Residente
en Madrid, pero es de sangre cántabra por parte de padre, y valenciana por
parte de madre. Ella, y su marido, que es valenciano por ambos costados, son
los artífices de nuestro segundo viaje a las Fallas.
Y
lo fueron también del primero. En aquella ocasión nos fuimos Sara, Raúl y
nosotros dos directamente a El Perellonet,
donde Regina y Bernardo tienen un apartamento, y desde allí nos desplazamos los
seis todos los días a la ciudad del
Turia para disfrutar de estas fiestas inigualables.
Esta
vez nos fuimos directamente a Valencia por Zaragoza, y nos aburrimos
soberanamente por la Autovía del Mudéjar,
porque el paisaje es de lo más desolador que uno pueda imaginarse,
además de costarnos un ojo de la cara el peaje. ¡Una y no más, santo Tomás!
En
esta ocasión, la cita con Regina y Bernardo la teníamos en casa de María
Ángeles Gimeno, una amiga de ellos que
vive en pleno centro de la ciudad, junto a la Gran Vía del Marqués de Turia, en
un segundo piso cuyos ventanales nos permitieron contemplar como en palco de
primera fila, la “cremá” de la falla dedicada al dios Baco, que se levantaba
exactamente frente a nuestras propias narices.
Pero
antes pasamos por Tabernes Blanques, un pueblo en los aledaños de la ciudad donde
tiene su sede la marca Lladró, una de
las fábricas de figuras de porcelana de más prestigio del mundo, para dejar en
casa de Rosa Mari los ingredientes del “Cocido Montañés” que al día siguiente
había de preparar Sara para no menos de quince o dieciséis personas.
María
Ángeles, es una amiga cuyo nombre debe escribirse entero con letras mayúsculas, pues pienso que ya no
queden muchos amigos de esos que ofrecen su casa a los amigos, para que además
lleven consigo a otros cuatro amigos, prácticamente desconocidos para ella. Y
como llegamos tarde, para que no tuviéramos que salir a cenar fuera, en la casa nos sorprendieron con una deliciosa cena informal
Claro
que estábamos cansados, pues se acercaban a los ochocientos kilómetros rodados
los que habíamos hecho, pero como los hicimos para ver las Fallas, en cuando se
aproximó la una de la madrugada, nos
desplazamos hasta “el río” para ver la “mascletá”. (Bueno, para quien no lo
sepa, “el río” no es río. Es el antiguo cauce del Turia convertido en un parque
de ocho kilómetros de largo a donde todas las mañanas acuden los valencianos a
pasear e hinchar de aire puro sus
pulmones entre los miles de árboles allí plantados).
¿Que
qué es la “mascletá? Ahora te lo explico: Es la locura. La locura de muchedumbre, de petardos y
ruidos. Nos integramos a la masa que caminaba Gran Vía arriba, y cuando ya fue
imposible caminar más porque todo ello era ya un océano de gente, nos
convertimos de repente en meras gotas de
aquel océano. Y como todo fue muy puntual,
en ese instante, y durante media hora justa, el cielo de Valencia se vistió de
mil colores encendidos con los fuegos artificiales mas bonitos que he visto en
mi vida.
Supongo
que viejos, María Ángeles preparó para nosotros la suite de la casa. Regresamos
entre explosiones de petardos por todas partes, pero todo fue caer en la cama,
que de poco sirvieron los petardos ni
las bandas de música que aún a esas horas pasaban bajo nuestra ventana, que yo
me dormí al instante.
Estos valencianos deben de ser como los centinelas de los
cuarteles. Cuando unos se acuestan, otros se levantan, porque a las ocho y
media de la mañana, varias bandas de
tambores y trompetas corrieron las calles tocando la “Despertá”. Y claro, despertamos. Tomamos chocolate y nos fuimos a la calle a
“ver Fallas”. ¡Madre de Deu!
Batallones de falleras desfilando
por las calles. ¡Y qué trajes, señores, qué trajes! ¡Y qué mujeres vistiendo
esos trajes! ¡Qué belleza, y qué elegancia! Bueno, que falleros también los
había, bien majos y bien vestidos también; pero eran muchísimo más guapas ellas. Y tras
falleras y falleros, su banda de música correspondiente.
Fui
aprendiendo que cada grupo de estos son los componentes de una de las más de
ochenta fallas repartidas a lo largo y ancho de la ciudad, que no hacen otra
cosa más que vestir de color las calles
con sus paseos y alegrarlas con la música de marchas y pasodobles. Junto a cada Falla, hay un carpa donde tienen
la sede, y en ella comen, beben y se divierten…
Las
Fallas, que quieres que te diga… Las fallas no se pueden explicar, hay que
verlas. Las fallas son sátira y segundas intenciones elevadas a la categoría de
arte de calidad. Las hay buenas, muy buenas, y buenísimas. Hay agrupaciones
falleras con más o menos dinero, lo que
se traduce en una falla construida de forma más o menos monumental, pero nunca de menor ingenio y arte.
En
la Plaza Mayor, y frente al Ayuntamiento estaba la falla municipal que como de
costumbre se exhibía fuera de concurso. Intentamos verla, y caímos presos del
tumulto. Ni para adelante, ni para atrás. Tal era la muchedumbre. Y el sol
aplanándonos. Yo respiré hondo, asimilé el momento, y pedí fuerzas a Dios para
que las piernas aguantaran el peso de mi cuerpo hasta que pasara la “mascletá”
de la una de la tarde, y desapareciera toda aquella gente. Porque sí,
“mascletás” a todas horas. A media noche y a medio día. En la plaza del
Ayuntamiento y en donde menos te lo esperes.
Al
fin tomamos el metro que nos llevó hasta Tabernes Blanques, y comimos el “Cocíu”
que nos hizo Sara. Sabía a Cantabria, a praos, a tierras, a vacas tudancas, y a
berzas con “tocinu”. Había invitados que lo probaron por vez primera y les
encantó. Allí me encontré con un colega de los que también pasan sus horas
libres en esto de la escritura: Rafael
Plá, un matemático acabado de jubilar en
la Universidad de Valencia, que está escribiendo “Atrapados”, una novela de ciencia ficción.
Y
como estábamos en una convivencia Cántabro-valenciana, al siguiente día fue
Rosa Mari la que hizo una paella para todos. Menos mal que ambos platos se
hicieron fuera de concurso, pues de haber puntuado tendríamos que haberlo
echado a suertes.
Aquella
noche fue la “Ni del Foc”. ¿Que qué es eso? Te traduzco: “La Noche del Fuego”.
Es decir, una quema astronómica de pólvora,
que pintó el cielo con rayos y centellas con todos los colores del arco
iris, y puede que alguno más.
Al
día siguiente María Ángeles nos llevó a ver la Virgen de la Ofrenda. En
realidad es una réplica de la imagen de Nuestra Señora de los Desamparados que
vimos dentro de la Catedral. La réplica, que debe tener como quince o veinte
metros de altura, está en la plaza que hay tras el Miguelete, y cada año se le
confecciona el manto con claveles rojos y blancos que le ofrecen los componentes
falleros. Es todo un rito que dura dos días la confección de este manto. A cada
falla le asignan un número y color de
flores, y la hora en que ha de hacer la ofrenda para que todo lleve el ritmo
previsto.
Después
llegó lo esperado: la noche de la
“Cremá”. Bombas, tracas y petardos.
Aquello era algo difícil de describir, porque sonaba como una ciudad en guerra
bombardeada desde tierra, mar y aire, mientras que al mismo tiempo conservaba la imagen viva
de la más pacífica de las fiestas. La marcha “Valencia” del maestro Padilla era
interpretada por un sin fin de bandas en
distintas calles de la ciudad, y un chupinazo encendió la traca que hizo arder
la primera falla. El fuego se extendió
como un reguero de pólvora, y una tras otra
ardieron todas las fallas. Durante más de una hora, Valencia fue pasto de las llamas. ¡Pobre dios
Baco! Se retorció y consumió en el fuego ante mis ojos, mientras el gentío
gritaba y aplaudía el final de unas fiestas únicas en el mundo.
Salimos
a ver rescoldos, tropecé con un
bordillo de la acera, y me caí. Fue justo la víspera de regresar.
Volvimos por Madrid para cambiar de
paisaje, y en el camino noté que el pié derecho me dolía en algunos
movimientos. De casa al médico, y de este al hospital de Sierrallana. Diagnóstico:
Rotura del tobillo. Y aquí estoy en casa con el pié inmovilizado mientras escribo
las vivencias de este viaje. Gracias a vosotros, Regina y Bernardo, y muy especiales
a ti, María de los Ángeles, que de María no sé lo que tendrás, pero de ángel,
tienes un montón.
Jesús González ©
2 comentarios:
Hola Jesús, te hemos echado en falta en la tertulia de la Biblioteca.
Espero que cures pronto la rotura del pie.
Un beso para ti y para Adelina.
Todos estamos a tu lado en estos momentos y esperando que pronto te veamos entre nosotros.
Un abrazo.
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