Hablan
tan mal de esta compañía aérea, que hay hasta quien no se atreve a viajar con
ella. Sin embargo es la compañía de bajo costo que más gente está transportando
en la actualidad.
Yo
he hecho con ella dos viajes de ida y vuelta a Tenerife, y todavía no me he
matado. Si no lo crees, piensa que desde el otro mundo, hasta el día de hoy, nadie ha hecho un comentario por escrito como
este que estás leyendo.
El
otro día me fijé bien en el avión y le encontré flamante. Ryanair tiene
actualmente una flota de 300 Boeing
737-800, y el más viejo de ellos tiene cuatro año de edad. Lo que se dice un
bebé.
La
compañía la fundó el irlandés Tony Rian
en 1.985, y desde entonces no ha dejado
de crecer. Actualmente tiene mil cien rutas, y sus aviones hacen un
promedio de mil vuelos diarios. Con ese número de vuelos el porcentaje de
incidentes, (no accidentes,) anuales,
tampoco es como para pedir árnica.
¿Que son un poco pijoterucos? Pues sí,
lo son. Pero sabiendo sus normas
y cumpliéndolas, no hay problema alguno. Yo incluso lo encuentro más cómodo que
en aviones de otras compañías. Aquí puedes llevar una única maleta de viaje
de 0,55 X 40 X 20, cuyo peso no
sobrepase los 10 kilogramos, y no tienes necesidad de facturar. La subes en mano al avión, y no pasó más.
¿Que quieres llevar una maleta más grande con más peso? Pagándolo a parte, puedes facturar lo que
quieras, y como es poca gente la que
factura, lo haces rapidísimo.
No
hay asientos numerados. De modo que si andas un poco listo a embarcar, puedes
elegir cualquiera butaca de las treinta y dos filias de seis asientos cada una.
Eso sí, las butacas no son reclinables, ni las ventanillas del avión tiene
persiana; son detalles de comodidad que junto a otros más insignificantes, se eliminaron en beneficio de que las
aeronaves costaran menos dinero. Que por
sesenta y dos euros que pagué de un viaje de ida y vuelta, tampoco estaba yo en
condiciones de pedir a la compañía una
negra que me abanicara en el trayecto.
No,
los asientos no son más incómodos que en otros aviones. Ni más
apretadas las filas, tampoco, que yo pude estirar y encoger las piernas
estupendamente.
Lo
de comprar por Internet los billetes, es
otra comodidad, porque no necesitas hacer ninguna cola en el aeropuerto. Y
después de comprados, los puedes imprimir el día que a ti te dé gana. El que no tenga impresora, siempre tiene un
amigo con ella, y tampoco es tanta la molestia; si a él le parece que sí lo es,
ten por seguro que no es tan buen amigo como tu pensabas.
Después
ya sabes: Ni agua te dan gratis en el avión. Dentro de él, todo tiene su
precio. Pero en un vuelo de tres horas tampoco son tantas las necesidades,
aunque las azafatas se esfuerzan por hacer que las sientas. En cuanto el avión ha remontado la altura de crucero, estas
muchachas, (y también los muchachos), no hacen otra cosa que caminar hacia
atrás y hacia adelante el pasillo del avión ofreciendo su mercancía. Aquello
deja de ser avión y se convierte en mercadillo: Primero te ofrecen “perritos
calientes” o “sanwiches”, y oye, siempre hay alguno que pica. Después refrescos
o cerveza, y aquí pican más. Más tarde ofrecen tabaco a precio libre de impuestos, pero en el avión no intentes
fumar, porque te tiran por la ventanilla. Más tarde chocolatinas, y como a mí
se me hace la boca agua, mi mujer saca
del bolsillo de su chaquetón, (porque bolso de mano tampoco dejan llevar), los chocolates que previsoramente, (a buen
sitio fuiste a parar), llevaba ella de casa. Tras esto vienen los perfumes, y
después pulseritas y chorradas de todo tipo, por si necesitabas llevar a alguien “un detalle”, y se te había olvidado.
Yo
llevé para leer en el viaje “El abuelo que saltó por la ventana, y se largó”,
con lo que, puestos los ojos en el libro, no tuve necesidad de decir veinte
veces “no, gracias”, a la mercancía que sonriendo me metían por los ojos. Pero
mira, si ofrecen tanto es porque saben que siempre venden algo. Siempre hay gente dispuesta a comprar, aún
cuando nada necesite. Parece como si sintieran necesidad de darle un toque de vanidad al viaje.
De
regreso, el avión debía salir a las 5,05 de la tarde, y a esa misma hora en
punto el sobrecargo anunció por megafonía que debido a que el comandante del
avión estaba formateando el ordenador de a bordo, saldríamos con diez minutos
de retraso.
Cuando
los diez minutos se convirtieron en media hora, le pregunté a un azafato que
pasaba frente a mí, de cuantos segundos se componían sus minutos, y me
respondió que lo que el comandante tardó fueron los diez minutos que él había
dicho: Pero que como no habían salido a la hora señalada, ahora estaban
esperando a que de la torre de mando les dieran pista para despegar. Entonces
me aventuré comentar.
-Es
que como esta compañía tiene tan mala fama…
-Mala
fama que fomentan las compañías a las que Ryanair hace pupa…
Y
quien sabe si también hay algo de verdad en eso.
J. González ©
1 comentario:
Viajero incansable que trae y lleva la simpatía, además de escribir volando, si es necesario,y se eleva en sus escritos hasta llegar al cielo de la genialidad, siempre realista, aunque lleva prendida la necesaria poesía y encumbra lo bello de vivir...
Soy a quien divisas desde el avión, por ahí, volando toa.
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