Rompió el cristal y su mano. Se rompió mi alma al no reconocer a mi hijo, porque él ya no estaba, se había roto hacía tiempo y la sangre se había ido, antes y ahora, por el maldito tragaluz de la desesperanza. La droga extendió su manto de terror sobre mí y me convirtió en miedo.
Ángeles Sánchez Gandarillas ©
11-I-2013
No hay comentarios:
Publicar un comentario