viernes, 18 de enero de 2013

ENFURECIDO



Salías de algún coche y tu piel olía a enamorada,
y sentí, en la tibieza del beso recibido,
el vuelo de tu esencia y pensamiento
al abrazo que esperaba en aquel coche;
era el amor que antaño seducías en silencio.

Soñé con tu arrebol entre otras manos,
y que era yo quien de amor te complacía
con los besos de amapola de mis labios a los tuyos.
Mas, ahora recogí el yermo tallo de la flor antes hermosa
y odié aquellos aromas que prendías en el aire,
el despecho que no siento, a la pena que olvidé
y el mundo al que nací sin esos labios...

Noté que tus palabras salían aturdidas de labios amorosos,
de hacer de cada beso eterno prisionero,
que expira y que renace en caricia interminable,
en giros apresados y abrazos donde el aire se juzga entrometido,
que nada hay más profundo que la piel contra otra piel
donde el poro hace nido al sexo y las caricias
que se añoran infinitas.

Estaban las palabras en tu boca
enredadas de amor amordazado,
y me oías, como eco envejecido,
porque eras renacer en voz enamorada,
y mis frases, de hálito a ti insensible,
salían descarnadas de mi pecho.
Lo supe en tu mirar de luminaria.  

Libaste el polen escarlata de todo el Paraíso.
Te vi o quise ver, ternuras y pasiones
que atesoras y a nadie enseñarías.
Tapaste con tu ropa aquel latido, que alocado,
se hizo palidez...
Brillaban esos ojos como ascuas de la hoguera del invierno,
o el sol amanecido en el mosto aun prendido de la cepa.

“Eran fuego en la pasión de un lecho infiel.
Lo supe al recibir tu beso de amistad
que fue luto y recuerdo enfurecido”...


Ángeles Sánchez Gandarillas ©
15-I-2012

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