sábado, 9 de febrero de 2013

RYANAIR



Hablan tan mal de esta compañía aérea, que hay hasta quien no se atreve a viajar con ella. Sin embargo es la compañía de bajo costo que más gente está transportando en la actualidad.

Yo he hecho con ella dos viajes de ida y vuelta a Tenerife, y todavía no me he matado. Si no lo crees, piensa que desde el otro mundo, hasta  el día de hoy,  nadie ha hecho un comentario por escrito como este que estás leyendo.

El otro día me fijé bien en el avión y le encontré flamante. Ryanair tiene actualmente  una flota de 300 Boeing 737-800, y el más viejo de ellos tiene cuatro año de edad. Lo que se dice un bebé.

La compañía la fundó el irlandés  Tony Rian en 1.985, y desde entonces no ha dejado  de crecer. Actualmente tiene mil cien rutas, y sus aviones hacen un promedio de mil vuelos diarios. Con ese número de vuelos el porcentaje de incidentes, (no accidentes,)  anuales, tampoco es como  para pedir árnica.

¿Que son un poco pijoterucos? Pues sí,  lo son.  Pero sabiendo sus normas y cumpliéndolas, no hay problema alguno. Yo incluso lo encuentro más cómodo que en aviones de otras  compañías.  Aquí puedes llevar una única maleta de viaje de 0,55 X 40 X 20,  cuyo peso no sobrepase los 10 kilogramos, y no tienes necesidad de facturar.  La subes en mano al avión, y no pasó más. ¿Que quieres llevar una maleta más grande con más peso?  Pagándolo a parte, puedes facturar lo que quieras, y como es poca gente la  que factura, lo haces rapidísimo.

No hay asientos numerados. De modo que si andas un poco listo a embarcar, puedes elegir cualquiera butaca de las treinta y dos filias de seis asientos cada una. Eso sí, las butacas no son reclinables, ni las ventanillas del avión tiene persiana; son detalles de comodidad que junto a otros más insignificantes,  se eliminaron en beneficio de que las aeronaves  costaran menos dinero. Que por sesenta y dos euros que pagué de un viaje de ida y vuelta, tampoco estaba yo en condiciones de pedir a  la compañía una negra que me abanicara en el trayecto.

 No, los asientos no son más incómodos que en otros aviones. Ni más apretadas las filas, tampoco, que yo pude estirar y encoger las piernas estupendamente.

Lo de comprar por Internet los billetes,  es otra comodidad, porque no necesitas hacer ninguna cola en el aeropuerto. Y después de comprados, los puedes imprimir el día que a ti te dé gana.  El que no tenga impresora, siempre tiene un amigo con ella, y tampoco es tanta la molestia; si a él le parece que sí lo es, ten por seguro que no es tan buen amigo como tu pensabas.

Después ya sabes: Ni agua te dan gratis en el avión. Dentro de él, todo tiene su precio. Pero en un vuelo de tres horas tampoco son tantas las necesidades, aunque las azafatas se esfuerzan por hacer que las sientas.  En cuanto el avión  ha remontado la altura de crucero, estas muchachas, (y también los muchachos), no hacen otra cosa que caminar hacia atrás y hacia adelante el pasillo del avión ofreciendo su mercancía. Aquello deja de ser avión y se convierte en mercadillo: Primero te ofrecen “perritos calientes” o “sanwiches”, y oye, siempre hay alguno que pica. Después refrescos o cerveza, y aquí pican más. Más tarde ofrecen tabaco a precio libre de  impuestos, pero en el avión no intentes fumar, porque te tiran por la ventanilla. Más tarde chocolatinas, y como a mí se me hace la boca agua, mi  mujer saca del bolsillo de su chaquetón, (porque bolso de mano tampoco dejan llevar),  los chocolates que previsoramente, (a buen sitio fuiste a parar), llevaba ella de casa. Tras esto vienen los perfumes, y después pulseritas y chorradas de todo tipo, por si necesitabas  llevar a alguien   “un detalle”, y se te había olvidado.

 Yo llevé para leer en el viaje “El abuelo que saltó por la ventana, y se largó”, con lo que, puestos los ojos en el libro, no tuve necesidad de decir veinte veces “no, gracias”, a la mercancía que sonriendo me metían por los ojos. Pero mira, si ofrecen tanto es porque saben que siempre venden algo.  Siempre hay gente dispuesta a comprar, aún cuando nada necesite. Parece como si sintieran necesidad de darle un toque  de vanidad al viaje.

De regreso, el avión debía salir a las 5,05 de la tarde, y a esa misma hora en punto el sobrecargo anunció por megafonía que debido a que el comandante del avión estaba formateando el ordenador de a bordo, saldríamos con diez minutos de retraso.

Cuando los diez minutos se convirtieron en media hora, le pregunté a un azafato que pasaba frente a mí, de cuantos segundos se componían sus minutos, y me respondió que lo que el comandante tardó fueron los diez minutos que él había dicho: Pero que como no habían salido a la hora señalada, ahora estaban esperando a que de la torre de mando les dieran pista para despegar. Entonces me aventuré comentar.

-Es que como esta compañía tiene tan mala fama…
-Mala fama que fomentan las compañías a las que Ryanair  hace pupa…

Y quien sabe si también hay algo de verdad en eso.

                                   J. González ©

1 comentario:

Anónimo dijo...

Viajero incansable que trae y lleva la simpatía, además de escribir volando, si es necesario,y se eleva en sus escritos hasta llegar al cielo de la genialidad, siempre realista, aunque lleva prendida la necesaria poesía y encumbra lo bello de vivir...
Soy a quien divisas desde el avión, por ahí, volando toa.