Ah, y que no te pasan la mano porque seas "irresistible" o que te tengan afecto de golpe y porrazo, que es para birlarte la cartera, las joyas... Se puede distinguir facilmente: Ellas-llos son jovencísimos, tanto como nuestros nietos e incluso, biznietos.
¿Acaso no aprendimos que la VANIDAD arrastra?
Publicar un comentario